Viernes, 23 de junio de 2023. Según el historiador estadounidense Thomas E. Hachey, la idea de neutralidad irlandesa forma parte de su «identidad nacionalista, del mismo modo que la Iglesia católica y el idioma gaélico» (La Croix, 8 de marzo de 2022). Sin embargo, es fácil comprobar que esa realidad se precisó en el tiempo más bien mediante otros procesos históricos de la sociedad irlandesa.
La neutralidad quedó colectivamente enraizada entre la mayoría de los irlandeses durante las movilizaciones del período de la Primera Guerra Mundial, cuando –años antes de la independencia– los reclutamientos militares forzosos llevados a cabo por Londres coincidieron con el auge de la rebelión independentista. Una mezcla que resultó históricamente explosiva.
«Más de 200.000 soldados irlandeses lucharon y casi 30.000 cayeron en la Gran Guerra» (*A pocket history of Ireland, Joseph McCullough, 2010). De modo que el estallido de la 1ª Guerra Mundial llegó en plena lucha y debate furioso por la autonomía o la independencia.
El año anterior (1913) Dublín ya había vivido un durísimo conflicto aparentemente sólo sindical: decenas de miles de trabajadores se enfrentaron durante medio año a la extensión de los cierres patronales, en un país en el que las condiciones sociales de la inmensa mayoría configuraban un régimen colonial que no proclamaba su nombre.
La represión fue intensa. Tuvo lugar el primer Bloody Sunday, centenares, quizá miles, de niños pobres fueron enviados a Inglaterra para que pudieran sobrevivir… frente a la oposición de la Iglesia católica, que no quería que fueran educados en hogares protestantes. Mientras, los huelguistas, encabezados por el sindicalista Jim Larkin, se enfrentaban a los esquiroles que desembarcaban en Dublín procedentes de Inglaterra y Gales.
Fueron seis meses invernales en los que muchas personas de las clases más castigadas por la miseria murieron de hambre y frío.
Al año siguiente, el largamente discutido Home Rule (régimen de autogobierno) entró en vigor. Exactamente, el 18 de septiembre de 1914.
Poco antes Alemania había invadido otro país, Bélgica, que antes se había declarado neutral, de modo que el gobierno británico –implicado en aquel conflicto armado entre potencias imperiales– decidió suspender casi de inmediato el discutido y limitado Home Rule, apenas cuatro semanas después de hubiera entrado en vigor.
En gran parte, la idea de neutralidad irlandesa surge del rencor antibélico y antibritánico de entonces.
Tres años después (1916), en plena Priemra Guerra Mundial, emergió la llamada Easter Rising (rebelión de Pascua). Varios líderes de dicha revuelta armada terminaron fusilados, entre ellos John Connolly, fundador del Irish Socialist Republican Party, quien de algún modo había enlazado su implicación en el movimiento sindical de 1913 con la creación del Irish Citizen Army (ICA, otro de los gérmenes del IRA posterior). El ICA había surgido en su día como grupo de autoprotección de los huelguistas (*A short history of Ireland, Martin Wallace, 1973).
Alemania intentó enviar armas a los rebeldes. Un buque alemán, en el que viajaba Thomas Clarke, otro de los líderes de la revuelta, fue hundido. Clarke sería fusilado unos días antes de que John Connolly, ya muy herido, sufriera el mismo destino.
Durante la Easter Rising (Rebelión de Pascua), la intervención de las tropas británicas fue durísima. El centro de Dublín quedó parcialmente destruido. De algún modo, el impacto emocional en las clases urbanas irlandesas fue similar al que hayan podido tener los habitantes de Kiev ante los bombardeos rusos. Como en el caso de Moscú y Kiev, en Dublín y Londres muchos lazos culturales, personales y emocionales se rompieron.
Y esa destrucción tuvo lugar cuando unos doscientos mil reclutas irlandeses combatían en el ejército británico en la simultánea guerra de trincheras que tenía lugar en los frentes de Francia y Bélgica. La opinión pública irlandesa se sintió traicionada por Londres y muchos derivaron hacia la demanda de independencia neutral, ante una guerra exterior que consideraron ajena.
Todo lo anterior está detrás de la idea histórica de neutralidad que se conformó en Dublín durante el siglo veinte. Después, la Irlanda ya independiente se negó a tomar parte directa en la Segunda Guerra Mundial. Tampoco se adhirió a la OTAN durante la guerra fría, aunque sus gobiernos estuvieran en manos de nacionalistas conservadores anticomunistas.
No obstante, aunque el presidente Eamon de Valera resistiera las presiones de Winston Churchill para formar parte de los aliados, Irlanda practicó lo que el citado McCullogh llama a lopsided neutrality (una neutralidad asimétrica o desequilibrada).
Porque en la Segunda Guerra Mundial hubo decenas de miles de voluntarios irlandeses entre los aliados y Dublín fue testigo pasivo de la presencia de enormes contingentes de tropas estadounidenses en Irlanda del Norte, que siguió –y sigue– siendo territorio británico. Además, toda la opinión pública de Irlanda (norte y sur) vivió con solidaria angustia los terribles bombardeos de la Luftwaffe sobre Belfast.
Algunos han descrito el modelo de Irlanda como neutralidad geográfica diferente a las de Suiza, Austria, Suecia o Finlandia. El historiador Pierre Joannon lo explica también «por la división y partición de Irlanda en 1921», que sucedió cuando el país se convirtió en independiente, pero se vio obligado a seguir en la Commonwealth. La voluntad colectiva resultante implicaba oponerse a las guerras «de Londres» que periódicamente sufrían los irlandeses como guerras ajenas o impuestas. Sucesivos reclutamientos masivos reforzaron esa idea.
Por el contrario, en el lado positivo, quizá durante la Segunda Guerra Mundial la neutralidad contribuyó a aplacar «las brasas mal apagadas de la guerra civil» irlandesa que tuvo lugar entre junio de 1922 y mayo de 1923, afirma Joannon.
Irlanda es un país, una isla pequeña, siempre invadida –una y otra vez, durante siglos– por los ejércitos de la gran isla vecina (Gran Bretaña).
Pero su neutralidad ha sido «suficientemente elástica como para adaptarse a las circunstancias», señala un editorialista del Irish Times. Irlanda ha compatilizado su singular estatus neutral con la autorización de paso de los aviones y contingentes de Estados Unidos en dirección a Irak (en 2003), preocupándose al mismo tiempo por enviar sus tropas como cascos azules de Naciones Unidas a diversos lugares (Líbano, varios países africanos, etcétera).
Irlanda también está integrada en el esfuerzo común de la UE para crear un sistema de seguridad europeo común (European Union Common Security and Defence Policy), al mismo tiempo que forma parte del diluido Partenariado por la Paz (Parnertship for Peace) con la OTAN.
La neutralidad en otros países europeos
Entre los países europeos declarados históricamente neutrales, el debate sobre sus distintos modelos de neutralidad se ha reanimado al ritmo creciente de los combates en Ucrania.
Finlandia es ya miembro de pleno derecho de la OTAN (desde abril), Suecia está a la espera de que Turquía levante su veto a la petición de Estocolmo de convertirse en un socio más de la Alianza Atlántica.
En Austria, la neutralidad permanente fue aprobada por su parlamento en 1955. Su origen está en el acuerdo que puso fin a la ocupación cuatripartita de aquel país (por parte de EEUU, la URSS, el Reino Unido y Francia), tras la Guerra Mundial. Ese carácter neutral provocó polémicas al acceder Austria a la Unión Europea (en 1995, junto a Finlandia y Suecia).
Hace tres meses, los diputados ultraderechistas del Freheitliche Partei Österreichs (Partido de la Libertad de Austria) boicotearon una sesión parlamentaria para protestar contra la intervención como invitado del presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky.
Por su parte, Suiza denunció la invasión rusa de la frontera ucraniana como «una violación flagrante del derecho internacional». La Confederación Helvética ha apoyado las sanciones europeas contra Rusia; pero al mismo tiempo –una de cal y otra de arena– ha prohibido la exportación de armas hacia Ucrania.
En general, la ciudadanía suiza mantiene en sus genes políticos su estatus de neutralidad perpetua [sic] que emana de una declaración del Congreso de Viena (marzo de 1815), que puso fin al período napoleónico. Un texto ratificado ocho meses más tarde mediante el Tratado de París (noviembre de 1815).
Una neutralidad siempre adaptable
Entre los países europeos tradicionalmente «neutrales», queda también Irlanda. Nos queda el debate irlandés sobre su distinto (y menos prolongado en el tiempo) modelo de neutralidad.
Según The Guardian (19 de junio), la llegada de refugiados ucranianos y la percepción de buques y submarinos rusos en torno a Irlanda, así como el impacto de ataques de piratas informáticos a instituciones irlandesas sospechosos de tener su origen en la Federación Rusa, influyen en el debate irlandés. En febrero, se informó de «maniobras» navales rusas en el suroeste de la isla.
Irlanda ha enviado armas a Ucrania, pero según se establece oficialmente únicamente armamento no letal.
El primer ministro (Taoiseach) Leo Varadkar dijo en marzo que Irlanda sigue siendo militarmente neutral y que seguirá estando ausente de cualquier alianza militar, aunque añadió que eso no implicaba que fuera «políticamente neutral» ante la invasión rusa y la guerra en Ucrania.
Cualquier cambio en el estatus neutral «exigiría un referéndum», han reiterado las autoridades irlandesas, que añaden siempre que su país sostiene «los valores democráticos de la UE».
Estos días se reúne en Cork, Galway y Dublín, un múltiple foro de debate (consultative forum) con expertos, ciudadanos, académicos y funcionarios para valorar diversos puntos relativos a la seguridad del país, incluido su estatus de Estado neutral.
Según el Sinn Fein, el Consultative Forum es sólo «un intento flagrante que intenta socavar la neutralidad irlandesa».
En unas declaraciones inhabituales, el presidente de la República de Irlanda, Michael D. Higgins ha ido en el mismo sentido. Ha advertido al gobierno por esa iniciativa. «Es una deriva», según el presidente Higgins, «hacia la agenda de otros».
Higgins ha pedido disculpas después tras calificar también a Louise Richardson de «Dama del Imperio Británico». Richarson preside el cónclave convocado por el gobierno de Dublín y en su curriculum figura como exvicecanciller de la Universidad de Oxford y miembro de la Carnegie Foundation.
Pero el carismático presidente irlandés ha ido esta vez bastante más lejos al decir que el gobierno «juega con fuego» al sugerir públicamente la posibilidad de que Irlanda termine uniéndose a la OTAN.
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