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‘La prevención y la adaptación salvan vidas ante eventos meteorológicos extremos’, por Julio Barea

por Julio Barea

 

Jueves, 7 de noviembre de 2024. La terrible DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que ha azotado el este y el sur de España ha dejado al descubierto una cruda realidad: la falta de medidas efectivas de prevención y adaptación ante fenómenos meteorológicos extremos. Desde Greenpeace llevamos años demandando acciones urgentes que busquen mitigar el impacto de estas catástrofes, y que además también salvan vidas.

El cambio climático y su influencia en eventos extremos

Los estudios realizados indican que el cambio climático ha incrementado la probabilidad e intensidad de la DANA, haciendo que las precipitaciones sean un 12% más intensas y que sea hasta el doble de probable, según un análisis preliminar del World Weather Attribution. Este escenario urgente exige que la sociedad 01adopte un enfoque proactivo que combine tanto la mitigación de las causas del cambio climático, principalmente la quema de combustibles fósiles, como la adaptación a sus efectos.

La importancia de la cultura de prevención

La excesiva construcción en zonas inundables, los fallos en los sistemas de alerta y la escasa cultura de prevención han amplificado los efectos devastadores de la DANA. Es esencial revisar y fortalecer los protocolos de actuación y de alerta temprana en todas las comunidades autónomas. Ante un panorama donde los eventos extremos son cada vez más recurrentes y mortales, es fundamental que la ciudadanía y las administraciones estén preparadas para reaccionar ante emergencias.

La formación en medidas de autoprotección puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte en situaciones críticas. Aprender cómo actuar en este tipo de eventos, identificar zonas de riesgo y conocer los recursos disponibles son pasos cruciales para cualquier persona que desee protegerse a sí misma y a su comunidad.

Adaptación a corto y medio plazo

Greenpeace demanda la implementación de medidas concretas a corto y medio plazo para reducir la vulnerabilidad de la población. Algunas de estas pueden incluir la renaturalización y el mantenimiento de cauces naturales de ríos, riberas y ramblas, así como la creación de zonas de alivio en ríos ya canalizados. También se promueve el uso de pavimentos permeables/drenantes y otros sistemas que reduzcan el agua que discurre por la superficie, ayudando a gestionar las precipitaciones de manera más efectiva.

Entre las soluciones recomendadas se destacan las Soluciones Basadas en la Naturaleza, que actualmente están ausentes en más del 95% de los municipios españoles. Estas estrategias incluyen la creación de espacios verdes, jardines de lluvia y lagunas temporales que ayudan a absorber y filtrar las aguas de lluvias intensas, evitando así inundaciones catastróficas.

La planificación urbana como clave para la adaptación

La planificación urbana debe evolucionar para enfrentar la emergencia climática. Esto implica establecer estrategias y planes de gestión de riesgos que garanticen una respuesta rápida y eficaz ante situaciones de emergencia. No podemos ignorar la realidad de que muchas infraestructuras han invadido históricamente el dominio público hidráulico, lo que ha multiplicado los daños y las pérdidas humanas durante eventos climáticos severos.

Las viviendas ubicadas en zonas inundables necesitan recibir alertas inmediatas ante el riesgo de inundación, y es imperativo eliminar progresivamente la construcción en estos espacios vulnerables. Los ríos que ya están canalizados deben integrarse en la planificación de infraestructuras, creando áreas de alivio o desbordamiento para reducir la presión del agua y minimizar el daño en caso de avenidas de agua.

Renaturalización y la necesidad de un enfoque integral

La renaturalización de ecosistemas como humedales y llanuras de inundación es otra estrategia vital para mitigar el impacto de lluvias torrenciales. Estos espacios no solo ayudan a ralentizar el flujo del agua, sino que también estabilizan los terrenos, limitando así el arrastre de los sedimentos y materiales que pueden ser transportados por las corrientes.

Es fundamental que todas estas medidas se integren en un marco estratégico de adaptación basado en los riesgos actuales y futuros, así como en las realidades ambientales y socioeconómicas locales. La adaptación no es únicamente una cuestión técnica o científica; es una necesidad urgente que requiere la participación activa de todos los sectores de la sociedad.

Conclusiones: Mitigación, prevención y adaptación

Mitigación, prevención y adaptación no son solo términos abstractos, sino componentes esenciales de una estrategia coherente para combatir los efectos devastadores del cambio climático. La acción colectiva y la voluntad política son cruciales para garantizar la seguridad y el bienestar de las personas. Las lecciones aprendidas de cada tragedia deben convertirse en motores de cambio hacia un futuro más seguro y resiliente. Al final, la inversión en prevención y adaptación es, ante todo, una inversión en vidas humanas.

En tiempos de crisis climática, no podemos darnos el lujo de esperar. La fatalidad de un desastre puede ser atenuada, si actuamos ahora. La protección de la ciudadanía debe ser la prioridad absoluta, y es responsabilidad de cada uno de nosotros garantizarla.

Julio Barea Luchena es Doctor en Geología, especialidad de Hidrogeología, Ingeniería Geológica y Geología Medioambiental, por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Gestión y Tratamiento de Residuos por la Universidad Autónoma de Madrid. Responsable de campañas de Consumo y Biodivesidad. 
@JulioBarea

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