De una guía para entender Joker de forma diferente

por José Luis Pedreira Massa

Soy un aficionado al cine y tengo la tremenda suerte de tener amigos cineastas que me han incrementado la sensibilidad para mirar y para ver el cine, pasando de estar delante de la pantalla a meterte en ella con sus luces, sus destellos y con sus personajes. Se completa con el oir y pasar al escuchar sus rumores, sus sonidos, sus susurros, sus diálogos. Así se entiende el proceso de creación de argumentos, de guiones y, sobre todo, personajes, seres entrañables, odiosos, sugerentes, seductores…personajes que nos estimulan la creación, cuando no descubrimiento, de emociones diversas.

He de confesar que con Joker tenía sensaciones contrapuestas, por una parte me apetecía verla pero, por otra, rechazaba el marketing americano que lo inunda todo. Estaba en esta diatriba, cuando mi amiga Sandra me dice “José debes ir a verla, te va a gustar, no te la pierdas”. A ello unimos que mi hija Sara me dice “Vamos al cine a ver Joker que es el día del cine y es barata la entrada”. Con estas dos intervenciones no me quedaba escapatoria posible.

La ficha técnica de la película no es lo más difícil de realizar, Joker es una película dirigida por Todd Phillips a partir de una guión coescrito con Scott Silver. Está interpretada magistralmente por Joaquín Phoenix, con la participación extraordinaria de Robert de Niro, Frances Conroy, Zazie Beetz y Brett Cullen.

Al parecer Todd Phillips buscaba hacer una película basada en alguno de los héroes villanos y, tras múltiples vicisitudes de producción que incuye la retirada de Scorsesse, consigue realizar la película y estrenarla el 31 de agosto de 2019 en el seno de la 76° edición del Festival de Cine de Venecia, donde le fue concedido el máximo galardón, el León de Oro a la mejor película.

En los comentarios iniciales sobre la película se dice que Joker muestra, por primera vez, los orígenes del icónico archienemigo y supermalo por excelencia de Bruce Wayne/Batman. Pero lo cierto es que esta historia es original y autónoma del director Todd Phillips. De forma “oficial” se dice que Joker “explora desde su punto de vista personal el mundo de Arthur Fleck. Arthur, que interpreta magistralmente Joaquin Phoenix, es un hombre que se enfrenta a la crueldad y al desprecio de la sociedad. Vive ignorado por un sistema que le permite pasar de la vulnerabilidad a la inmoralidad. Es un payaso que de día trabaja por horas y de noche intenta convertirse en monologuista… pero lo cierto es que siempre acaban burlándose de él. No encaja con la gente que le rodea, como lo demuestra su risa incontrolable y fuera de lugar que le perjudica aún más cuando intenta controlarla. Todo esto lo expone a un ridículo muy peligroso que raya con la violencia. Arthur, que se dedica a cuidar de su frágil madre, busca sin descanso esa figura paterna que nunca tuvo, ya sea el acaudalado empresario Thomas Wayne o el presentador de televisión Murray Franklin. Está atrapado en una existencia que se tambalea ante el precipicio de la realidad y la locura, y una mala decisión va a desencadenar una serie de trágicos acontecimientos”. La música es estupenda y sugerente. La iluminación fantástica, los efectos especiales los justos, el maquillaje perfecto y adecuado, el manejo de la cámara adaptado a las circunstancias, no se puede poner una pega a la realización de la película en su conjunto, pueden existir aspectos parciales mejorables, pero en su conjunto está en el top. Esta es una visión bastante generalizada, incluso podría parecer suficiente, con algunas otras aportaciones añadidas, muy del mundo de la crítica cinematográfica.

Quizá sea así, no lo voy a discutir, sería osado por mi parte hacerlo, pero… me van a permitir realizar una lectura diferente y cargada de interferencias y deformaciones profesionales que me han permitido disfrutar la película de forma distinta con Sara, con Sandra, con Javier y, espero, pronto con Montxo.

Me interesaba comprender el personaje de Joker, la subjetividad de Joker, las circunstancias de Joker, es evidente que con el sesgo de lo ofrecido en los 90 minutos de grabación de la película. Contrastar lo que había visto y me hacía sentir la película con mi experiencia clínico-terapéutica y con los fundamentos científico-técnicos de base. Debía realizar una lectura y posterior ordenación de tipo estructural, de forma y manera que fuera comprensible y que, seguro, es muy del agrado de mi buen amigo Montxo.

De inicio Joker presenta un trastorno del vínculo por el abandono de su madre biológica y, posiblemente, la subsiguiente institucionalización. No quedan muy claros los motivos de esta situación.

En el trascurso de la película nos enteramos de una adopción monoparental por parte de una madre psicótica y que ha padecido ingresos psiquiátricos. Esa figura materna parece tener un delirio amoroso con el acaudalado empresario Thomas Wayne. Una adopción que nunca le es revelada a Arthur y que descubre de forma abrupta.

La madre adoptiva y el niño adoptado establecen una interacción peculiar y distorsionada por los malos tratos, cuanto menos físicos, y mediada por los episodios delirantes de esta mujer. A lo largo del tiempo acontece una inversión de roles y Arthur termina por cuidar a su madre, también de una forma peculiar.

No existe una figura paterna, por lo que se podría decir que esta posición estructural fundamental es sustituida por lo que en términos de Lacan se conoce como “forclusión” del nombre del padre. Importante dato que retomaremos posteriormente.

Arthur es un niño que padece en su infancia las tres tipologías de malos tratos: los malos tratos físicos, los malos tratos psicológico-emocionales y, posiblemente, abusos sexuales (ASI). En este contexto de malos tratos aparece un sujeto revictimizado también fuera del ambiente familiar, siendo objeto de acoso escolar (bullying), acoso emocional y relacional en el trabajo (mobing), este tránsito del bullying al mobing es una secuencia especialmente peligrosa que justifica los contenidos mentales de la revictimización y se traduce en una nueva agresión: el acoso social lleno de insuficiencias a todos los niveles, puesto que los acosos se manifiestan tanto en forma de palizas y agresiones físicas, como con insultos, amenazas, descalificaciones e intimidaciones que aparecen en lo social como una pertenencia al mundo paria y marginal.

El mundo mental, en estas circunstancias, se construye con evidente restricción en el campo cognitivo, presentando distorsiones con una desestructuración progresiva de las producciones mentales apareciendo atribuciones subjetivas y contenidos mentales muy disfuncionales que se traducen en un síntoma externo maravillosamente trasmitido por Arthur: esa risa que domina la escena, que sorprende, que incomoda, que dificulta la comunicación, que levanta una barrera infranqueable al otro y que defiende de forma peculiar al sujeto.

El lenguaje y la comunicación tienen unas características peculiares, llenas de un “barroquismo” especial inicialmente y que a lo largo de la evolución se carga de deterioro real lo que hace que se sustituya el lenguaje por los actos destructivos en lo real.

La ausencia de un proceso simbólico consistente hace que derive tanto sus sensaciones internas como sus contenidos imaginarios a lo real, a los actos que terminan siendo tan desorganizados como su propio funcionamiento mental.

Del vínculo con sus figuras maternas, tanto la biológica que le abandona y dona como de la madre adoptiva, se derivan unas interacciones psicóticas y desestructurantes. Se suma la ausencia de la figura paterna que Arthur intentará sustituir por contenidos de un padre con poder (el rico empresario candidato a la alcaldía) o por un padre influyente en la opinión pública desde su programa de TV. Así les otorga componentes imaginarios de poder constituirse en su familia ideal.

Arthur quiere ser un payaso, un personaje imaginario que ni consigue hacer reir. Recuerda la evolución trasmitida por Heinrich Böll enOpiniones de un payaso”, cuando Hans Schnier, artista venido a menos, destruido por la pérdida de un horizonte social y personal que le es tan ajeno como la felicidad que le ha sido vetada, se describe a sí mismo diciendo: “Soy un payaso y colecciono momentos”. Así es en Arthur, colecciona momentos en un viejo cuaderno donde guarda escritos de sinsabores tanto personales como queriendo ser ese payaso que se maquilla sin utilizar careta alguna.

Sabe de forma disruptiva quien es su padre según su madre, pero este hecho le acaba de hundir: es adoptado y él nunca quiso ser su padre, todo fue una fantasía de su madre, Thomas Wayne sí que ha construido una familia y una posición social “respetable” y le rechaza, le expulsa de su vida de forma violenta.

Durante años ha seguido como fan televidente el programa de Murray Franklin, allí acude invitado porque su risa y su escasa capacidad de trasmitir humor atraen al presentador, “un payaso que no hace reir” que dirá el propio Murray, invitarle para, una vez más, quedarle en evidencia desde la posición de poder de Murray totalmente idealizado por Arthur y que no se merece esa consideración.

Lo real vuelve a emerger con potencia, alguien le ha donado una pistola, estamos en USA, ese regalo es para solventar circunstancias que le ataquen y le sobrepasen. Así lo hace con tres jóvenes que inician un nuevo episodio de acoso en el metro y Arthur lo “soluciona” matando a los tres. Los policías como representantes de la ley real hay que despistarlos y darles un quiebro, lo que le permite llegar a los estudios de TV y “solventar” en lo real las dos figuras parentales: una por rechazarle y otra por intentar descalificarle una vez más y, en esta ocasión, en la TV. Tampoco merecen seguir vivas ni su madre que le mintió y maltrató ni la mujer de Thomas por usurpar al propio Thomas a su madre. Solución en lo real de forma desorganizada y potente que finaliza con un episodio desorganizado y violento con uno de los compañeros que le habían hecho acoso laboral.

Al final queda el gran aquelarre psicótico mezcla de algo real o de fenómeno alucinatorio, uno más, con sus risas y sus caretas y la desaparición de los representantes de la ley envueltos en esta maraña.

Falta de simbolización, emergencia de contenidos imaginarios y soluciones en lo real. Tienen que salir de mi vida se convierte en “retirarles” de la vida de forma tal cual. Esos contenidos imaginarios que se obtienen desde situaciones de marginación y pobreza reales, de un contenido claro de lucha de clases, donde las clases más desfavorecidas se ven impelidas a solucionar su vida en lo cotidiano, en lo real.

Podría parecer una película más de asesinatos, de un personaje psicópata y asesino, lejos de ello se encuentra Arthur. La gran desorganización mental, la expresión tan destructiva, los antecedentes personales y vinculares, la presencia de malos tratos, acoso y ASI, las tremendas dificultades relacionales incluidas las sexuales, junto con esa “forclusión” de la figura paterna que solo rellena de forma imaginaria nos sitúa ante un panorama psicótico. Efectivamente, no era una conducta psicopática o reactiva de Arthur, sino una exteriorización de su alteración perceptiva con atribuciones, distorsiones cognitivas y una actuación en lo real de esas percepciones tan alteradas. La gran desorganización, con conductas bizarras y con esa risa, esa risa… hace sospechar en lo que se conoce como psicosis desorganizada, la antigua hebefrenia.

Ewald Hecker (1871), en su obra: «Zur Bergrundungdes Klinischen Standpunktes in der Psychiatrie», describe un “distinguido desdén” (mit einer gewissen vornehmen Geringschatzung) y unos decenios más tarde Kahlbaum describe el término de Hebefrenia para recoger los síntomas descritos por Hecker.

La etimología de hebefrenia proviene del griego hebe, juventud, y phren, mente. En general es un complejo de síntomas que fueron considerados una forma clínica de esquizofrenia, estos síntomas se caracterizaban por: manierismos salvajes o tontos (p.e. las formas de andar o de fumar de Arthur); afecto impropio (p.e. los gestos y la mímica discordante en algunas escenas); quejas hipocondríacas frecuentes; delirios y alucinaciones transitorios y no sistematizados (p.e. las alteraciones del pensamiento y del estar en algunas escenas). Lo predominante es la alteración del Yo del paciente en forma de regresión pueril, tonta y vacía, aislamiento (p.e. toda la relación con la madre, sus tonos de voz y lo que hace para iniciar ver el programa de TV): solo se pueden conseguir brevísimos momentos de necesaria atención; lenguaje disgregado, con frecuentes interceptaciones; las alucinaciones y delirios sistematizados son escasos, y si se presentan está lejos de componer un mínimo sistema organizado; puerilismo que domina el cuadro, de manera que la apariencia del enfermo parece mostrar un déficit en el conocimiento mucha más intenso del que en realidad posee (p.e. en sus conversaciones, el contacto con los compañeros de trabajo, cuando va a la sala de fiestas, la actitud con la vecina afroamericana).

Seguiremos la descripción inicial de Hecker por su claridad de comprensión en este caso: “Como estos casos van rápidamente a la decadencia mental en los hospitales se los halla en sus estadios finales, en el grupo de los enfermos mutilados o con grandes defectos y, en verdad, la mayor parte de sus historias transcurren antes del internamiento”.

Así se da la razón a Soren Kierkegaard que nos dice que “la vida sólo puede ser comprendida mirando para atrás; mas sólo puede ser vivida mirando para adelante.» Efectivamente “en las hebefrenias la descripción del curso patológico antes de su internamiento es la parte más importante de la historia clínica”. La psicosis “comienza, en la mayor parte de los casos, al parecer como consecuencia de una alteración profunda de los sentimientos (p.e. cómo expresa sus sentimientos a la vecina, a sus compañeros, incluso a su propia madre), con claros síntomas melancoloides que se expresa en una tristeza indeterminada o indescriptible junto a una opresión que poco a poco se consolida en una idea delirante determinada, categórica, aunque muy variable u oscilante (wechseinden Wahinorstellungen ), la melancolía puede manifestarse como delirio de persecución o de influencia” (p.e. en todo el aquelarre del final de la película en el metro y en las calles).

Se acompaña de una “cierta tendencia a lamentarse de su horrible miseria, la infelicidad que lo golpea, los pecados que lo acosan, las persecuciones a las que está expuesto, no puede el sujeto reprimir un impulso a reír (es evidente que la risa de Arthur aparece y se expresa de una forma peculiar y bizarra), a efectuar chistes necios (p.e. su insistencia en ser monologuista cómico y sus chistes no hacen gracia a nadie)». «Suele surgir también un bizarro impulso a la acción (bizarrer Bethatiegungstrieb ) que puede llegar a una notable y expansiva furia (p.e. muy claro en la comisión de la agresión y muerte con su compañero de trabajo); casi siempre se expresa ésta en una acción sin objeto ni fin, necia, o en una inclinación al vagabundeo. Muchas veces corren el peligro de ser tomados por simuladores”. “La mayor parte de las alteraciones se mueven en el territorio formal: determinadas ideas delirantes se pueden demostrar muy raramente y aparecen toda clase de ocurrencias bizarras que son muy superficiales”.

Se detectan alteraciones formales en el lenguaje del hebefrénico y, sobre todo, las observaciones de su escritura (es muy recomendable ver los planos del cuaderno que escribe donde se evidencian las características típicas): “se caracterizan tan pronto por una particular desviación en la formación de la lógica de las frases o tan pronto porque aparecen fallos sobre todo cuando las frases son largas a lo que tiene mucha tendencia el paciente. Se nota, entonces, una particular negligencia en la unión de las frases una con la otra y la incapacidad de precisar en forma concreta un pensamiento; sin determinada separación, sin puntuaciones se hila el pensamiento durante un tiempo prolongado obteniéndose así una particular forma de escribir».

Recordemos a Bertrand Russel: «Para qué repetir los errores antiguos habiendo tantos errores nuevos que cometer?». Con este pensamiento se me abren dos grandes incógnitas: El devenir hacia Batman (?) del hijo de Thomas tras ver como matan a su padre y a su madre, con ese hieratismo en la expresión, con la mirada perdida y las salpicaduras de la sangre de sus padres en la cara. La segunda incertidumbre se cierne en la significación de las pisadas con rastros sanguinolentos en un suelo muy blanco tras una entrevista con la psiquiatra y otra vuelta de la risa, mientras Arthur corre de un lado al outro. Ahí lo dejo, mientras Arthur deja en el cubo de la basura la careta que ha servido para el camuflaje y la huida final.

P.D. Todos los entrecomillados se refieren a la traducción del alemán de la descripción inicial del cuadro de hebefrenia realizada por Hecker, en la obra referenciada en el texto.


José Luis Pedreira Massa, el "Don Galimatías" de La Mar de Onuba, es Vocal del Consejo Asesor de Sanidad y Servicios Sociales del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social. Psiquiatra y psicoterapeuta de infancia y adolescencia. Prof. de Psicopatología, Grado de Criminología (UNED).

 

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