El coronavirus retrata una Unión Europea partida en dos

La crisis del coronavirus ponen a prueba de nuevo la solidaridad entre los países europeos.

La negativa de Alemania, Holanda, y otros países del Norte a ofrecer una respuesta ambiciosa para la supervivencia de la economía puede reavivar viejas rencillas.

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BRUSELAS.- Se dice que la Unión Europea se ha forjado a golpe de crisis. Que cuando pintan bastos es precisamente cuando los líderes han estado dispuestos a dejar sus diferencias a un lado y avanzar en la construcción del proyecto europeo. Pero, de momento, en esta crisis del coronavirus las respuestas están siendo descoordinadas y la solidaridad de algunos países, más que dudosa. De aumentar la bronca, hay voces que ya advierten de que incluso el euro, el proyecto más ambicioso de la UE, podría llegar estar en peligro de nuevo, tal y como ocurrió durante la Gran Recesión.

Para comprobar las divisiones que existen en el bloque no hace irse muy lejos. Este jueves, nueve países, entre ellos algunos de los más grandes, como España, Francia e Italia, fracasaban en convencer al resto de que era necesario emitir deuda común para inyectar dinero en las economías que peor lo están pasando en la crisis que está trayendo consigo el covid-19. Los llamados coronabonos. Como segunda opción, los países del Sur piden que se cree la posibilidad de pedir un préstamo al fondo de rescate europeo, el MEDE, ideado durante la crisis financiera.

En el otro lado de la trinchera: Holanda, Alemania, Finlandia y Austria, que rechazan ambas ideas, con diferentes grados de radicalidad. El primer ministro holandés Mark Rutte es quien más claro ha dejado su oposición. En cuanto a los posibles préstamos por coronavirus, quieren que se mantengan las reformas estructurales, léase los famosos recortes, que ya se aplicaron en los rescates a Grecia o al sector bancario español. En cuanto a los coronabonos, la respuesta es más simple. No. “No veo ninguna circunstancia en la que Holanda podría estar de acuerdo con la emisión de coronabonos”.

Los países del Norte no han cedido ante las intervenciones “emocionales” del italiano Giuseppe Conte durante la video-cumbre de líderes, según informaciones de medios como Politico y Bloomberg. Tampoco retrocedieron ante la amenaza del primer ministro transalpino de plantarse y no firmar las conclusiones de la reunión. Algo que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, secundó. Al final, lo único que sí consiguieron es que se constató el desacuerdo. Los líderes le pasaron la pelota a los ministros de Economía, que en dos semanas volverán a verse (llevan varias reuniones semanales consecutivas) para tratar de deshacer el entuerto.

La existencia de dos bloques es algo que no es nuevo, pero el tono de las discusiones parece estar subiendo, aunque los líderes siguen defendiendo en general que el ambiente es cordial. El mejor ejemplo de que la discusión está tomando un cariz emocional es el del primer ministro portugués, António Costa, que tras la reunión calificaba el discurso de los que piden que se asocien recortes a cualquier ayuda del fondo común de “repugnante”. Y decía que “no estamos dispuestos a volver a oír al ministro de Finanzas holandés en los términos en que lo oímos en 2008, 2009, 2010 y los años siguientes”, en clara referencia a los recortes impuestos.

Eso sí, no todo son malas noticias las que llegan de la Unión Europea. En el terreno económico, el Banco Central Europeo anunció hace algo más de una semana un programa de compras de deuda de hasta 750.000 millones de euros, mientras que la Comisión Europea ha levantado el límite que los países tienen para endeudarse como parte del Pacto de Estabilidad. Algo que no había ocurrido nunca, ni durante la crisis financiera. Gracias a esa flexibilidad, Pedro Sánchez pudo anunciar su programa de estímulo con más de 100.000 millones de euros de dinero público.

Esta semana las instituciones europeas también aprobaban un fondo de solidaridad de hasta 37.000 millones de euros con dinero recuperado de los fondos de cohesión, o un programa común de compra de reservas de respiradores, mascarillas reutilizables, vacunas y suministros de laboratorio, que Bruselas pagará en un 90% hasta un máximo de 50 millones de euros.

Eso sí, la coordinación ha llegado después de un primer momento en que la estrategia de los gobiernos fue replegarse en sí mismos: varios cerraban fronteras de manera unilateral y otros, como Alemania y Francia, trataban de evitar que sus mascarillas viajaran a otros países con restricciones o requisas. En esto, la Comisión Europea consiguió que levantaran esos controles y en las últimas semanas Alemania y Luxemburgo han comenzado incluso a acoger en sus propios hospitales a pacientes italianos y franceses infectados. Una reacción que no conseguirá eliminar de la retina de miles de europeos cómo Italia recibía un carga de mascarillas antes de recibir ayuda de sus vecinos europeos.

Un discurso que tiene riesgo de calar

El riesgo que ven algunos en Bruselas es que los desencuentros de los líderes, que hacen que la Unión Europea no pueda dar una respuesta tan rápida como la que la gente de muchos países desearía, acaben suponiendo un riesgo a largo plazo para la propia supervivencia de la moneda única, un símbolo por excelencia de la Unión.

“Hay un peligro de que la respuesta únicamente nacional que estamos viendo deje un legado de niveles de deuda insostenibles”, advertía el economista Paul De Grauwe, del instituto CEPS, uno de los think tanks más reconocidos de Bruselas en un seminario online  celebrado justo antes de la cumbre este jueves. “Algo que ciertamente puede amenazar el entusiasmo por el euro, por decirlo de manera suave. Especialmente si en países como Italia y España esto se ve como una falta de voluntad de los países del Norte de ayudar financieramente”.

“Lo que la última crisis no consiguió, puede conseguirlo el Covid-19: romper la eurozona”, escribía preocupado el historiador Adam Tooze y el economista Moritz Schularick en The Guardian. El mensaje está claro: sin la solidaridad de sus vecinos de la eurozona, Italia no podrá responder a esta crisis en la misma medida que otros. El coste puede ser una depresión económica, además de una catástrofe humana”.

Otros se muestran menos agoreros. El conocido federalista europeo Alberto Alemanno, profesor de Derecho Comunitario en HEC París, aunque lamenta que no se aprueben los coronabonos, ve esta crisis como una oportunidad para mostrar cómo “dado el alto nivel de interdependencia socioeconómica en Europa, las soluciones del Estado-nación pueden hacer más mal que bien, ofreciendo una ilusión de seguridad y protección”. Es decir, que se hará evidente la Unión Europea es imprescindible para gestionar problemas que sobrepasan nuestras fronteras.

Una cita importante en la imagen que acaben dando los líderes de la Unión Europea para la historia será en dos semanas. Entonces los ministros de Economía de los 27 países de la UE recogerán la pelota de sus jefes y tratarán de hacer algún número de contorsionista para conseguir una solución que contente a todos. Si por el contrario continúa la guerra de trincheras con dos bandos irreconciliables que no pueden reaccionar a tiempo a las crisis, al final todos podemos salir perdiendo. Tanto el Sur como el Norte.


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