No me he levantado bien. Es uno de esos días en que te puede lo que los adolescentes denominan “el bajón”. Estoy espeso, parece que no doy pié con bola y tengo que escribir el artículo semanal. Ya sé que podía dejarlo, pero no debo porque es una tarea que me obliga a pensar y a cumplir con unos plazos. No puedo ni mover la estilográfica, se me olvidaba, soy de los que escribe con estilográfica, me agrada ese raspar la hoja y el deslizarse por ella mientras el punto se engola con los trazos de mi ilegible letra.
Miro por la ventana y mi pensamiento vuela por encima de las nubes de la mañana madrileña entre las que destellan rayos del sol matutino de este benigno invierno. Ya digo no es que me evada, es que me voy, me voy… Joan Manuel Serrat decía “será que las musas han pasado de mí”… Pero tampoco es esto, lo que ocurre es que hoy me percibo indolente.
Estos días han estado infectados de informaciones virásicas por doquier y hasta mi hija me ha recordado que soy miembro de la población de riesgo para el coronavirus ¡Para lo que vamos quedando!
Además estamos en un proceso de reconsideración de las medidas a tomar en el momento actual por parte de la administración sanitaria y, por consiguiente, en el conjunto de la población puesto que el Gobierno ha determinado que, en este caso, sea la encargada de emitir las normas y establecer los parámetros de análisis e intervención.
En este periodo han proliferado dos cosas poco recomendables: se han incrementado las denominadas fake news, sobre todo las relativas al propio proceso de coronavirus y, en segundo lugar, los hiperintervencionismos buenistas para abordar el tema sin la consistencia necesaria ni el fundamento pertinente.
También hemos observado el silencio de la oposición de derechas, yo no creo que haya sido prudencia o asentimiento, sino que ha sido una mezcla de desconocimiento/ignorancia con una cruel espera por ver qué iba a pasar y si el Gobierno estatal se daba un batacazo que fuera solamente a ese nivel.Hasta este punto llega su estulticia.
En general se están utilizando conceptos y criterios de salud pública, por lo que no se debiera trasponer miméticamente al nivel de la comunicación habitual. Es el caso de epidemia y pandemia, es el caso de contagiosidad, es el caso de tratamiento y prevención y del grado de conocimiento del proceso que nos ocupa.
El problema del coronavirus es un claro problema de salud pública, porque afectando a sujetos en concreto, lo hace desde una perspectiva más global y se refiere al conjunto de la población. Cuando en esa población se incrementa la incidencia (casos nuevos de un proceso) de un enfermar de características infecto-contagiosas se denomina epidemia, pero si esa epidemia afecta a múltiples países de diversos continentes se denomina pandemia. Por lo tanto epidemia y pandemia son terminologías superponibles, en las que se enfatiza la dimensión extensión y difusión del proceso.
En salud pública existe una cadena epidemiológica que se aplica en el caso de las afecciones infecto-contagiosas: reservorio (allí donde están los microorganismos agazapados, escondidos y desde donde salen al exterior), mecanismo de trasmisión (cómo se trasmiten los gérmenes) y población susceptible (la población que puede infectarse).
En el caso que nos ocupa sabemos que es coronavirus, pero nuevo y del conocemos poco de su identidad, aunque con el tiempo trascurrido hemos de señalar los avances acontecidos en un corto periodo de tiempo y que China ha liderado estos avances con publicaciones científicas relevantes en publicaciones científicas de impact-factor.
Sabemos que los coronavirus son virus cuyo reservorio son animales que, en ocasiones, pasan al ser humano. Aún estamos por determinar cuál ha sido la especie animal causante de este proceso que está resultando tan desestabilizador. Este punto ha resultado ser uno de los orígenes más importantes de fake news a nivel de publicaciones que han “descubierto” lo que el método científico no ha logrado aportar.
El mecanismo de trasmisión ha estado claro: la vía respiratoria directa y la vía oral de forma complementaria. En la vía respiratoria directa se precisa una cierta cercanía física entre las personas, porque las gotículas precisan de esa cercanía, ya saben entre 1-2 metros. En lo demás son normas de higiene general y personal: limpiar superficies (allí pudiera acantonarse los virus durante unas horas de forma variable), lavarse las manos con frecuencia, taparse la boca para estornudar (pero no directamente con las manos para evitar la difusión), las mascarillas son poco eficaces, salvo para los afectados y que contengan la emisión al exterior de las gotículas.
La población susceptible, en principio somos todos y todas. Ahora bien unos padecerán la afección tras un periodo de incubación de unas dos semanas, en ese tiempo se puede ser foco de contagio, sin que el sujeto lo sepa porque es una fase asintomática de la afección. La fase clínica destaca como una afección de síntomas inespecíficos y banales, en su gran mayoría, de características catarrales y gripales. Pero en determinados grupos de población se presenta con características especiales: en la infancia parece que es mucho más benigna, en los mayores es más seria la evolución, igual que acontece con los procesos gripales, entre otras cosas porque la presencia de procesos intercurrentes y pluripatologías afectan a la capacidad de respuesta inmunitaria y evolutiva de la afección, pueden favorecer complicaciones o descompensaciones de los procesos subyacentes previos con una gravedad añadida. Desconocemos bastante del curso de la enfermedad como tal y por lo tanto de su proceso de sanación definitiva más allá de buscar la negatividad de las posibles cargas virales.
Los casos de mortalidad se han incrementado, es cierto, pero merece una reflexión específica: el grupo de población ha afectado, desafortunadamente, a las personas mayores y todas ellas tenían otros procesos intercurrentes de gravedad variable. Se podría decir que son personas que han fallecido con el coronavirus, pero no por el coronavirus como causa fundamental. Hemos de señalar que la mortalidad por la gripe estacional causó mayor mortalidad y afectó a los mismos grupos de población, de ahí la insistencia en realizar la vacunación en estos grupos poblacionales. Hasta el momento actual han existido unas 30 personas que, desafortunadamente, han perdido la vida en esta crisis del coronavirus, pero no está de más recordar que cada día en España mueren diariamente unas 1.100 personas, de ellas entre 5-10 lo son por accidentes, 10 lo son por conductas suicidas (una de ellas es adolescente) y entre 1-1,5 a la semana son muertes debidas a la violencia machista. Es por aportar datos de reflexión.
Por todo lo dicho y las imprecisiones que aún tenemos hemos de reconocer que es un proceso nuevo, que estamos aprendiendo según suceden los acontecimientos, que se está realizando un seguimiento continuo e intenso de la situación desde los ámbitos de la epidemiología y de la salud pública. En el caso concreto de España la designación del Coordinador del Servicio de emergencias sanitarias como portavoz ha sido un acierto fuera de toda duda: por su templanza, por su rigor informativo, por la buena capacidad de comunicación, por no rehuir ninguna pregunta, por frenar el alarmismo, por insistir en las medidas preventivas. Ha sido una información muy aquilatada y respondiendo al principio de proporcionalidad, evitando el alarmismo o las prisas, actuando en tiempo y forma según cambiaban los datos reales. Los cantos de sirena que solicitaban apresuramiento en la toma de decisiones no respondían a principios de la realidad científica y del estado de conocimiento de la ciencia. Evitar el pánico y el alarmismo ha sido un buen objetivo que solo los muy insensatos han intentado generalizar.
De todo lo anterior se ha responsabilizado la sanidad pública. La sanidad privada ni está ni se la espera, es más, en el texto de la casi totalidad de las pólizas suscritas, se excluye la asistencia en el caso de epidemias. Así…cualquiera ¿dónde está la tan cacareada complementariedad público-privado? A la primera de cambio, se escaquean. Es más, las Comunidades Autónomas que habían reducido al mínimo los servicios de Salud Pública han tenido poca o nula relevancia en este proceso, salvo la toma de decisiones a última hora, corriendo y de prisa en la tarde del día 09.03 y queriendo lanzar balones fuera. La ciudadanía no debe olvidar este posicionamiento tan…tan peculiar y guiado por el interés y no por el servicio público.
La oposición de las derechas no tenía nada que decir de forma científico-técnica, no nos extraña nada porque para ello hubieren necesitado conocimiento y ganas de aprender, frente a ello se agazaparon y han pretendido atacar de forma deslavazada y oportunista, haciendo énfasis en los resultados económicos. Verán, la economía es muy importante, pero lo primero son los temas relativos al bienestar de la ciudadanía, de las personas. Las derechas aprovechan que pasa el Pisuerga por Valladolid y arremeten contra el SMI y otras decisiones sociales tomadas por el Gobierno de España. Representa un nivel de su irresponsabilidad política y social, querer lanzar una cortina de humo para empañar la buena dirección de la gestión sanitaria en este caso, consiste en verter augurios pesarosos sobre una hipótesis evolutiva que, aún pareciendo real y necesario, no es lo prioritario. Las derechas hacen politiquería de baja estopa ante este proceso y denotan su baja sensibilidad y escasa preparación política e intelectual.
Las opciones desplegadas por las derechas, junto a los medios de comunicación que les son afines, destacan por una escasa sensibilidad hacia las personas y la población en su conjunto; mostrando un desprecio por la salud pública y sus métodos científicos, p.e. dudando o incluso ridiculizando las medidas preventivas que se recomendaban. De esta suerte creaban un alarmismo innecesario basado en un profundo desconocimiento del tema del que pretendidamente opinaban. El resultado final, totalmente observable y evaluable, es una muestra clara de insolidaridad social al mostrar su falta de compromiso real con las políticas públicas, siendo en este caso con la salud pública. El resultado ha sido cultivar el miedo de la población, un miedo aderezado por comentarios que, en algunas ocasiones, llegaban al grado del patetismo por su dramatismo absolutamente impostado. Saben que la población, en estos casos, se vuelve vulnerable y hurgan en la vulnerabilidad en vez de trabajar por la consolidación de avanzar en la dirección de superar la crisis.
En términos generales precisamos templanza y serenidad, tal como está actuando el Ministerio de Sanidad, actuando con datos concretos a medida que se dispongan, pero no precipitando acciones indiscriminadas que no ayudan en nada a superar la situación y, en todo caso, pueden incrementar los riesgos percibidos por la población al incrementar la sensación de incertidumbre más allá de la duda razonable. También precisamos respeto hacia los responsables públicos que ponen su experiencia y conocimiento al servicio de todos y todas con responsabilidad y rigor científico-técnico. Ante ello los actores reales somos la ciudadanía, todos y cada uno de nosotros que debemos asumir la responsabilidad de desarrollar las acciones preventivas que nos competen a nivel tanto individual como colectivo, nos debemos basar en las informaciones contrastadas de los servicios públicos y no en las fake news que proliferan como setas en estos momentos con el interés de los agoreros que no aceptan que sean otros los que actúan bien.
El Ministerio de Sanidad está cumpliendo con una información diaria de calidad, seamos conscientes de ello. Informa hasta donde se sabe y se conoce con datos científico-técnicos de un proceso nuevo, en una situación nueva.
José Luis Pedreira Massa, Don Galimatías en La Mar de Onuba, es Vocal del Consejo Asesor de Sanidad y Servicios Sociales del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social. Psiquiatra y psicoterapeuta de infancia y adolescencia. Prof. de Psicopatología, Grado de Criminología (UNED).
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