Esta última operación andalucista liderada por Juanma Moreno, ha podido ser una de las claves decisivas para entender algo mejor el vuelco.
Sábado, 24 de junio de 2023. ¿Es hoy Andalucía menos autonomista que en la década de los 80? ¿En qué medida ha influido electoralmente en favor de la derecha el traje andalucista adoptado por Juanma Moreno? ¿Es víctima el PSOE de aquello que los comunistas llamaban ‘centralismo democrático? Ese podría ser uno de los factores del éxito electoral de la derecha en Andalucia. Que no cumplen órdenes de Madrid. Pero vayamos por partes.
En cinco semanas exactas, treinta días calurosos de calendario, los españoles estamos convocados a votar un nuevo gobierno de España. Con el chupinazo de San Fermín arrancará el tiempo para pedir el voto. El día de Santa Brígida será el día de la encuesta de verdad, no como las que manipulan e intoxican al electorado con más o menos descaro en estas semanas o en los meses previos. Los sondeos, desde hace tiempo, solo sirven como arma electoral de desgaste del adversario, empleadas para dirigir el voto de los indecisos y jalear a la grada de incondicionales.
Los andaluces, entre pitos y flautas, llevamos varios años de campaña electoral, más exactamente de precampaña si se incluye casi toda la actividad desplegada por un ejecutivo de la derecha que aprovechó su primera legislatura en San Telmo desde 2019 fundamentalmente para crear y consolidar la marca “Juanma” que tan buenos resultados le ha acabado dando. Labor a la que se entregó en cuerpo y alma el ciudadano Juan Marín, ‘la bien pagá‘.
Los años transcurridos han venido a confirmar lo que muchos venían pronosticando hace décadas, que la marca PP vende menos en Andalucía que la de un dirigente de su cuadra, convenientemente promocionado (en este caso hasta el hartazgo) como Moreno Bonilla, todo ello bien envuelto en brillante celofán con purpurina, lacito blanquiverde incluido y dientes, muchos dientes con sonrisa Floid.
Para el PP, heredero de AP, enarbolar hoy los símbolos andaluces, con mayor o menor autoridad moral de una derecha que nunca apostó cuando debía por la Andalucía autonómica, le está resultando sin embargo especialmente ventajoso y rentable. Todo ello ha sucedido ante una izquierda pasmada, noqueada y paralizada, especialmente el PSOE-A, que al final parece que está pagando su tibio e interesado apoyo a las señas del andalucismo histórico que manoseó desde el poder cuando le convino. El mismo andalucismo que ellos adaptaron para sí bajo el epígrafe poco exitoso de ‘nacionalismo de clase’, acuñado por el segundo presidente de la Junta, Rafael Escuredo, quien no dudó en emplear símbolos, siglas, personas y sobre todo importantes medios económicos para sangrar y dividir al andalucismo de amplio espectro del PSA, el partido que desde la calle Castelar de Sevilla dirigía Alejandro Rojas-Marcos como gran ayatolá del movimiento.
Juanma, andalucista 2.0
Aparte de otras consideraciones, soy de los que cree que esta última y escasamente valorada operación andalucista liderada personalmente por Juanma Moreno, ha podido ser una de las claves decisivas para entender algo mejor el vuelco político operado en Andalucía desde que Susana Díaz, adelantando las autonómicas de 2018, dio paso a una mayoría de escaños de la derecha y consiguientemente a un cambio de ciclo político general, como en 1982 que también arrancó en Andalucia con las autonómicas del mes de mayo con 63 escaños para el PSOE.
Moreno, en esta operación, ha cuidado especialmente el escenario para evitar caer en contradicciones o dar pasos en falso. (Javier Arenas ha sido su preparador personal en la asignatura) En uno de sus primeros movimientos más llamativos logró el aval político del profesor Manuel Clavero, indiscutible coprotagonista político del 28F, muy alejado en los 70-80 de los postulados de Manuel Fraga, fundador del PP y ministro de cuando en los Consejos se daba el placet a sentencias de muerte. Lo primero que hizo Moreno, tras ser investido Presidente, fue trasladarse del Parlamento a casa de Clavero en la sevillana Plaza de Cuba para saludarle y cumplimentar al exministro andaluz -liberal y andalucista- que dimitió ante Adolfo Suárez a cuenta del referéndum del 28F y el brusco cambio de postura de UCD dando marcha atrás y pidiendo la abstención o el voto en blanco. En este contexto no debemos olvidar que el catedrático sevillano, padre del Estado Autonómico y del ‘café para todos’, siempre soñó con liderar una “Convergencia i Unió” a la andaluza, defendiendo un nacionalismo más económico y cultural que político en su caso. Lo intentó en solitario creando Unidad Andaluza, (U.A.) pero aquel proyecto fue boicoteado por la UCD desde Madrid y Sevilla que amedrentó a los pocos comprometidos financiadores del proyecto, entre otros empresarios como Javier Benjumea (Abengoa) que jugaban con todas las barajas de la época. Moreno Bonilla está en ese nacionalismo al que un día lejano se le llamaba regionalismo. Un nacionalismo muy parecido al de Feijoo, construido en Galicia con las bases que dejó sentadas su padrino Manolo Fraga que acabaría su carrera política como un gran galleguista de pro, galleguismo, un punto por encima del regionalismo.
Lo de crear un escudo propio para el presidente de la Junta de Andalucía o reforzar ostentosamente el protocolo para que brille, aún más, la figura de Juanma son minucias si se compara con la traca final que la operación andalucista nos tenía reservada. Todo ello ante el presidente que más veces menciona la palabra Andalucia en sus discursos, algo nada casual, fíjense.
Rojas-Marcos entra en escena
Sucedió tras el oportuno pretexto de la presentación de un libro – Por un poder andaluz – sobre la historia del andalucismo político, escrito por el profesor José Luis Villar. La conexión de Bonilla con Rojas Marcos funcionó a la perfección, fue casi instantánea, ambos tenían cromos que intercambiar y Alejandro una vez más volvía a dar muestras de habilidad y de que conserva su olfato, como cuando detectó las conspiraciones y las contó públicamente, sobre la planificación del 23F en el verano del 80, “el Psoe está conspirando con militares golpistas para quitar a Suárez” afirmó sin dar más detalles. Fui receptor sorprendido de aquellas declaraciones en directo en Radio Sevilla (SER) por teléfono hechas desde Barcelona.
La mayoría absoluta de hace un año lograda por el PP ponía en muy serios aprietos al monstruo de ocho cabezas de las peores pesadillas de Alejandro, el PSOE andaluz, el que dirigían Rafael Escuredo y Pepote Rodriguez de la Borbolla. Los verdaderos responsables políticos al frente del PSOE andaluz de que el andalucismo del PSA quedase muy tocado y no levantase cabeza nunca más. Quedó diluido con los años en la institucionalidad de la figura de Blas Infante, su fundación, un museo, un busto en el Parlamento, un acto cada 11 de agosto en la carretera de Carmona y pare Ud de contar. El Infante más revolucionario y reivindicativo, voz de jornaleros descamisados del sur, nunca interesó a la oficialidad, quedando el mensaje en manos de la izquierda más radical… y menos votada. Cuando el PSA con la “S” perdida se coaligó con Manuel Chaves, el discurso infantiano más social se olvidó definitivamente, dedicándose el andalucismo oficial liderado por el entonces consejero Antonio Ortega a sobrevivir, colocando a todos sus cuadros en las dos consejerías que les tocó en suerte. Turismo y sus millonarios presupuestos fue una de ellas.
Moreno Bonilla, retratándose con Alejandro Rojas-Marcos, patriarca andalucista que hoy luce largo pelo blanco, obtenía el baúl de los recuerdos -solo recuerdos- de aquel andalucismo que fue capaz de situar a cinco diputados en el Congreso en el año 79. Una proeza que proyectó mucho orgullo por las tierras andaluzas, donde día sí, día también, veían en la tele en blanco y negro como los problemas andaluces merecían tiempo y palabras en la tribuna del Congreso gracias a los cinco diputados andalucistas. Sí, es posible que también hubiese bastante de novelería por parte de muchos andaluces ya que aquella presencia andaluza en Madrid nos igualaba un poco más a catalanes y vascos; al fin y a la postre había sido la gran reivindicación de los andaluces el 28F, queremos ni más ni menos lo mismo que los demás. Ni que decir tiene que a quien más preocupó el inesperado ascenso del PSA a finales de los 80 fue al propio PSOE que vio entonces un peligro real de asegurarse ser el partido hegemónico de la izquierda en Andalucía, “el gran partido de los andaluces” tal y como se acabarían definiendo en las vallas.
“Centralismo democrático” en el PSOE
Y es en este punto donde parece adivinarse una de las debilidades mas importantes actuales del PSOE de Andalucía.
Lo que en el viejo Partido Comunista denominaban centralismo democrático, ha crecido lentamente, sin pausa, en el seno del socialismo español que comanda Pedro Sánchez Pérez-Castejón como Secretario General.
Así, por vez primera y sin disimulo, el PSOE-A ha sido convertido en una pura franquicia desde cuya central madrileña en Ferraz se manda y ordena lo que deben hacer todos en las sucursales/agrupaciones de la periferia. Eso no quiere decir que antes no pasara algo parecido, pero nunca se hizo de forma tan descarnada y políticamente obscena como en esta etapa. La historia más reciente está plagada de decisiones que han crispado a la militancia en las agrupaciones, especialmente a quienes creían que el ‘maldito centralismo‘ se había quedado en la historia y en las cuñas radiofónicas del 28F. Candidatos impuestos, legión de paracaidistas, procesos internos de renovación intervenidos, primarias amañadas y lo más determinante, sin un dirigente regional al frente que se imponga con autoridad y sea considerado un referente a seguir por todos unidos, codo con codo. El actual líder, Juan Espadas, todo el mundo sabe que llegó impuesto por Sánchez desde Madrid a propuesta de Gómez de Celis, diputado por Sevilla que tras asistir a la caída de su vieja enemiga Susana Díaz en primera línea ejerce solo en la capital del Reino. Espadas de momento no gana elecciones, solo concejales que significan poco. “La estrategia de acoso y derribo, el antisanchismo ha calado, eso no significa que el culpable sea Pedro Sánchez” acabó reconociendo el líder socialista para explicar lo ocurrido el 28M y, de paso, exculpar al jefe. Siempre en su linea de portavoz y defensor de las políticas de Sánchez ante los andaluces.
Nunca antes, ningún socialista andaluz, había visto las ocho alcaldías de las capitales azuladas o amarronadas en manos de la derecha, hasta hoy. Nunca antes la Diputación de Huelva fue gobernada por un partido que no fuese el PSOE. Sevilla y Jaén son los dos únicos fortines de poder provincial – leáse presupuestos millonarios para pueblos- que han podido retener no sin dificultades.
Escaso optimismo en el Psoe
A solo cinco domingos de acudir nuevamente al colegio electoral, ésta vez con sombreros y sombrillas, no percibo optimismo entre muchos socialistas a los que consulto. Alguno me dice que ya tiene el cuerpo hecho para ver otra vez el mapa de España teñido de azul el lunes 24 por la mañana y que “como viejo socialista” no cree en los milagros. “Ojalá y me equivoque -añade- pero creo que la derecha ha logrado herir electoralmente a nuestro candidato y nosotros no estamos sabiendo explicar una política económica y social que es un éxito ejemplar en el entorno europeo”. Confían resignados, no obstante, en la famosa baraka de Sánchez que siga haciendo más milagros en estos treinta días que restan.
Juanma Moreno parece que no tiene las mismas obligaciones que Juan Espadas con Madrid a la hora de actuar según su criterio. Aparentemente en nada influye Génova 13 en San Telmo; si me apuran incluso se llega a creer que es al revés, que el haber situado a Elias Bendodo de número tres del partido a nivel estatal, le permite a Juanma Moreno manejar con desahogo hilos claves de la organización desde Sevilla.
El PP con estos mimbres ha logrado una aureola blanquiverde, nacionalismo moderado de salón, aportación populista que no le resta votos sino que se los aporta. Un nacionalismo que tiene más que ver con un sentimiento colectivo de orgullo de pueblo, que con banderas, símbolos, fronteras o aduanas. Saber tocar esa fibra ha sido todo un acierto del PP andaluz.
La gente, que siempre va por delante de políticos y periodistas, hace ya tiempo que se dio cuenta como en Andalucía hemos retrocedido en aquellas pequeñas victorias por nuestra identidad como pueblo. Aquel espejismo autonomista de los ochenta y noventa, sin prisa pero sin pausa, ha dado paso nuevamente a que todo dependa de Madrid. Volver al centralismo, una labor en la que fueron pioneros los grandes medios de comunicación que operan en el territorio, salvo puntuales excepciones.
Muchos ciudadanos han podido comprobarlo con solo coger el mando del televisor y zapear. En la pantalla veremos una pública, Canal Sur TV, condenada desde su creación a ser un instrumento de propaganda política al servicio del que manda. En esta fase de administración de la derecha del ente publico han desaparecido las caretas y son constantes las denuncias de los profesionales sobre manipulación descarada en favor del gobierno. También veremos una serie de canales convencionales privados, hechos desde Madrid, ofreciendo una imagen de los andaluces que no siempre es real, pero que tiene que vender muchísimo cuando tanto han promocionado Ubrique, Cantora, Marbella o La Yerbabuena.
Pese al esfuerzo que muchos periodistas realizan a pie de obra por ofrecer un trabajo digno y real de Andalucía, al final las decisiones editoriales se toman en y desde Madrid y no siempre coincidiendo con los intereses de Andalucía. La redacciones andaluzas, la mayoría, han quedado reducidas al máximo y el periodismo fundamental que se realiza consiste en cubrir diariamente lo que nos llega mediante notas de prensa, agencias, twiter o largas comparecencias donde a veces ni permiten preguntas pero en las que es obligatoria la presencia del medio.
No es exagerado afirmar que hoy la publicidad de las administraciones públicas andaluzas costean un porcentaje muy importante de nóminas de trabajadores del sector de la comunicación en Andalucia. Presupuestos, a partir de ahora, aumentados con ayuntamientos y seis de ocho diputaciones.
A la vista está que volver al centralismo no está resultando un buen negocio electoral para el PSOE andaluz, elección que llega consulta que se pierde. Todo lo contrario que le sucede al PP de Juanma Moreno, que además de envolverse con la blanquiverde que ya hizo Susana, está demostrando que goza de poder real en su partido, que Juanma manda de verdad en Génova 13. Algo que antes nunca sucedió con las sucesivas presidencias socialistas. Se lo tendrían que hacer mirar.
Pepe Fernández es periodista. Editor y Director de Confidencial Andaluz.
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