Que somos una sociedad de dura cerviz no se le escapa a nadie. Cada día, siempre hay alguien que se encarga de recordarnos que somos tontos. Da igual dónde y cómo lo compruebe. A través de la tele, la radio, periódicos, internet… Las posibilidades son infinitas. Todos los días somos testigos de cómo un grupo numeroso, especialmente jóvenes, celebran botellones con sus amigos, o abarrotan un local de fiesta, o celebran un éxito deportivo, o acuden a celebraciones familiares multitudinarias; con sus besos, abrazos y demás muestras de cariño y afecto. Sorprende también verlos caminar por las calles sin mantener la distancia de seguridad y sin las medidas mínimas de protección. Algunos, parece que los más doctos, sí llevan la mascarilla. Eso sí, usada como bufanda o codera. Ya saben, tienen que mostrar al mundo que son hermosos. Si usted se lo recrimina, puede ser insultado o peor aún, agredido. No sería la primera vez… Así que muchas veces, lo mejor es pasar de largo y evitar el contacto con estos descerebrados.
Imagen del grupo reunido en el basurero de Coatbridge, North Lanarkshire – Instagram
Hay veces que soy incapaz de comprender en qué están pensando estas personas. ¿No han aprendido nada durante este tiempo? ¿No son conscientes de los más de 30 000 fallecidos en España? Aún me río cuando alguien pronosticaba que saldríamos mejores de esta crisis. El problema, quizá, es que, en el caso de una nueva oleada, los más perjudicados son las personas mayores. Por supuesto, los jóvenes aún no conocen el significado de empatía. Creen que la capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos es aparcar el coche en el sitio de las personas con discapacidad. Ellos aseguran que durante el confinamiento se quedaron en casa. Pero en realidad, quedarse en casa fue una fiesta. Sin clase, sin responsabilidades, jugando a la consola, cantando el Resistiré a pleno pulmón, ligando con aplicaciones móviles y disfrutando con los aplausos de las ocho de la tarde. Ahora, continúan el jolgorio. A celebrarlo embriagándose. Todos sabemos que, si las personas más débiles frente al virus fueran los jóvenes, nuestros mayores se hubieran quedado en casa sin rechistar. Pero estos mozalbetes sin vergüenza, no pueden plegarse a la salud de todos. Primero ellos, después ellos, y por último, ellos.
Es lo que hemos creado y criado. Niñatos malcriados, egoístas y déspotas. Una generación de memos que tienen todo, incluso antes de pedirlo. Ahora, los padres, somos incapaces, no ya de exigir, sino de pedir a nuestros hijos que mantengan la distancia de seguridad o, que sencillamente, se pongan la mascarilla. ¿Qué les importa que haya rebrotes? Ellos tienen derecho a divertirse. Tienen derecho a sus vacaciones. Si este virus mata a los viejos y a los enfermos, no es su problema. Bastante sacrificio hicieron quedándose en casa durante el confinamiento. Estaría bien que alguien les recordara que el confinamiento fue obligado. A partir de ahora es cuando deben demostrar que son adultos y responsables. Difícil papeleta para esta generación irresponsable. Por supuesto, nuestros gerifaltes, solo tienen una forma de proteger a los mayores, imponiendo sanciones. ¿Para qué vamos a gastar, o malgastar, nuestras energías en educar? Es, sencillamente, descorazonador ver a esta generación derribar cada día todos los ladrillos del hogar que formaron nuestros padres.
Esta semana tenemos una nueva propuesta musical. Se trata de @LaFlow. Su canción regalo de hoy es Supalonely. Con todos ustedes: ¡Benee con Gus Dapperton!
Piensen.
Sean buenos.
Sea el primero en desahogarse, comentando