Viernes, 10 de marzo de 2023. La excepcional carencia de lluvias abarca a todos los países de la región occidental de Europa. Francia sufrió tres olas de calor extremo, las más severas de su historia moderna.
Francia continental se encuentra en una situación hídrica extrema desde este verano, tras haber experimentado tres olas de calor extremo que fueron las más elevadas de su historia moderna, contando a partir de la revolución francesa y, sobre todo, a partir de la primera revolución industrial (1780 – 1840).
También se estima que la gravedad que presenta este cuadro climatológico es que no solo ha afectado a la producción agroalimentaria sino también a los hogares, la industria, los transportes, y en especial el turismo, que es la principal actividad de servicios de la economía francesa.
Esta crítica situación hídrica es notoriamente parte de una tendencia estructural, porque cuatro de los últimos cinco veranos han sido los más secos y álgidos de la historia francesa desde que se llevan registros.
Además, se trata de un fenómeno de excepcional carencia hídrica que abarca a todos los países de Europa Occidental, aunque su epicentro esta nítidamente en Francia.
Según la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), la producción agrícola francesa y en general europea, utiliza 70% del agua fresca disponible y esto representa una proporción semejante al nivel mundial.
Hay que agregar que la utilización del recurso hídrico aumenta el doble que la tasa de incremento de la población; y como las sociedades europeas crecen por debajo del promedio mundial (+0.5% anual, o menos), al mismo tiempo que posee una amplia dotación de recursos así como regímenes de lluvias abundantes en todo el continente, Europa dispone históricamente de un amplio superávit hídrico.
Este rasgo hace que la brutal sequia que afecta a la producción agrícola europea haya tomado prácticamente de sorpresa a una de las primeras agriculturas del mundo, que a su vez es una de las más avanzada del sistema global.
Hay que dar como un hecho que la crisis hídrica europea, provocada por la combinación de altas temperaturas más enormes y persistentes sequias, serán un rasgo prácticamente crónico de la agricultura europea en adelante. Es claramente uno de los efectos más disruptivos en una de las regiones más avanzadas del cambio climático.
Por eso, entre otros motivos, es que la FAO estima que la producción de agroalimentos deberá incrementarse más de 60% en 2050; y en esta apreciación también está incluida y en primer término el continente europeo.
La premisa de esta observación es que en los últimos 30 años la producción agroalimentos en el mundo aumentó más de 100%; y el organismo internacional con sede en Roma advierte que se requiere por lo menos 50% más de tierra irrigada para alcanzar el objetivo de los próximos 30 años; y esto ocurre mientras que la disponibilidad de agua fresca para la agricultura aumentaría sólo 10% en las próximas tres décadas.
En suma, el mundo, y en primer lugar Europa, enfrenta en este período una situación de crisis hídrica estructural de carácter ineludible. Esto no deja al continente europeo más alternativa que innovar, lo que ante todo exige previamente desechar los viejos prejuicios absolutamente anacrónicos en el momento actual, en especial los referidos a la utilización de semilla genéticamente modificada, sobretodo las nuevas variedades específicamente diseñadas por su efecto antisequia.
Europa en general, pero especialmente Francia, es el núcleo duro del proteccionismo agrícola en el mundo de hoy. De ahí que sus productores sean de una rigidez extrema, acostumbrados a las altas barreras arancelarias y los elevados subsidios del Estado. Por eso estos agricultores disponen usualmente de una escasa o nula capacidad para innovar.
Solo 6% de los productores franceses tienen equipos de riego (lo que implica menos de 15% de las unidades productivas); y hasta ahora todo el sistema agroalimentario depende de la acción del Estado, tradicionalmente hipercentralizado de acuerdo a la tradición jacobina francesa.
Todo esta cargado de historia en Francia, y en lo que se refiere a la agricultura es una narración de hipercentralización, estatismo, y burocracia. El caso típico de esta situación es la industria láctea francesa: una granja orgánica de unas 80 vacas produce unos 430.000 litros de leche por año y cada animal bebe unos 100 litros de agua por día, y todo esto tiene lugar en las condiciones crecientes de una sequia crónica estructural.
Francisco Villanueva Navas, analista de La Mar de Onuba es economista y periodista financiero @FranciscoVill87
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