Cuba: Días y marchas después

Las protestas se mezclaron con actos vandálicos, hechos delictivos, asaltos a comercios y enfrentamientos violentos entre manifestantes, autoridades policiales que salieron a restablecer el orden y entre grupos de personas.

«Las demandas que acompañaron a las manifestaciones en diferentes puntos del país son demandas legítimas y no son solo de las personas que fueron allí y protestaron. Muchas son también demandas de los que no fuimos allí, porque todos vivimos en una Cuba con pensamiento crítico, situaciones que enfrentamos todos los días y quisiéramos que las soluciones a los problemas fueran con mayor rapidez e intensidad».
por Sara Más y Lirians Gordillo Piña

La Habana, 22 de julio de 2021. A una semana de ocurridas protestas inéditas en varias ciudades del país, muchas miradas en Cuba se concentran en las experiencias, aprendizajes y posibles rutas a partir de los sucesos.

Con una amplia difusión por las redes sociales, la salida de la gente a la calle había comenzado poco antes del mediodía del domingo 11 de julio en el poblado de San Antonio de los Baños, provincia de Artemisa, al suroeste de La Habana. Luego se extendieron a otros poblados y ciudades del país.

Las protestas se mezclaron con actos vandálicos, hechos delictivos, asaltos a comercios y enfrentamientos violentos entre manifestantes, autoridades policiales que salieron a restablecer el orden y entre grupos de personas.

La joven periodista Liz Oliva presenció algunas de las manifestaciones en Centro Habana, céntrico municipio de la capital. De regreso de casa de sus padres, en la barriada de Managua, se encontró con grupos en las calles.

«Recuerdo que la primera sensación que tuve fue como cuando se te aprieta el pecho, que no sabes qué hacer y tienes ganas de llorar. Después me puse un poco nerviosa porque era demasiada gente, había personas tranquilas, otras con enfrentamientos con la policía», dice la joven.

De lo más reconfortante que vio, rescata la imagen de mucha gente con banderas cubanas, familias enteras, jóvenes solas y amistades, gente en bicicletas y patines. De los momentos más tensos, refiere palos y golpes, tanto de la policía como de los manifestantes en general, en pro y en contra. Fueron muy violentos ambos, en determinados momentos, refiere.

En el extremo oriental de Cuba, a la profesora universitaria Yuleidys González Estradas (Yula) le llegó la noticia por teléfono. En su provincia Granma, a unos 740 kilómetros de La Habana, le contaban de una manifestación en la barriada Camilo Cienfuegos, en Bayamo. Dice a SEMlac que no podía creer lo que escuchaba, le parecía una película.

La siguiente llamada vino de La Habana. «Una hermana feminista me comentaba sobre lo que estaba sucediendo en La Güinera y que iba para allá a unirse a quienes estaban defendiendo la Revolución. Fue un día muy doloroso. Nunca pensé que Cuba podría vivir un momento así», relata.

«Lo que más recuerdo fue el sentimiento de impotencia pues, de lo que había pasado en Bayamo, me enteré cuando ya solo era noticia y por las dificultades con la conexión tampoco podía combatir en Twitter y Facebook la enorme campaña de odio que se cierne sobre Cuba», afirma.

Detrás de los hechos

Los análisis sobre los sucesos coinciden en que no existe una sola explicación para lo sucedido, porque confluyen problemáticas sociales y políticas que persisten en la isla del Caribe desde hace décadas, la más grave crisis sanitaria causada por la pandemia de la covid-19 y el incremento del bloqueo del gobierno de Estados Unidos, con más de 200 medidas vigentes, tomadas por la administración Trump, que buscan estrangular al país.

«Hoy tenemos una vida cotidiana muy compleja, con gran desabastecimiento de productos de primera necesidad, largas colas para adquirirlos, escasez de medicamentos, incremento elevado de los precios, salarios que no alcanzan a pesar de haber lanzado una propuesta de reordenamiento económico que creó otras expectativas», describe Georgina Alfonso, del Espacio feminista Berta Cáceres.

Desde dentro y fuera de Cuba, no han faltado denuncias por detenciones y abuso policial, excesos de las dos partes, llamados a desterrar polarizaciones y posturas sesgadas y apuestas por comprender la complejidad de los sucesos, indagar en la realidad, centrar los análisis poniendo a las personas en el centro, las provocaciones en la mira y reconociendo los valores y fallas del proyecto socialista cubano.

«Las demandas que acompañaron a las manifestaciones en diferentes puntos del país son demandas legítimas y no son solo de las personas que fueron allí y protestaron. Muchas son también demandas de los que no fuimos allí, porque todos vivimos en una Cuba con pensamiento crítico, situaciones que enfrentamos todos los días y quisiéramos que las soluciones a los problemas fueran con mayor rapidez e intensidad», reflexiona Alfonso.

Para Liz Oliva, ese día marcará un antes y un después. Ella vivió desorden, contradicciones y la necesidad de muchas personas de ser escuchadas: «se acabaron los murmullos» opina.

«Recuerdo que muchos jóvenes que entrevisté me dijeron: ’yo lo que quiero es cambio’ y yo les decía: ’sí pero para qué, cambio hacia dónde’. Y me respondían: ’no, no cambio, cambio’. Eran las únicas palabras que repetían; cambio y libertad. Pero no tienen idea de qué es ese cambio, de qué libertad es la que piden y, sobre todo, de quién y cómo podría ser liderado y hacia dónde debe ir ese cambio», agrega.

A esta ecuación se suman denuncias de campañas y planes de la derecha cubano-americana residente en el sur de la Florida. Especialistas han revelado el desarrollo de estrategias de comunicación en redes sociales y el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla instó al gobierno estadounidense a desmentir el financiamiento federal a organizaciones que han tenido un papel activo en estos sucesos, pero aún no ha habido una respuesta.

«Es cierto que se manipuló desde el odio, desde la subversión, que se aprovechó esta oportunidad. Vivimos en un mundo donde se disputa la emancipación y en la medida en que se avance en proyectos emancipadores, enfrentar la dominación desde el pensamiento, la cultura, desde la educación, será parte de nuestros desafíos», sostiene Alfonso.

También lo reconoció el presidente cubano Miguel Díaz Canel, ante unas 100.00 personas que se reunieron el sábado 17 en La Habana, en acto de reafirmación revolucionaria. «Es un odio que fractura a la familia, a los amigos, a la sociedad, y que amenaza con llevarse muchos de nuestros valores al rincón de lo inservible».

El temor a ser usado por intereses extranjeros también existe en la isla.

«A mí lo que me pasa con todo esto es que me da un poco de miedo por la desorganización y no tener en cuenta qué cosas son las que querernos y demás. Todo esto puede ser manipulado, o malinterpretado como lo está siendo, o servir a intereses de terceros, sobre todo a la injerencia que tienen los americanos aquí, que es y será, que no cambia porque cambie un gobierno en la Casa Blanca y que, evidentemente, son intereses claros», reflexiona Oliva.

Personalmente, ella no vislumbra que el gobierno estadounidense vaya a intervenir militarmente, ante llamados a la intervención militar desde varios sectores radicales. «No creo que esté en la agenda, pero la derecha cubano-americana miamense sí está pujando muy fuerte por eso. Y realmente te das cuenta de que hay todo un engranaje político y cultural detrás, hay mucho odio», agrega.

Desde el oriente cubano, Yula cuestiona el momento en que todo esto ocurre, por más de un motivo.

«¿Es casual que suceda cuando acabamos de recibir la noticia sobre la efectividad de las vacunas Abdala y Soberana; primeras producidas en América Latina? ¿Es cuestión de azar que estos hechos hayan tenido lugar en este momento en el que la solidaridad internacional gana en articulación en la lucha por el levantamiento del bloqueo genocida a Cuba? No sé qué pensarán otras personas, yo pienso que no», asegura.

Por diálogos y consensos

Mientras regresa cierta calma a la isla, en las redes sociales no cesan los mensajes de todo tipo: unas personas discuten con odio e intransigencia; otras llaman a la paz, a la no violencia desde ninguna de las partes, y también emergen análisis que profundizan en causas, procesos y propuestas.

«A una semana de lo acontecido, esto no ha concluido, las agresiones y el intento desenfrenado de agotar las posibilidades de alternativas emancipatorias en Cuba no van a cesar. En medio de una crisis hegemónica capitalista global, estas batallas y formas de lucha se van a volver cotidianas», opina Alfonso.

En diferentes tribunas y espacios, las autoridades cubanas y sectores diversos llaman a la unidad y el propio presidente abogó por articular los diálogos pendientes, rescatar la obra social y promover mayor atención a sectores vulnerables.

Habló también de autocrítica, rectificación pendiente, revisión profunda de métodos y estilos de trabajo que chocan con la voluntad de servicio público, burocracia, trabas e insensibilidad.

«Tenemos que continuar fortaleciendo el trabajo con las comunidades; tenemos que seguir robusteciendo el diálogo y la construcción de alternativas emancipatorias en esos espacios. Es importante que no nos cansemos de explicar, de debatir y de impulsar la participación popular en la toma de decisiones sobre el destino de nuestro país», asegura Yula.

A juicio de Alfonso, «la unidad no es una unidad homogeneizante, aglutinadora de intereses, valores y necesidades; tampoco es subordinada o supeditada a una supuesta vanguardia política llena de experiencia y que dicta lo que los demás tienen que hacer».

La también directora del Instituto de Filosofía apuesta por reconocer las identidades múltiples que conforman el sentido de unidad como vanguardia, conducción y construcción de otra manera de hacer la política.

«Se impone un ejercicio de desafío de nuestro propio contexto que nos permita avanzar, fortaleciendo el control y participación social sobre los procesos verdaderamente desencadenadores de nuestra sociedad, buscando soluciones inmediatas a los problemas acumulados desde el periodo especial», sostuvo.

«Pero sería ingenuo pensar que vamos a avanzar y que el gobierno de Estados Unidos estimule que el proyecto social cubano se desarrolle. Sería una ingenuidad política muy grande. En 60 años hemos pensado en alternativas desde una plaza sitiada. Para cualquier estrategia hay que contar con un bloqueo que va a perdurar, que existe, que es un dato de la realidad», acotó.

Liz Oliva también desea diálogo y que se deje de etiquetar a las personas por expresar lo que sentían, básicamente. «Me encantaría que se hablara de Cuba y de todos los cubanos, en vez de revolucionarios y personas que están en contra, los confundidos y los influenciables», explica.

«Me parece que este es un momento decisivo para hablar de unidad, para hablar de consenso; no importa que no pensemos igual. Creo que hay país para todo el mundo y todos, de una manera u otra, podemos contribuir para que seamos un país mejor. Por lo menos es lo que yo sueño, siento y quiero creer. Sueño con eso».

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