El legado de Akira Toriyama en España: la generación ‘Dragon Ball’

Fragmento del cartel de ‘Dragon Ball: La bella durmiente en el castillo del mal’. IMDB
Portada del número 51 de la revista _Shonen Jump_ de 1984, en el que se publicó el primer capítulo de _Dragon Ball_.
Portada del número 51 de la revista Shonen Jump de 1984, en el que se publicó el primer capítulo de Dragon Ball. Wikimedia Commons
por Antonio Horno López

 

Viernes, 15 de marzo de 2024. En el vasto universo del manga y el anime, pocos nombres han resonado con tanta fuerza y admiración como el del maestro Akira Toriyama, recientemente desaparecido. Este genio creativo ha dejado una huella imborrable en la cultura popular, no solo de su país de origen sino a nivel mundial.

Akira Toriyama nació el 5 de abril de 1955 en la localidad de Kiyosu, Japón. Desde temprana edad, demostró un gran interés por el dibujo, pasión que lo llevaría a estudiar diseño gráfico en la Escuela Superior Industrial de Aichi. Después de tres años trabajando en publicidad, dejó su empleo para dedicarse a su verdadero sueño: dibujar manga. Comenzó siendo asistente de varios artistas reconocidos, incluido Kazuhiko Torishima –quien se convertiría en su primer editor–, y su debut como mangaka independiente se dio en 1978 con Wonder Island, una obra que recibió cierta atención pero que no le otorgó la fama que alcanzaría más adelante.

Su gran salto llegaría entre 1980 y 1984, con la creación de Dr. Slump, una comedia de ciencia ficción que se publicó en la famosa revista Weekly Shōnen Jump. Esta serie, que contaba las aventuras de una extraordinaria androide llamada Arale y su inventor en Villa Pingüino, fue un éxito casi de inmediato y brindó a su autor el reconocimiento que buscaba.

Tras finalizar Dr. Slump, el 20 de noviembre de 1984 entró en escena Dragon Ball, un manga de aventuras, con ciertos toques de humor, que narraba las hazañas de Son Goku y sus amigos en su búsqueda de las bolas del Dragón. La historia versionaba una de las novelas más populares de la literatura tradicional china, Viaje al Oeste (1592).

Todo Dragon Ball

A pesar de que se basaba en algo completamente desconocido para el público occidental de la época, Dragon Ball no solo fue un éxito comercial. También se convirtió en un fenómeno cultural que influyó en diferentes generaciones en todo el mundo. Prueba de ello es que además de continuar la saga, 40 años después, con Dragon Ball Super (2015-actualidad), solo durante 2023 la franquicia ha tenido unas ventas de 144 000 millones de yenes.

En el libro Dragon Ball: ilustraciones Completas, el mismo Toriyama confiesa que no se esforzó demasiado a la hora de dibujar las expresiones o la sensación de movimiento en Dragon Ball. Al ser inicialmente un manga de acción, ni siquiera se planteó hacer un dibujo muy sofisticado. De ahí que, por ejemplo, los ojos de Goku tuvieran un estilo sencillo, normalmente reservado para los personajes secundarios.

Lo mismo ocurría con su pelo, cuya forma no cambiaba independientemente de la posición del personaje –al igual que las orejas de Mickey Mouse–, un ingenioso recurso gráfico que, además de ahorrarle tiempo en el dibujo, convertiría a Son Goku y su característico cabello en todo un icono.


Akira Toriyama dibujando a Son Goku para el Vol.1 de la revista Jump-Ryu, en 1995.

Poco a poco, las aventuras del pequeño Goku empezaron a tener cierta popularidad. Entonces, Toriyama decidió hacer que creciera, básicamente para poder encajar mejor a los personajes dentro de las viñetas en las escenas de lucha. A pesar de las reticencias de su supervisor, el público de los 90 pudo ver asombrado, durante la emisión del episodio 133 del anime, cómo el protagonista pasaba de ser un niño a un adolescente. Una transformación que, más adelante, estaría acompañada de muchas otras, haciendo que el espectador creciera junto a sus personajes favoritos.

La Generación Dragon Ball
Póster de la serie original de _Dragon Ball_.
Póster de la serie original de Dragon Ball. FilmAffinity

En plena “edad de oro del anime”, la parrilla televisiva infantil de la España de los años 90 del pasado siglo estaba copada por animaciones sin una narrativa continuada, con historias configuradas a partir de gags humorísticos, golpes, atropellos y coyotes ansiosos por atrapar a un incansable correcaminos. En resumen, programas cuyo único fin era entretener a los más pequeños.

Sin embargo, gracias al barcelonés Mario Bistagne y su productora, que hicieron de intermediarios en la obtención de licencias de series de animación para los canales autonómicos, diferentes cadenas empezarían a emitir, a principios de los 90, la versión animada de la obra más conocida de Akira Toriyama, Dragon Ball.

No pasaría mucho tiempo hasta que Goku, ese pequeño héroe de traje anaranjado y extraña cola, pasara a ser un compañero constante en nuestras vidas. Sin acceso a Internet ni la existencia de redes sociales, simplemente a través del boca a oreja, explosionó en España el fenómeno cultural de Dragon Ball, en paralelo al desarrollo del “merchandising anime no oficial” –normalmente fotocopias de imágenes o dibujos hechos a partir de la serie–. Dos años después de la primera emisión, Planeta DeAgostini Cómics publicó el manga en España y algunas empresas empezaron a apostar por la franquicia, sacando bolsas de snacks, cromos y figuras de la propia serie.

A pesar de las críticas y controversias que suscitó en aquella época, Dragon Ball nos enseñó el valor de la amistad y la importancia de esforzarnos y superarnos a nosotros mismos. Volamos sobre una nube mágica, lanzamos bolas de energía al grito de “Kame Hame Ha” y visitamos mundos que, en las series emitidas hasta entonces, no habíamos conocido.

Toriyama en la academia

Sin embargo, Dragon Ball tuvo un destacado papel más allá del entretenimiento. No son pocos los que, de una forma u otra, se han visto profundamente influenciados por la obra de Toriyama en el campo profesional. Ya en 1993, dibujantes como Nacho Fernández y Álvaro López parodiaban la famosa serie en su hilarante cómic Dragon Fall. Asimismo, Abel Góngora, supervisor de animación y animador digital en el estudio nipón Science Saru, declaró que posiblemente vivir la fiebre de Dragon Ball en los 90 fue lo que realmente le motivó a interesarse por el mundo del manga y el anime.

Fuera del ámbito artístico, la serie marcó el inicio de un viaje que a muchos nos acompañaría a lo largo de toda nuestra vida. Así, yo personalmente, me vi no solo organizando cursos universitarios de anime sino que también desarrollé mi propia tesis doctoral sobre esta misma temática.

Distintos autores también han manifestado su entusiasmo por Dragon Ball en documentales, ensayos y otro tipo de publicaciones que han ido favoreciendo la difusión de la obra de Toriyama en España. Un ejemplo notable es el de Vicente Ramírez y su libro Dragon Ball: Fenómeno social, publicación que dio lugar a su tesis doctoral, donde explora las posibilidades didácticas y creativas de este manga.

También de Ramírez tenemos La Biblia de Dragon Ball y su continuación, Generación Dragon Ball, escrita por Daniel Quesada. En ellas se analizan detalladamente tanto la narrativa de la serie como sus personajes.

Otros autores, a través de entrevistas y recopilación de material original, han logrado reconstruir la historia y el impacto que supuso la emisión de la serie. Es el caso del libro Songokumanía: El Big Bang del manga de Oriol Estrada y, más recientemente, Son Goku made in Spain, de Pedro Flores, Micky Álvarez y Jordi Valero.

Estos ejemplos, y muchos otros en todo el mundo, confirman cómo la influencia de Akira Toriyama y su obra, además de trascender las fronteras de Japón, va más allá de épocas y disciplinas, dejando una marca perdurable en las generaciones pasadas y, probablemente, en las futuras. Su legado persiste no solo en cada página que dibujó, sino también en aquellos que fueron inspirados por su obra.

Antonio Horno López es doctor en Bellas Artes por la Universidad de Granada y profesor Titular del Área de Dibujo de la Universidad de Jaén. Entusiasta del manga y el anime, combinó esta gran pasión con su dedicación profesional universitaria en su tesis doctoral “Animación Japonesa. Análisis de series de anime actuales” (2014), logrando el Premio Extraordinario de Doctorado. Ha publicado numerosos artículos de investigación sobre animación japonesa en revistas especializadas nacionales e internacionales de reconocido prestigio y es autor de los libros: “Los orígenes del cine de animación japonés: De Katsudō Shashin a Astroboy” (2015) y “El lenguaje del anime. Del papel a la pantalla” (2017) editado por Diábolo Ediciones.

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