El día 1 de febrero de 2020, los empleados de las instituciones europeas arriaron las banderas del Reino Unido. Los británicos fueron eliminados de las listas de distribución de información, pública, diplomática o confidencial, de la UE. Las credenciales de sus diplomáticos en Bruselas fueron desactivadas. El Brexit, el divorcio de la UE después de 47 años de membresía, tuvo sus últimas imágenes icónicas. El Reino Unido ya no es legalmente miembro del bloque pero poco cambiará hasta al menos el próximo 31 de diciembre. Todo seguirá casi igual para la gente corriente pero todo cambiará cuando acabe el plazo de prórroga. Entretanto, seguirá la incertidumbre.
Los británicos pasan ahora a “un purgatorio”, a un período transitorio que puede extenderse (si lo piden antes del 30 de junio próximo) hasta el 31 de diciembre de 2022, seis años y medio después del referéndum que provocó este circo. El negociador europeo Michel Barnier es un hombre de palabra y de previsiones que se cumplen. Lleva más de dos años repitiendo que más allá de las banderas arriadas esta ruptura es sólo de iure. Para que se rompan de facto los lazos faltan mucha sangre, mucho sudor y muchas lágrimas. De momento los europeos solo llevamos las lágrimas.
Londres no tiene hoy representación institucional en la UE. Perdió a sus eurodiputados, su miembro en la Comisión Europea y el derecho a que sus ministros acudan a las reuniones del bloque. Poco más cambia este primero de febrero. El gobierno británico seguirá pagando este año su contribución al presupuesto comunitario (unos 12.000 millones de euros, 8.000 cuando se descuenta lo que recibe de vuelta desde Bruselas) y seguirá beneficiándose de todos los programas europeos. El suelo se abrirá bajo los pies de los británicos si este año no llegan a un acuerdo con Bruselas y no piden el aplazamiento.
El premier Johnson repite que no pedirá la prórroga. Su colega irlandés, Leo Varadkar, asegura que Boris hará lo necesario para cerrar el mejor acuerdo posible porque esa será su herencia política. Varadkar ha sido de los pocos que ha sabido templar a Boris y negociar con él. No pedir prórroga puede ser un golpe para la estrategia de Boris, porque la UE en ese caso se centrará en buscar un acuerdo comercial simple en el que no entren los servicios, que suponen el 80% de la economía británica.
De marzo a diciembre habrá que negociar lo más difícil, advierte Barnier. La primera duda europea está en saber qué relación busca Londres. ¿Quiere integrarse en la unión aduanera como pretende Turquía y mantener un comercio sin aranceles pero no una política comercial independiente? ¿Quiere ir más allá y ser una especie de Noruega, una suerte de Estado miembro al que sólo le falta la representación institucional en la UE? ¿O prefiere quedarse más lejos, como Canadá con un potente acuerdo comercial y poco más?….sinceramente, ni ellos lo saben. La oleada de populismo irracional tiene estas cosas y sus consecuencias son imprevisibles pero lo que está claro es que Reino Unido va a perder de todas todas ya que cualquier país de la unión va a preferir comerciar con un socio que con un ajeno, lleno de trabas y con otra legislación.
La elección que hagan los británicos dependerá la suerte de las negociaciones y su dificultad, sobre todo si el Londres empieza a legislar alejando las regulaciones del Reino de las reglas europeas. También de si Johnson atiende al interés económico de su país y prefiere atarse a la UE o a sus pulsiones políticas y se acerca a los EE.UU de Trump para comerciar en posición menor para Gran Bretaña comparado con sus vecinos europeos. Los líderes de las instituciones comunitarias advirtieron este viernes a Londres: cada decisión que tome tendrá consecuencias en las negociaciones sobre el acuerdo futuro. Noto una cierta chulería de la Unión Europea hacia el ex socio, pero lo comprendo.
Barnier peleará para mantener la unión entre los 27 gobiernos europeos, objetivo que tendrá difícil cuando se empiece a negociar un acuerdo comercial que puede provocar ganadores y perdedores. ¿Cómo se vería desde España un pacto que impida restricciones al turismo o a los servicios financieros (Banco Santander) pero que impusiera aranceles a la exportación de productos agropecuarios europeos al Reino Unido? El italiano David Sassoli, presidente del Parlamento Europeo, advertía este viernes: “Si alguien nos quiere dividir es porque tiene miedo de un mundo regulado. Las reglas protegen a los débiles. Sin reglas se imponen los más fuertes”.
Londres y Bruselas tienen prioridades distintas en la negociación, que se suman a las de las 27 capitales europeas. Varios sectores serán clave. El Reino Unido quiere que la City londinense pueda seguir trabajando en los mercados de la Eurozona como hasta ahora, pero no va a ser así. Bruselas no es contraria a esa idea, pero exigirá que la legislación financiera británica no se aleje ni un centímetro de la europea. Al igual que exigirá que Londres no compita haciendo dumping laboral, fiscal o medioambiental.
Las fábricas de coches británicas esperan un pacto de libre comercio sin arancel ni traba alguna. A la vez, sus pescadores quieren que su gobierno cierre sus aguas a los buques del continente. El problema es que 70% de lo que pescan los británicos acaba en el mercado de la UE, que a cambio de aceptar esa venta sin aranceles exigirá que los pesqueros del resto de Europa sigan faenando en aguas británicas como hasta ahora. De locos…¿verdad?.
Los dirigentes de las instituciones europeas advirtieron a Londres que en un mundo de grandes potencias enfrentadas, Europa protege a sus miembros “con la fuerza de la unión”. La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen dijo que la experiencia nos enseña que la fuerza no reside en un espléndido aislamiento sino en nuestra unión. Bruselas ofreció a Londres “el mejor acuerdo posible”, pero le recordó que “siempre habrá una diferencia”. Europa no tratará nunca a un tercer Estado como trata a sus miembros, jamás y menos al que te ha traicionado.
Desde Londres, Johnson dijo que su gobierno “permanecerá unido y enderezará nuestro país. Conforme construimos una nueva relación con la UE, insto a todo el mundo a cerrar el duelo y dejar que empiece la cura”…se ve un cierto patetismo paternalista lleno de populismo conservador; humo.
Los últimos sondeos indican que los partidarios del ‘Brexit’ hoy no alcanzarían 50%. Y que la grieta es generacional. Por encima de los 50 años los brexiters superan 60%. Por debajo de 40 años no llegan a 40%. La juventud es internacionalista, sumamente europeísta y partidaria de poder trabajar en cualquier parte de Europa o estudiar con los Erasmus creados por el socialista español Manuel Marín….y los trabajadores rumanos, polacos, españoles que trabajan en Londres…ya ¿han pensado que serán extranjeros el próximo 31 de diciembre? Y los británicos populistas… ¿han pensado que se quedarán sin esa mano de obra? ¡Qué inmensa pena!
Francisco Villanueva Navas, analista financiero de La Mar de Onuba, es periodista y economista. @FranciscoVill87
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