Estamos hartos de leer en los medios de comunicación oligopólicos, de dentro y de fuera de España, la grave situación de la deuda pública de España y de otros países como Grecia y Portugal; y que ha sido la excusa para los más salvajes recortes en el gasto público. Pero, ¿cuál es, en verdad, el país más endeudado del mundo? Estados Unidos.
Según datos del propio Departamento del Tesoro (Hacienda) norteamericano, en 2019 el déficit en el presupuesto estatal aumentó hasta alcanzar los 1,02 billones de dólares -billón con b-, lo que supone el primer año desde 2012 en el que el déficit público supera el billón de dólares. Mientras en 2019 los ingresos totales crecieron un 5%, los gastos lo hicieron en un 7,5%. Lo que significa que, con el nivel de ingresos estatal, tal gasto no solo es insostenible sino que su continuidad es cada vez una mayor amenaza para el resto del mundo.
Porque lo más preocupante es que, las actuales condiciones de ralentización del crecimiento de la economía mundial, es realmente improbable que el actual gobierno estadounidense consiga aumentar los ingresos. Indudablemente, un inmenso déficit fiscal implica un crecimiento constante de la deuda pública estadounidense. Según datos del pasado noviembre del propio Departamento del Tesoro norteamericano, la deuda nacional de Estados Unidos había superado los 23 billones de dólares por primera vez en su historia. Tal cantidad equivale al 110% del PIB del país. Lo que significa que el déficit estatal norteamericano va a mantenerse por encima del billón de dólares en el futuro inmediato.
La diferencia entre gastos e ingresos en el presupuesto estatal norteamericano continúa ampliándose. El gasto estatal tan alto es insostenible, y en consecuencia, el inmenso peso que ha adquirido la deuda pública estadounidense es una seria amenaza para la economía del resto de los países del planeta. Tal grado de irresponsabilidad se apoya en dos injusticias. La dominancia financiera del dólar estadounidense y, asociado a ello, la elevada confianza crediticia de la deuda pública norteamericana; lo que impone una apreciación mundial de que un colapso en la economía de Estados Unidos supondría un desastre económico mundial. E implica en realidad que EEUU está descargando sobre el resto del mundo el pago de la factura de su deuda.
De hecho los bonos de deuda pública de EEUU gozan a nivel mundial de una situación privilegiada, dado que todavía se consideran muy seguros en la actual situación problemática de la economía del planeta, además de los intereses que se pagan por su adquisición. Según la fuente oficial estadounidense anteriormente citada, a finales de 2019 6,78 billones de dólares de la deuda pública norteamericana han sido comprados por entidades extranjeras, lo que supone 580.000 millones de dólares más que hace un año. Sin embargo, el porcentaje de la deuda estatal de EEUU por tales entidades no estadounidenses ha caído del 34% en 2012 al actual 29%. A lo que ha contribuido también la acelerada expansión de la mencionada deuda.
Hasta el momento no hay indicios de que Estados Unidos tenga un plan para reducir su déficit público, ni siquiera su constante expansión, ni da muestras de considerarlo un problema urgente; más allá de las interesadas presiones de la administración Trump a su propia Reserva Federal para que baje el tipo de interés –lo que solo supondría un menor pago de intereses de la deuda pública, y una devaluación del dólar para disminuir el peso de dicha deuda.
Porque el gasto público de Estados Unidos no se dedica principalmente a la educación, sanidad, servicios sociales y pensiones. Se dedica al presupuesto militar -con un coste anual reconocido de 600.000 millones de dólares (que cálculos de organismos independientes elevan al billón) y al aumento de sus bases y personal militar alrededor de todo el planeta (oficialmente 900 bases, que según otras fuentes llegarían a 1.000)- con el único objetivo de mantener su hegemonía mundial. Por eso, Estados Unidos va a seguir descargando sobre el resto del mundo el pago de la factura de su deuda.
Eduardo Madroñal Pedraza, colaborador de La Mar de Onuba, nació el año 1951 en Madrid, el año 1951, de raíces andaluzas paternas y castellanas maternas. Fue velocista y jugador de balonmano. De una clase social, eligió otra práctica social. Fue, por el artículo 191 del Código Civil franquista, "padre soltero" de una hija de madre desconocida. Estudió Psicología. Trabajó 7 meses como repartidor de codornices y 7 años como administrativo en Uralita. Acabó Psicología; fue profesor de inglés (6 años en colegio privado y 4 años en instituto por oposición. Con la LOGSE se cambió a orientador educativo. Anomalías se titula su tercer libro de poemas. Colabora en diversas publicaciones (De Verdad, Chispas...) en formato digital e impreso. Es militante de Unificación Comunista de España, miembro de Recortes Cero, e integrante de la Mesa Estatal por el Blindaje de las Pensiones. Profesor aprendiz, psicólogo inapropiado, orientador peregrino, demócrata distinto, patriota inusual, comunista extraño, padre inesperado, abuelo chocante, amante inhabitual, y alguna anomalía más.
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