El martes 19 de junio de 2018 la delegación de Estados Unidos se ha retirado del Consejo de Derechos Humanos de la ONU (CDH), acusando a la institución de hipocresía y de estar en contra de Israel.
“Adoptamos esta medida porque nuestros compromisos no nos permiten formar parte de una organización hipócrita y que sirve sus propios intereses, y que ha convertido a los derechos humanos en un sujeto de burlas”, ha manifestado ante la prensa de Washington la embajadora estadounidense en la ONU, Nikki Haley, a quien acompañaba el secretario de estado, Mike Pompeo. “Durante mucho tiempo –ha añadido- el Consejo de los Derechos Humanos ha protegido a los autores de violaciones de esos derechos y ha sido una cloaca del partidismo político”.
Para ser totalmente fieles a la verdad, es cierta la denuncia de la embajadora Haley, respecto a que en el Consejo, que está muy lejos de ser perfecto, han participado –y participan- países dictatoriales y reconocidos violadores de los derechos humanos, como es el caso actualmente de Azerbaiyán, China, Libia, Federación de Rusia, Irán o Arabia Saudí, entre otros (aunque ella olvidó mencionar a este último, aliado de Estados Unidos) que, desde el 1 de enero de 2018, forman parte de los 107 países que componen el Consejo; pero no es menos cierto que el actual inquilino de la Casa Blanca no se distingue precisamente por su respeto de los derechos humanos, especialmente cuando se trata de migrantes, y que la última de sus medidas adoptadas -la de separar a los niños de sus padres cuando son clandestinos- ha escandalizado a todo el mundo civilizado. Solo una persona tan insensible como Trump es capaz de llevar a cabo una acción de estas características.
El anuncio de la embajadora estadounidense se ha producido justamente un día después de esas críticas, y de las efectuadas por el Alto Comisario de la ONU para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad Al Hussein, contra la política “inadmisible y cruel” de las autoridades estadounidense al separar a los niños de sus padres en la frontera mexicana. Y también de que las televisiones de todo el planeta reprodujeran el desconsolado llanto de los pequeños, llamando a gritos a sus madres desde el otro lado de una reja tupida. Unas imágenes absolutamente insoportables para todos los hombres, y las mujeres, de buena voluntad que pueblan esta tierra.
Al parecer, y según opinión generalizada de los grandes diarios internacionales independientes, lo que ha motivado la retirada de Estados Unidos del CDH -que tiene la sede en Ginebra (Suiza) y se creó en 2006 para proteger los derechos humanos en todo el mundo, y que desde sus inicio ha contado con la repetida oposición de Estados Unidos, al no coincidir sus prioridades con las de este país- es el hecho de que en las tres reuniones anuales que celebra, Israel sea el único país que cuenta con un punto fijo (conocido como “el punto 7”) en el orden del día de cada una de las sesiones, ya que desde su creación artificial, hace más de 70 años, mantiene una ocupación de las tierras palestinas y un poder sobre sus habitantes que en más de una ocasión ha sido calificado de genocidio por las instancias internacionales. Y es que hace tan solo unos meses, y en otra de sus genialidades, el presidente Donald Trump decidió apoyar abiertamente una de las reivindicaciones históricas israelíes, dando por bueno que Jerusalén se convierta en la capital oficial el estado hebreo, apoyando la decisión con el traslado de su embajada desde Tel Aviv, donde se encuentra el resto de las embajadas de prácticamente todos los países que mantienen algún tipo de relación con el gobierno de Israel.
“Desde que en 2017 Donald Trump llegó a la Casa Blanca, Estados Unidos se ha retirado de la Unesco, en diciembre de 2017, ha recortado la financiación de varios de los órganos de la ONU y ha anunciado su retirada del Acuerdo de París sobre el Clima, del acuerdo nuclear con Irán y del Acuerdo de Libre Cambio Transpacífico”, recuerda la edición francesa del diario Huffington Post- lo que para Le Monde “viene a confirmar la política unilateralista y voluntariamente aislacionista de un administración Trump que no se fía de las organizaciones internacionales”.
El abandono de Estados Unidos del Consejo de los derechos humanos tampoco es algo que ocurra por primera vez. Hace doce años, el republicano George W. Bush boicoteó al CDH; el país no volvió a participar en sus sesiones hasta la llegada al poder del demócrata Barack Obama.