Como en otros años tengo que marchar por razones docentes y profesionales al otro lado de la mar-océano. Me voy a México, un gran y diverso país que, en no pocas ocasiones, se encuentra en una situación social complicada. Mi periplo es sugerente desde las tierras de Jalisco con sus plantaciones de agave originario del municipio de Amatitán para obtener el tequila, a la industriosa y, en muchas circunstancias, conflictiva Monterrey para finalizar en la convulsa, gigantesca y desmañada DF. Claro que me voy con ilusión y habiendo preparado detenidamente mis participaciones, pero me voy con un cierto “reconcome” de la situación española.
La prensa internacional se encuentra expectante con el devaneo político de la derecha española, ya que no terminan de aceptar, mucho menos comprender, cómo es posible que la derecha clásica y la derecha liberal están por blanquear a la voxiferante extrema-derecha-extrema. En su afán por no perder poder una y por tocar poder la segunda, resulta que solamente tienen una opción para superar a la fuerza vencedora de todas las elecciones: solo sale la cuenta pactando con los voxiferantes. Esta formación de extrema-derecha-extrema de corte filofascista, se encuentra crecida y desplegando su monocromática cola negra de pavo real, lo hace poniendo condiciones que no son razonables y nos retrotraen a épocas casi del pleistoceno político y social de este país de la piel de toro.
La base de los acuerdos que solicitan estos voxiferantes populistas filofascistas son, a todas luces, inaceptables para cualquier fuerza política democrática que quiera representar un mínimo avance y progreso. Además el lenguaje que utiliza es de descalificación hacia los otros, insultante y hecho desde la gran prepotencia del pensamiento único y la posesión absoluta de la verdad: hablar de chiringuitos (introduciendo en ellos a organizaciones como Save the Children o Cáritas) es un insulto a la inteligencia y una verdadera agresión a un grupo de profesionales y a organizaciones que han desarrollado una labor social de primera magnitud, aunque en alguna ocasión no les gustara.
De esta suerte abordaremos el lenguaje que utilizan para hacerlo y el alarmismo que buscan intencionadamente provocar entre la población, buscando el rédito de su legitimización política y social. En no pocas ocasiones insuflan lenguaje machista, con cargas de profundidad hacia el feminismo al introducir calificativos de liberal o de izquierdas o excluyente, cuando el feminismo es feminismo, sin más, luego cada colectivo o sujetos individuales tienen su propia ideología libremente aceptada y ejercida. Las políticas de igualdad, de conciliación de la vida laboral y familiar; el hecho de pretender anular el concepto de violencia machista y sustituirlo por el de violencia familiar, es decir desnaturalizar el concepto en sí mismo y sustituirlo por una acepción exclusivamente topológica tiene una gran maldad intrínseca.
Con las políticas LGTBI son aún más agresivos en la descalificación y el insulto. Retornan al concepto de “enfermedad”, cuando desde 1.990 la homosexualidad no se considera como tal y desde 2018 la transexualidad tampoco es una enfermedad según el sistema CIE-11 de la OMS. Lo más sangrante es lo que denominan poner en marcha “tratamientos de reversión”, tienen un gran error conceptual: si resulta que científica y éticamente no son enfermedades, entonces no existen tratamientos. Tras este error es importante señalar que, incluso la American Medical Association (desde luego no es de extrema izquierda) ha declarado (AMA Journal of Ethics, August 2010, Volume 12, Number 8: 645-649; confirmada por Resolutions that have the potential to impact the lives of LGBT people across the country. June 11, 2014) que anunciarse para realizar tratamientos denominados de “reversión” con población LGTBI constituyen una falta ética y tendrán las sanciones pertinentes, incluso prohíben directamente los anuncios profesionales en esa dirección tanto en prensa profesional como en la general. También acontece en España por las legislaciones de varias CC.AA., entre ellas Madrid y Valencia. Así que tanto la actitud de determinados prelados de la iglesia católica como la actitud de la lideresa voxiferante de Madrid están “off label” o fuera de indicación científica y social, mostrando su cara más intolerante, irrespetuosa, populista e inadecuada con este colectivo de la ciudadanía.
La diana más directa se dirige hacia dos colectivos vulnerables y sensibles que en los últimos años habían conseguido avances sociales y reconocimiento por su lucha en la consecución de sus derechos, en base a que son el cumplimiento con los derechos humanos, ni más ni menos. Se ha avanzado mucho en el terreno de la igualdad y de aceptar la diversidad, pero quedaba terreno por caminar. Entonces las derechas convencionales, animadas por los voxiferantes filofascistas, muchos de sus líderes con monacales apellidos, quieren primero parar y más tarde revertir todo lo conseguido con el esfuerzo de mucha gente y, en el caso de las mujeres, poniendo algo más de 1.000 muertas por la violencia machista.
No valen las cifras de la Fiscalía del Estado que, de forma reiterada a lo largo de los años, aporta que en el caso de la violencia machista solamente el 0,01% de las denuncias son falsas. Tampoco vale de nada que los organismos internacionales científicos y profesionales inicien un nuevo trayecto de respeto e integración con la población LGTBIQ+.
Sus expresiones de agresividad reiterada hacia las mujeres y la consideración social hacia ellas de forma paternalista, demuestra a todas luces su machismo visceral y, en cierta medida, su connivencia con los agresores machistas.
Con la población LGTBIQ+ muestran su homofobia, su transfobia y, en definitiva, su LGTBIfobia, lo que demuestra de forma clara que sus posiciones sobre lo que denominan como “ideología de género” tiene una orientación contraria. Es su ideología lo que no les permite aceptar a estos colectivos y su forma de amar y vivir la diversidad con igualdad y libertad. Entonces la ideología de género es la de estos grupos políticos que la dicen formular, además deben saber que no solo es su ideología la que no permite aceptar la realidad LGTBI, sino que estas personas LGTBI no son enfermas, no tienen enfermedad, pero la manifestación de homofobia, transfobia y LGTBIfobia sí que es una enfermedad y se lo van a tener que hacer ver.
Pero por más que lo intenten estos grupos, han de saber que la población, que los profesionales, no estamos dispuestos a que se pisoteen los derechos y reconocimientos conseguidos, por ello han de tener claro que: NI UN PASO ATRÁS.
Espero y deseo que a mi vuelta los colectivos afectados se hayan unido, porque los derechos no son un regalo y debemos luchar por conservarlos todos, todas y todes.
José Luis Pedreira Massa, columnista de La Mar de Onuba, es psiquiatra y psicoterapeuta de infancia y adolescencia. Prof. de Psicopatología, Grado de Criminología (UNED). Vocal de Consejo Asesor de Sanidad y Servicios Sociales del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social.
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