Pep Guardiola, entrenador del Manchester City, siguiendo la estela del movimiento Black Lives Matter, ha asegurado esta semana que se siente avergonzado por lo que han hecho los blancos a los negros en los últimos 400 años. Ignoro cómo tiene la conciencia el señor Guardiola. Yo, desde luego, la tengo muy tranquila. Lo que sí ha demostrado Pep es una ignorancia supina. Es de necios juzgar acontecimientos de hace cuatro siglos con la mentalidad de hoy.
No obstante, Guardiola tuvo problemas con Yaya Touré, jugador de Costa Marfil que acusó a Pep de racista tras una serie de acontecimientos bastante desagradables. Le dejó sin ficha y le obligó a entrenar con el filial. No es de extrañar, en la temporada 1996/97, Roberto Carlos, jugador brasileño del Real Madrid, denunció el racismo que sufrían él y Clarence Seedorf en Barcelona donde la afición les llamaba monos. Al señor Guardiola, pareció hacerle gracia la chanza y, en una defensa a ultranza contra el racismo, solo alcanzó a decir que este señor habla mucho. Y asunto resuelto. ¡Ay, Guardiola! ¡Ay, Guardiola!
Afortunadamente, salió Guardiola, a decirnos al populacho, qué es lo correcto y qué no. Es el cinismo de occidente. Todos fingimos estar muy comprometidos contra las injusticias, pero en realidad es postureo. A lo mejor el racismo es una forma de esconder la aporofobia, el miedo a los pobres. Cuando voy con negros bien vestidos nadie nos mira mal. Sin embargo, cuando acompaño a alguien del albergue de personas sin hogar donde trabajo observo el efecto tren. Cómo la gente abre camino para dejarnos pasar sin que los rocemos. Soy incapaz de comprender el proceso mental de una persona que considera que otra, por tener otro color de piel es inferior a él. A veces pienso que las personas racistas se cayeron de la cuna cuando eran bebés y les quedaron secuelas. Olviden las leyes y demás paparruchas. Todas las injusticias se terminan con educación. Llenando la cabeza de nuestros hijos con valores y no con monedas. Eduquen a sus hijos a respetar al otro, independientemente del color de su piel, de sus ideas políticas, de su religión, de su sexo… Mientras sigamos incidiendo en la confrontación, esta lucha no terminará jamás.
Hace tiempo quería incluir esta canción. Gloria. He elegido una versión mestiza. Aparece en el disco Too long in exile que me regaló mi querido Andrés. Una canción imprescindible.
Con todos ustedes: ¡Van Morrison & John Lee Hooker!
Piensen.
Sean buenos.
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