Siendo China una potencia de alcance mundial, su moneda cobra cada vez mayor importancia en el escenario internacional. Por ello, es importante comprender las diferencias entre el yuan y el renminbi. En realidad, el yuan y el renminbi hacen referencia a la misma moneda. La diferencia es que “renminbi” es el nombre oficial de la moneda y “yuan” la unidad de esta. Así, por ejemplo, los precios se dan en yuanes y nunca en “renminbis”. Pero para entendernos en el mundo financiero hablemos de los renminbis.
El renminbi trepó a 6.81 (Rm por dólar) la semana pasada, y logró el mayor nivel de los últimos 12 meses, superando el récord histórico del 15 de enero de 2020 (Rm 6.88,20) cuando el vicepremier Liu He selló el acuerdo estratégico con el presidente Donald Trump, denominado “Fase 1”/comercial.
La divisa china se aprecia sistemáticamente desde agosto del año pasado, después de que el Departamento del Tesoro removió su caracterización como “manipuladora monetaria”: el renminbi se valorizó entonces 1,2% en un solo día, y alcanzó a Rm 7.
Las razones de esta apreciación son ahora exclusivamente domésticas, y se deben al ingreso excepcional de capitales del mundo entero a su mercado bursátil, el segundo del sistema global (13 billones de dólares).
Por eso el stock accionario de Shanghai y Shenzen aumentó más de 10% el mes pasado. A esto hay que sumarle la recuperación prácticamente completa que ha logrado su economía, la segunda del mundo (14,1 billones/15% del PIB global) con un alza interanual del 5,6% en el tercer trimestre del año.
La expansión está encabezada por el aumento del consumo, liderado por la venta minorista o “retail”, que ha crecido 0,5% en agosto (2,5% anual), lo que representa un auge en valor de 490.000 millones de dólares.
El consumo interno cayó sistemáticamente en los últimos 8 meses, cuando estalló la pandemia; y luego entre el primero y el segundo trimestre del año, tras haberla controlado en sólo siete semanas, la economía se recuperó casi 10 puntos en menos de 90 días.
El consumo todavía muestra en agosto una disminución de 8,6% respecto al nivel récord alcanzado en el último trimestre de 2019, cuando trepó a 6,9 billones. La razón de este excepcional fenómeno fue la capacidad de gasto de una clase media de 440 millones de integrantes con ingresos comparables a los norteamericanos (35.000/45.000 anuales). Esto es lo que se ha puesto nuevamente en marcha en el tercer trimestre de 2020.
La producción industrial aumentó 5,6% en agosto, el nivel más elevado en 10 años, y superó la pauta del cuarto trimestre del año pasado, lo que implica que la recuperación manufacturera es ahora prácticamente completa.
El alza del PIB industrial se debe fundamentalmente al notable aumento de las exportaciones (11,6% intramensual) que representa medido en valor 421.690 millones. Estos datos ratifican la posición de China como la primera exportadora global (2,4 billones en 2019): cubre este año 17,2% del total mundial, cuando era 13,9% en 2019, y sólo 4% en 2001, cuando ingresó a la OMC (Organización Mundial de Comercio).
El PIB se expandiría 5,6% en el tercer trimestre y superaría los niveles de 2019 (6,9% anual) en los últimos tres meses del año, con un alza de 3% anual. Todos los sectores han superado los niveles de 2019, con un leve retraso del terciario o servicios.
Lo esencial es advertir que la economía china, precedida por la excepcional capacidad demostrada para controlar la pandemia, es ahora un sistema económico esencialmente digitalizado, que ya abarca a más de 40% del PIB, y que crece 12,2% anual.
El efecto principal de la “economía digital” (digitalización completa de la manufactura y los servicios) es que ha abreviado el ciclo del producto e intensificado la velocidad de la circulación. Esta es la causa fundamental de la notable recuperación y el aumento de sus exportaciones.
Lenovo, la mayor empresa manufacturera de computadoras del mundo, es un ejemplo paradigmático de esta situación: 1 de cada 8 laptops del sistema global son producidos en sus fábricas y ha colocado 162 millones de unidades en 140 países en el segundo trimestre del año; y todo esto lo ha hecho, ciclo del producto, cuando tarda 10 días desde que comienza el diseño en sus 60 plantas de la República Popular hasta llegar al domicilio de sus 300 millones de clientes desplegados en los 4 extremos del planeta.
El boom de la 5-G es otro de los factores cruciales de los logros chinos en este año de la pandemia del coronavirus. La República Popular tiene ya 110 millones de usuarios 5-G (las licencias fueron otorgadas hace menos de 1 año) con más de 100 millones de terminales que cubren las 27 provincias y la totalidad de las ciudades y prefecturas. También disponen de la 5-G los puertos, redes ferroviarias y la totalidad de la manufactura, comenzando por la vinculada a la “Internet de las Cosas”. Además, disponen de la 5-G la educación y el sistema sanitario.
El núcleo de la “economía digital” es la vinculación entre las 3 grandes plataformas de Internet – Alibaba, Tencent y Baidú – y la 5-G. Este es el principal impulso al crecimiento de la Internet de las Cosas (IoT) que conectaría a más de 90 billones de sensores en 2025. La Internet de las Cosas (IoT) es la manifestación manufacturera esencial de la Cuarta Revolución Industrial, que China encabeza en el mundo junto con EE.UU.
El trasfondo de estos cambios es que la República Popular es el país más digitalizado del sistema global (840 millones de usuarios de Internet), que se convertirían en titulares de smartphones 5-G en los próximos 10 años.
Todo sorprende en China, que ha demostrado como el comunismo puede dominar el mundo.
Francisco Villanueva Navas, analista de La Mar de Onuba, es economista y periodista financiero, @FranciscoVill87
Sea el primero en desahogarse, comentando