Activistas de la organización piden responsabilidad a los accionistas: que paren de acrecentar la grave crisis climática y que empiecen a pagar por los daños causados.
Con emisiones declaradas que suponen ya el 62% de todo el Ibex, Repsol es la empresa española más contaminante y está entre las 50 peores del mundo. Pero, lejos de detenerse, en el último año, aumentó un 9% la extracción de petróleo y el 82% de sus inversiones para el futuro siguen vinculadas a los fósiles.
Greenpeace pide más impuestos sobre las compañías energéticas como Repsol para financiar la transición y los perjuicios causados.
Lunes, 13 de mayo de 2024. Coincidiendo con la celebración, el pasado viernes, de la Junta General de Accionistas de Repsol, un grupo de activistas de Greenpeace se desplazó al Palacio Municipal de Congresos de Madrid para recordar el daño que provoca, en la salud, el medioambiente y la seguridad general, el modelo de negocio de la empresa, basado en el petróleo y el gas. Greenpeace colocó el mensaje “REPSOL: CULPABLE Nº 1 DE LA CRISIS CLIMÁTICA” en la puerta principal de acceso, para alertar a los accionistas que se acercaban a la Junta sobre las graves consecuencias de la extracción, transformación y venta de petróleo y gas que genera su empresa. Como muestra, un botón: hemos pasado el undécimo mes consecutivo más cálido registrado nunca, según datos del Servicio de Cambio Climático Copernicus. A Repsol no le interesa que se conozca públicamente la destrucción que genera la empresa e intentaron retirar, con cierta violencia, a los activistas de la organización.
Y es que Repsol, pese a su marketing de empresa sostenible, sigue siendo, año tras año, el primer generador de cambio climático de España. Según un informe del Observatorio de Sostenibilidad la petrolera es responsable del 62% de las emisiones de todas las empresas del IBEX35, seguido de lejos por Naturgy (15%), Iberdrola (7%) y Endesa (4%). Además, otro informe de InfluenceMap, que analiza la responsabilidad histórica de las mayores corporaciones fósiles en la crisis climática, muestra que Repsol se sitúa entre los primeros 50 mayores contaminadores mundiales desde la revolución industrial (1854–2022).
Josu Jon Imaz, CEO de Repsol, presentó ese día a su accionariado los resultados de la compañía. Mientras este año volvemos a batir récord de temperaturas y hemos sufrido los peores efectos de la crisis climática hasta la fecha, el CEO afirma que, en 2023, la compañía mantuvo un “buen” comportamiento con unos resultados ajustados de 5.011 millones de euros y una retribución a sus accionistas que ascendió a 2.460 millones de euros. Poco parece importarles la destrucción de la naturaleza y los daños humanos que está causando la emergencia climática, generada principalmente por los combustibles fósiles, como las más de 70.000 muertes en Europa en 2022 por calor, a los desastres provocados por la sequía, las inundaciones o los incendios.
Imaz también presentó en la Junta su plan estratégico 2024-2027, reiterando sus objetivos, de cara a 2030 y 2050, de seguir proporcionando energía fósil de manera “segura” y “barata”. Greenpeace considera cínica la manera en la que el CEO emplea estos conceptos, en un contexto en el que millones de familias luchan para pagar el aumento de los precios de la energía y, sin embargo, su compañía acumula beneficios extraordinarios, trimestre a trimestre, y amenaza con abandonar el país si le suben los impuestos. Pero la realidad es tozuda y desmiente a Imaz y a Repsol, porque la mejor alternativa, las energías renovables y ciudadanas, proporcionan una energía más segura, democrática y más barata frente a la inseguridad climática y a la volatilidad especulativa ligada a la extracción y quema de combustibles fósiles.
Ante tales planes, Greenpeace pretende hacer una pregunta hoy en la Junta para recordarle que ni su creatividad contable con las emisiones ni sus falsas soluciones nos van a sacar de la crisis en la que nos encontramos. “La realidad es que el actual modelo de negocio de Repsol es un muerto viviente, no va ser rentable muy pronto y no tiene cabida en el futuro renovable, descentralizado y ciudadano”. Y no es la única organización de la sociedad civil que, desde dentro de la Junta, está cuestionando hoy el modelo de Repsol. En la misma línea se han personado para pedir explicaciones y responsabilidad otras organizaciones como Oxfam Intermón o la Fundación Finanzas Éticas.
Los beneficios de Repsol provienen al 99% de sus negocios de extracción, refino y comercialización de petróleo y gas. Extrajo, de media, 599.000 barriles al día de petróleo y gas, un 9% más que en 2022. Esto equivale al 60% del consumo de petróleo y gas de España. La compañía pretende mantener este nivel de extracción al menos hasta 2030, apostando especialmente por nuevos pozos en EE.UU que emplean el fracking para la extracción de gas y petróleo. (Prohibido en España y en muchos países de Europa, es una técnica particularmente agresiva, sucia, cargada de emisiones y con gran consumo y contaminación de agua).
“¿Qué va a hacer Repsol para cumplir el mandato de la comunidad internacional en la COP28 de dejar atrás los combustibles fósiles? En vez de disimular su responsabilidad con marketing y greenwashing, Repsol debe dejar de perforar y empezar a pagar por los daños y consecuencias climáticas de su actividad.», recuerda Francisco del Pozo Campos, responsable de la campaña de Combustibles Fósiles de Greenpeace España.
El presidente de Repsol, Antonio Brufau, en un intento de tranquilizar a sus accionistas (que ven cómo las inversiones pierden valor), augura larga vida a los combustibles fósiles, “mínimo hasta 2100”. Por ello la compañía sigue invirtiendo en nuevos pozos en EEUU, México, Brasil y Libia. Mientras, paradójicamente, a la vez defiende que es posible descarbonizar los hidrocarburos fósiles reduciendo progresivamente sus emisiones en la extracción, transporte, refino y distribución de petróleo y gas. Pero sobre las emisiones fundamentales, que no nombra (las de la quema de combustibles, en torno al 80% del total), la compañía responsabiliza al consumidor, no a ellos.
Hasta el 82% de sus inversiones para el futuro siguen vinculadas a los fósiles y sólo una proporción ínfima de la energía distribuida por la compañía es de renovables, aunque de éstas últimas alardee especialmente. Esto contrasta aún más con los planes y acuerdos que se toman a nivel internacional. Por ejemplo, la Agencia Internacional de la Energía ha calculado que no se deben abrir nuevas infraestructuras de extracción de petróleo y gas, ya que sólo con la vida útil de las existentes ya estaríamos en riesgo de superar el calentamiento global a 1,5ºC.
También el CEO ha reiterado su compromiso con los biocombustibles, como una de las líneas de negocio de la compañía para la descarbonización. Greenpeace no confía en sus falsas soluciones como esos biocombustibles. De hecho, junto con CECU y Ecologistas en Acción, la organización ha presentado, hace menos de un mes, denuncias ante la Dirección General de Consumo y ante la CNMC, por la comunicación parcial y/o engañosa sobre sus biocombustibles. Los informes periciales concluyen que Repsol oculta la deforestación y demás impactos ambientales y sociales provocados para la producción del aceite de palma que se utiliza para la fabricación de sus biocombustibles. El aceite de palma que utiliza no es sostenible y no reduce las emisiones de gases de efecto invernadero respecto al combustible fósil convencional.
Greenpeace ha puesto en marcha una recogida de firmas para que la ciudadanía pueda sumarse y demandar a Repsol, y al resto de compañías de combustibles fósiles, que cesen el su uso y que paguen por los daños humanos y ambientales causados.
FUENTE: Greenpeace España
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