Particularmente yo tuve mucho miedo los primeros días del estallido de la pandemia. Toda Europa se paraba, en muchos casos de forma total durante semanas, como España e Italia, y aunque fuese necesario para evitar la expansión del virus y que se frenasen contagios y víctimas; corríamos el serio peligro de morir de hambre con una crisis económica que hubiese devastado nuestra Unión Europea. Pero esta vez parece que la maquinaria de la UE, se ha puesto de acuerdo y casi a tiempo para poner en marcha la máquina del dinero como si del atraco de “La casa de papel” se tratase en el Banco Central Europeo. Y esta vez con Francia y Alemania unidas como nunca.
Leyendo cientos de artículos de análisis de la situación económica que se ha creado vi unas reflexiones muy buenas. Todos los alumnos de las facultades universitarias de contenido económico aprenden pronto que las dos grandes políticas económicas públicas son la fiscal y la monetaria. En palabras gruesas y adaptadas a los tiempos que vivimos: cómo manejar el gasto público y qué hacer con la moneda en este caso única y de 19 países.
Y si algo está claro en este momento es que países como España o Italia no están para muchos gastos, con una deuda acumulada que supera el 100% de su propia producción en todo un año, y tampoco pueden hacer nada con una moneda que no les pertenece. Así que la única alternativa para el hundimiento económico que debería venir en 2020 se llama Europa. Pero Europa ahora sí está aquí. Porque Europa puede aportarnos el caudal de fondos que nadie nos aportaría de ir solos, y porque Europa es la depositaria del euro y de todas las políticas y préstamos que se pueden asociar a él.
Si algo se echó de menos en los primeros meses de esta crisis fue, precisamente, a Europa. Los dirigentes de cada país iban por libre, haciendo manifestaciones (sobre todo los del norte) para consumo interno, y generando una ola nociva de desafección y miedo al futuro. Mientras tanto, las bolsas se desplomaban, perdiendo algunas más de un tercio de su valor, y las primas de riesgo de los países del sur iban subiendo poco a poco.
Por momentos parecíamos regresar a 2008, que acabaron llevándonos, en aquel año y los siguientes, a pagar por nuestra deuda intereses de un 4, un 5 o hasta un 6% más (650 puntos de prima de riesgo, en terminología técnica) que la alemana. Esto era grave entonces (todos recordamos cómo nos afectó aquella crisis), pero ahora, que debemos el doble que hace doce años, hubiera sido doblemente grave. Más bien, sería sencillamente imposible de asumir y acabaríamos en la bancarrota.
Por suerte, algo ha pasado en Europa a lo largo del mes de mayo. Las declaraciones estrambóticas de algunos líderes del norte, negándose a la solidaridad, han cesado (al menos en público), y el asunto de la política fiscal y la política monetaria parecen encauzados. ¿Resultado? La prima de riesgo española está en mínimos. Nunca habíamos pagado tan poco por la Deuda Pública…y en medio de la mayor crisis que hubiéramos podido imaginar hace unos meses, pagamos hoy por nuestra deuda casi los mismos (y mínimos) intereses que los propios alemanes.
El milagro lo operaron, primero, decisiones en el ámbito de la política fiscal, o sea, en lo de gastar. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, tomó la iniciativa y propuso la implementación de un Plan Europeo de Reconstrucción que se concretaría en 500.000 millones de euros en transferencias y otros 250.000 en préstamos para ayudar a salir adelante a los estados. España se puede llevar de ahí unos 75.000 millones en dinerito y otros 60.000 en préstamos. Semejantes cantidades no nos sacarán por sí solas de la crisis, pero ayudar, ayudarían mucho. Su montante puede significar aproximadamente un 10% del PIB (o sea, la suma de todo lo que que producen los españoles en aproximadamente 35 o 40 días).
Europa nos va a regalar o a prestar a bajo interés una nómina y pico… y eso es mucho. Los inconvenientes o dificultades. El primero es que los detalles se tendrán que perfilar a lo largo de las próximas semanas, y todavía pueden surgir problemas. El segundo es que nos tenemos que comprometer antes de octubre, con un documento firmado y rubricado, a realizar reformas que justifiquen esa ayuda. Por ejemplo, cambios en el mercado laboral, y da la sensación de que en Europa están pensando en reformas diferentes de las que planea el ejecutivo español. Pero, bueno, dejemos eso por el momento: se supone que tenemos tiempo para negociar y arreglarlo.
Ya teníamos la política fiscal, pero nos faltaba la segunda pata, la monetaria, y la presidenta del BCE (Banco Central Europeo) la asentó firmemente. La misma Christine Lagarde que en marzo aseguró que ella no estaba aquí para «evitar que suban las primas de riesgo», se comprometió ayer a aportar 600.000 millones de euros en su plan de compras de deuda. Y si algo se ha ganado en los últimos años el BCE es crédito, es decir, independencia. Frente a la inoperancia de los gobiernos y su «Consejo Europeo», el BCE tiene capacidad y dirección suficientes para tomar decisiones rápidas y efectivas. Lo que hasta ahora se dudaba es que tuviera voluntad. Pero Lagarde en su comparecencia de primeros de junio lo ha dejado claro: «hará todo lo necesario». Esto es posible también porque el BCE se ha independizado en los últimos años de los criterios del antes todopoderoso Banco Central alemán, que está tradicionalmente obsesionado con la inflación y que, por lo tanto, no hubiera estado dispuesto, de ser él el que tomase la decisión, a financiar deuda que disparase precios.
Pero el entorno actual, en el que más que a la inflación, hay temor a descensos de precios que condenen a los ya de por sí condenados deudores, Lagarde ha ganado poder y capacidad de decisión. Podemos contar, por tanto, con el respaldo del BCE si hay que endeudarse más, y podemos contar con que será a precios bajos.
Así que estamos en junio con unas perspectivas económicas desastrosas, pero con Europa comprometida en acudir al rescate (sin necesidad de «rescatarnos») entiéndase bien. Cómo se vaya a hacer y cómo encaje eso con las políticas internas… ya será otro cantar, porque hay muchas piezas que colocar en el puzzle a lo largo del verano, y no puede faltar ni una (por ejemplo, unos presupuestos creíbles) para que podamos recibir los fondos. Estos presupuestos en España y en toda Europa deben ser de reconstrucción y no de destrucción como pretenden algunos; no hay elecciones hasta dentro de 4 años puesto que la legislatura va a empezar a andar. Calma y gestión que pinta bien. Juntos somos más fuertes.
Francisco Villanueva Navas, analista de La Mar de Onuba, es economista y periodista financiero. @FranciscoVill87
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