Se celebra cada 1 de septiembre el día mundial de las personas mayores; un día en el que se ponen de manifiesto las carencias que padecen las personas de edad, como son los daños a los que son sometidos en el entorno familiar, las enfermedades crónicas que deben manejar durante décadas, así como la soledad con la que conviven durante años, además de las carencias que padecen por las bajas pensiones que perciben.
Con motivo del 70º Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, Naciones Unidas conmemora la importancia de la declaración y reafirma el compromiso de promover el disfute pleno e igualitario de todos los derechos humanos y libertades fundamentales para las personas de edad.
Esta celebración de 2018 tiene por objetivo:
- Promover los derechos consagrados en la declaración y lo que estos significan en la vida cotidiana de las personas mayores.
- Dar mayor visibilidad a las personas mayores como partes activas integrantes de la sociedad comprometidas a mejorar el goce efectivo de los derechos humanos en diversos ámbitos de la vida y no sólo de aquellos que los afectan de manera inmediata.
- Reflexionar sobre el progreso y los desafíos para garantizar el disfrute pleno e igual de los derechos humanos y las libertades fundamentales de las personas mayores.
- Involucrar a un público amplio en todo el mundo y movilizar a las personas por los derechos humanos en todas las etapas de la vida.
Casi 700 millones de personas en el mundo son mayores de 60 años, lo que supone que dada la calidad de vida de los países desarrollados, se estima que puedan vivir otros 30 años en condiciones excelentes. El envejecimiento de la población, la esperanza alta de vida y las nuevas estrategias para afrontar la tercera edad, son proyectos que deben conformarse en todos los gobiernos además de la garantía del cobro de unas pensiones dignas como se ha venido reivindicando en España en los últimos tiempos. Pobreza energética, hambre llegado el caso y una baja calidad de vida llegados a los 65 años es lo que le espera a la población mayor de los países desarrollados que no tienen políticas sociales activas, como sucede en España; un país con un baja mortalidad y baja natalidad.
Lo más triste para el anciano, no es envejecer, sino es perder su entorno social, sobrevivir a sus iguales y vivir solo durante décadas.
Esto, sumado a la violencia que se tiene en determinados entornos familiares en donde no solo se pisotean sus derechos sino que no son cuidados como merecen, hacen que sea necesario un abordaje correcto desde las políticas sociales. Un debate público como sugiere el defensor del pueblo en funciones, Francisco Fernández Marugán en donde se aborden todos los problemas de los ancianos y la forma de vida en la que aún hoy, mantienen personas que no solo están solas sino que nadie contempla el drama en el que están instalados.
Las políticas de prevención, concienciación ciudadana y los protocolos necesarios para amparar los derechos humanos de los ancianos, deben ser una prioridad en todas las naciones.
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