Viernes, 11 de octubre de 2024. Nacieron y crecieron en un mundo digital y las pantallas son su idioma natural; están a punto de llegar a los 18 años…El término “Alfa” fue acuñado por el investigador Mark McCrindle, quien explicó que se ajusta a la nomenclatura científica del alfabeto griego (en lugar del latino) porque no tenía sentido volver a la A, dado que constituyen la primera generación nacida completamente en el siglo XXI y, por tanto, representan el inicio de algo nuevo, no un retorno a lo antiguo.
Viendo los programas educativos de colegios de la Unión Europea, de los Estados Unidos e incluso de lo que nos llega de potencias asiáticas, excepto China, se ve que se estudia muy de manera tímida por las entidades del sistema financiero y organismos reguladores globales de la economía. Ahora, tras la pandemia y en un entorno de recortes paulatinos de tasas de interés, uno de los temas de tendencia del ecosistema financiero, se centra en brindar consejos y herramientas para fortalecer la educación financiera de la comunidad.
Claramente, una adecuada educación financiera mejora la toma de decisiones de ahorro e inversión, lo que coadyuva a alcanzar las metas económicas personales y familiares. Por el contrario, la ausencia de este tipo de educación muy probablemente conduzca a decisiones erráticas tanto a nivel financiero (sobre-endeudamiento, descapitalización) como a nivel personal (frustración, estrés, conflictos familiares).
De acuerdo con la prueba de educación financiera dentro del Programa PISA más reciente (2022), tomada a jóvenes de 16 años, generación Alfa pura, y que están muy cerca de terminar la secundaria y que evalúa el conocimiento y comprensión de conceptos y riesgos financieros, se observan mejoras en los resultados que alcanzaron los estudiantes europeos respecto de la encuesta de 2018.
Aun así, la mayoría de encuestados declara no estar familiarizado con términos financieros básicos y, si bien han realizado actividades relacionadas con la planificación y el uso del dinero en la escuela, estas no son continuas. En este contexto, no nos debe sorprender que, en el transcurso del tiempo, las deficiencias en la educación financiera terminen generando errores materiales en las decisiones de ahorro e inversión.
Un primer ejemplo se centra en el destino de los fondos ahorrados retirados en los últimos años. Así, una falta de entendimiento del fin de estos fondos ha ocasionado que sean destinados, en buena parte, a consumo corriente o actividades de escasa rentabilidad (emprendimientos con un alto nivel de riesgo, por ejemplo) y que prácticamente se hayan agotado para el 70% de los ahorradores que efectuaron retiradas de capital.
Un segundo caso se basa en la inversión en activos financieros sin conocer adecuadamente los riesgos involucrados ni los horizontes de inversión recomendados. Así, durante el 2007, el alza vertiginosa de precios de las acciones locales invitó a muchos a invertir en las mismas ya sea directamente o vía un fondo mutuo, sin ponderar de manera adecuada su riesgo y con un horizonte cortoplacista.
La caída de los precios de las acciones locales al año siguiente dejó a muchos desencantados de invertir, pese a que buena parte de la frustración fue ocasionada por la subestimación del riesgo y la ausencia de diversificación. Al respecto, más recientemente, varias personas vieron comprometidos buena parte de sus ahorros de “toda una vida”, invirtiendo en fondos de inversión sin la adecuada comprensión del nivel de riesgo que asumían y solo guiándose por los referidos que también invertían en el fondo. Ello constituye un claro ejemplo de la ausencia de diversificación, factor clave en la dilución de los riesgos.
Un tercer episodio tiene que ver con la reciente acogida de estructuras piramidales por simple empatía con el vendedor o con el mensaje que se ofrece. Ello podría terminar con una pérdida importante del capital ahorrado. Al respecto, una de las recomendaciones básicas de las finanzas consiste en, al menos, sospechar de las “altas rentabilidades” de inversiones si no se entiende su origen y el riesgo que acarrean.
Un cuarto factor se centra en estar alertas respecto de recomendaciones financieras erróneas o publicidad ambigua. Hace poco, un gerente de productos de inversión de un banco grande recomendaba depósitos bancarios a 6 meses o 1 año en lugar de mayores plazos dado que “sus tasas eran mayores”, ignorando el riesgo de reinversión en una coyuntura de tasas a la baja. Adicionalmente, una aseguradora grande prometía una tasa de interés (promedio anual) para un producto de inversión de renta variable sin explicar a los clientes sobre sus riesgos.
¿Qué hacer frente a esto? Se necesita difundir conocimiento, desarrollar habilidades y crear confianza desde los primeros años de la educación. La ausencia de una educación temprana adecuada hace muy difícil hacer “el catch up” o ponerse al dia en reparar fracasos financieros y malas decisiones. Con ello, es clave que, se entiendan los conceptos financieros más básicos en oposición a brindar directamente explicaciones sobre productos bancarios más sofisticados.
Específicamente, conocer qué es el tipo de interés, tasa de cambio, fines del banco central, cómo funcionan los mercados financieros sirve más como punto base para luego explicar las especificidades de un fondo mutuo o un depósito bancario. Muchos de estos conceptos pueden ser vertidos de manera lúdica a edades tempranas.
Asimismo, la generación de confianza por parte de las entidades del sistema financiero (bancos, fondos mutuos, seguros) es fundamental para entender mejor los riesgos y las rentabilidades de los distintos productos ofrecidos y construir métricas de comparación (rentabilidades ajustadas por riesgo, por ejemplo) que hagan más sencilla la toma de decisiones. Ahora que las tasas de interés están en pleno ciclo bajista, la necesidad de gestionar eficientemente los ahorros se vuelve prioritaria.
Francisco Villanueva Navas, analista de La Mar de Onuba, es economista y periodista financiero @FranciscoVill87
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