Ya no recuerdo el día en que dejaste de volar. Pasaba día tras día esperando un encuentro inesperado. Me dabas luz… Y yo te buscaba, pienso en aquellos sábados que la única ilusión era ver la habitación iluminada.
Pero fue un primer sábado frío el que falté, y luego vino otro sábado más y otro… hasta que sombra dejó de pasar por esa calle.
Ya no recuerdo el día en que dejaste de volar… pero el tiempo pasó y un miércoles por la mañana, delante de dos cafés, cuando dijste»te mereces lo mejor» fue que vi la tristeza en tus ojos porque sabías que mi vuelo empezaba ahí, y me iría, sin pensar ni por un momento que todo lo que sabía lo había aprendido de ti… Y era eso lo que impulsaba mi vuelo.
Quisiera volver a encontrarte para darte las gracias. Nadie me supo valorar como tú. Ambos esperamos que lo hagan, como me has dicho hace un rato. Pero yo nunca olvidaré tus palabras, tu voz aún me reconforta en los momentos tristes… Y me enseñaste a volar.