Desinformación y polarización: cuando el asesinato de Samuel Luiz dividió a la sociedad

Concentración en la plaza mayor de Valladolid el 5 de julio de 2021 para pedir justicia para Samuel Luiz. MiguelAlanCS/Wikimedia Commons, CC BY-SA
por Jorge Vázquez-Herrero

 

Miércoles, 23 de octubre de 2024. La madrugada del 3 de julio de 2021, el joven de 24 años Samuel Luiz fallecía en A Coruña (España) tras una brutal paliza en la reapertura del ocio nocturno tras las restricciones por la pandemia de la covid-19.

Diferentes versiones y posicionamientos sobre un caso bajo secreto de sumario sacudieron entonces las redes, la prensa e incluso las calles. La desinformación no tardó en aparecer. El juicio se está celebrando actualmente –comenzó el pasado día 15– con jurado popular, pero a una parte de la sociedad le bastaron unas pocas horas para un pseudojuicio en línea.

El interés informativo por la muerte de Samuel creció rápidamente tras conocerse las declaraciones de una de sus amigas, que le acompañaba aquella noche. Señaló que los agresores entendieron que estaban siendo filmados con un móvil y que uno de ellos lo increpó al grito de “o dejas de grabar o te mato, ¡maricón!”.

A partir de ese momento, la ciudadanía se involucró a través de movilizaciones en las ciudades y en las redes sociales hasta que el asunto tomó una dimensión internacional. La posibilidad de considerarse un crimen de odio se unió a la politización del caso, con la intervención de diversos actores, y derivó en un discurso notablemente polarizado y un clima cargado de desinformación.

Ante este dramático suceso, físicamente próximo, y el cariz que tomaba la opinión pública desde el mismo día, el grupo de investigación Novos Medios de la Universidad de Santiago de Compostela nos propusimos estudiar el caso en profundidad. Analizamos 159 noticias de un medio local y uno nacional, 750 000 tuits con análisis de redes y las publicaciones de los fact-checkers.

Cuando se despertó el interés por su entorno

La cobertura mediática comenzó con un marco centrado en el suceso: una pelea grupal en la reapertura del ocio nocturno post-covid, publicándose fotos de la víctima y del lugar donde falleció y donde se instaló un altar improvisado en su memoria. Al conocerse el punto de vista de una de sus acompañantes y el presunto delito de odio, la información puso el foco en esos elementos y se incrementó el interés por la historia personal de la víctima y su entorno, coincidiendo también con los primeros arrestos.

Se sucedieron múltiples pronunciamientos y protestas. En consecuencia, los líderes políticos tomaron el protagonismo y se posicionaron sobre el posible crimen homófobo. Esto se proyectó a través de los medios de comunicación, mientras el padre de la víctima pedía no utilizar a su hijo como bandera de nadie.

Por otra parte, pese al secreto de sumario, se fueron conociendo rasgos de los agresores que alimentaron el marco centrado en la nacionalidad –cuestión que sustentaba argumentos xenófobos–, afiliaciones y relaciones entre sí. En la tercera semana tras el suceso se publicaron imágenes de los agresores, aunque ya circulaban por algunas redes y foros.

Cerca del final del secreto de sumario, se conoció que dos senegaleses en situación irregular auxiliaron aquella noche al joven y este punto también generó un debate sobre la posibilidad de concederles el permiso de residencia, como finalmente sucedió. Tras el fin del secreto de las investigaciones, se publicaron algunos datos y evidencias gráficas sobre el suceso, pero los grandes interrogantes quedaron pendientes para el juicio, por ejemplo, determinar si se trata de un crimen de odio.

Un contexto mediático muy politizado

Desde el punto de vista de la cobertura informativa, podemos decir que el medio local demostró un mejor conocimiento del contexto y desplegó una cobertura notablemente más amplia frente al medio nacional, que cubrió el incidente en un contexto ya politizado, con mayor énfasis en las reacciones políticas y la opinión.

Este caso se volvió mediático, en buena medida, por lo sucedido en las redes sociales. Cabe decir que el secreto de sumario generó algunas lagunas informativas que fueron cubiertas por diferentes actores, propiciando marcos de polarización interpretativa.

Basándonos en la conversación pública en Twitter, observamos que durante los primeros tres días tras el suceso destacó el impacto de los mensajes procedentes de actores no periodísticos, como figuras y partidos políticos, y usuarios con una posición política explícita.

Encontramos también personas de su entorno más cercano y colectivos pro-LGTBI, que activaron una movilización social con el hashtag #JusticiaParaSamuel.

El análisis de redes nos muestra que el bloque principal lo conforman comunidades con mensajes que denuncian homofobia, actores políticos de izquierda y medios de comunicación, frente a un bloque distanciado que conforman los actores políticos de derecha –con crítica a la homofobia como motivo del crimen y al silencio sobre los rasgos de los agresores–. Los principales temas discutidos fueron el delito de odio y la politización, bien por el interés político que suscitó o para denunciar el uso político del caso.

Otro de los análisis de redes mostró la marcada polarización en el supuesto vínculo entre uno de los agresores y el grupo ultra Riazor Blues (que apoya al club de fútbol local y tiene alineamiento político de izquierda).

Esta es una muestra más del alto grado de politización y polarización observada durante las investigaciones del crimen, centrando el debate sobre la motivación homofóbica y los rasgos de los agresores, empleando la información disponible (y las lagunas) para construir mensajes que se acomodan en la forma de ver el mundo que tiene cada comunidad.

Mensajes falsos y manipulados

Desde el punto de vista de la desinformación, se identificaron evidencias de falso contexto, contenido engañoso, falso y manipulado. Algunos pseudomedios publicaron información falsa o totalmente contradictoria, reflexiones sobre una “versión oficial impuesta” e hipótesis sobre el origen de los detenidos, apoyándose en fuentes no oficiales para reforzar su discurso y, de esta forma, tener impacto en las comunidades que se identifican con su posición político-ideológica.

Como muestra de ello, se identificaron mensajes que denunciaban la intención de convertir un asesinato racista en un crimen homófobo, a partir de datos sesgados y fuentes con propósitos tendenciosos.

El estudio de este caso deja entrever que la falta de información oficial y la predisposición de nuestra sociedad a juzgar los hechos rápidamente a través de las redes sociales condujeron a un clima de desinformación politizado y polarizado.

No solo los medios y los periodistas han sido actores relevantes, sino que los representantes políticos y la ciudadanía desempeñaron un papel dominante por sus reacciones a los hechos. Así, se asumió desde el principio que había un motivo homófobo para el crimen, cuestión que se tornó clave en la politización del caso y en la desinformación, unido a la identidad y los rasgos de los agresores.

En definitiva, la urgencia por juzgar el dramático suceso pasó por un esquema de polarización interpretativa donde los mismos hechos y datos son interpretados de forma diferente de acuerdo con la idea o posicionamiento de cada comunidad.

Otro de los aprendizajes que podemos extraer es el valor de la proximidad en la cobertura informativa y el riesgo de retroalimentación entre las redes sociales y los medios de comunicación. Finalmente, es una evidencia que hasta los sucesos más complejos y trágicos están sujetos al debate tergiversado marcado por un fenómeno global como la desinformación, que en muchos casos tiende también a la simplificación del discurso.

Jorge Vázquez-Herrero es Doctor en Comunicación, Universidade de Santiago de Compostela. Profesor Titular en el Departamento de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Santiago de Compostela. Secretario académico y responsable académico de movilidad en la Facultad de Ciencias de la Comunicación (USC). Miembro del grupo de investigación Novos Medios, de la Red XESCOM y de la Cátedra Latinoamericana de Narrativas Transmedia (ICLA–Universidad Nacional de Rosario). Imparte docencia sobre narrativas digitales, tecnologías y documentación periodística. Sus líneas de investigación se centran en el impacto de las tecnologías y las plataformas en el periodismo y las narrativas.

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