Jueves, 7 de septiembre de 2023. Millones de niños, niñas y adolescentes de América Latina y el Caribe, y sus familias, han abandonado escuelas, amigos y comunidades para conformar una de las mayores y más complejas crisis migratorias del mundo, advierte en un nuevo informe desde Panamá el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), informa la IPS.
«Cada vez hay más niños en movimiento, de edades cada vez más tempranas, a menudo solos y de diversos países de origen, incluso de lugares tan lejanos como África y Asia», afirmó el director de Unicef para América Latina en esta capital panameña, Garry Conille.
En todo el mundo, 15 por ciento de los migrantes son niños, niñas y adolescentes, pero en América Latina y el Caribe esa proporción llega a 25 por ciento, y cada vez son más pequeños, pues la edad de 91 por ciento de ellos en algunos puntos de tránsito clave no pasa de once años.
Destaca Unicef que en 2022 cerca de 250.000 migrantes, de los cuales unos 40.000 eran niños, niñas y adolescentes, cruzaron la peligrosa selva del Darién, entre Colombia y Panamá. En los primeros seis meses de 2023 más de 196.000 migrantes la han cruzado, entre ellos más de 40.000 niños, niñas y adolescentes.
El aumento de la migración se concentra dentro y a través de América Central y México, el movimiento de haitianos desde Haití y entre otros países de la región, y el movimiento desde Venezuela, siendo niños, niñas y adolescentes 42 por ciento de los migrantes venezolanos en América del Sur.
La inestabilidad, pobreza y colapso de servicios esenciales, la violencia, y el cambio climático, son señalados por Unicef como principales causas del desplazamiento de niños en la región, en su estudio «La infancia en peligro. El rostro cambiante de la niñez migrante en América Latina y el Caribe».
Las familias esgrimen como razones desde la falta de alimentos hasta el deseo de que sus hijos tengan un mejor futuro; o escapar de la violencia doméstica, política, de género y relacionada con las bandas, y los desastres provocados por huracanes o terremotos, agravados por el impacto del cambio climático y la pandemia COVID-19.
Los niños y sus familias se desplazan principalmente a lo largo de tres rutas: la selva del Darién, la migración hacia el exterior desde América del Sur, y en puntos de tránsito clave en el norte de Centroamérica y México.
Unicef destaca que los riesgos físicos a lo largo de las rutas migratorias irregulares son innumerables, especialmente para los niños, que a menudo atraviesan selvas, ríos, vías férreas y carreteras, arriesgando su integridad, al margen de que pueden convertirse en víctimas de violencia, explotación y otros atropellos graves.
En 2022, al menos 92 niños, niñas y adolescentes migrantes perdieron la vida o desaparecieron mientras se desplazaban por la región, una cifra superior a la de cualquier otro año desde 2014.
Millones de migrantes no pueden acceder a las vías de migración regulares y seguras porque carecen de documentación oficial, no disponen de medios para pagar el alto costo de la migración regular o no tienen un patrocinador en el país de destino.
Esto puede convertir sus viajes en una experiencia peligrosa a través de terrenos traicioneros plagados de traficantes y otros delincuentes.
Las familias migrantes también pueden ser detenidas en tránsito o al llegar a su destino, y corren el peligro de que los devuelvan a sus países de origen o al último país de tránsito.
«Incluso si logran llegar a su destino, su futuro suele seguir en riesgo», observó Conille.
Los niños, niñas y adolescentes refugiados y migrantes también afrontan obstáculos para acceder a los servicios esenciales en los países de tránsito y destino.
Al mismo tiempo, muchas comunidades de acogida tratan de satisfacer las necesidades de servicios y protección tanto de la población migrante como de la población nacional, un esfuerzo que ejerce una presión adicional sobre los recursos y la cohesión social.
Algunos grupos son particularmente vulnerables. Entre ellos se encuentran los niños, niñas y adolescentes con discapacidades, los que se identifican como LGBTQI+ y los que pertenecen a grupos indígenas.
Esa realidad plantea desafíos a las políticas migratorias nacionales y a las respuestas humanitarias en los países de origen, tránsito y destino, destaca Unicef.
Pero reconoce que no es fácil, puesto que los flujos migratorios de la región a menudo se cruzan de manera que la mayoría de los países son puntos de origen, tránsito, destino y retorno al mismo tiempo, haciendo de América Latina el escenario de una de las crisis de migración infantil más grandes y complejas del mundo.
Unicef plantea un enfoque regional integrado con cinco puntos, el primero de los cuales es movilizar la protección internacional y atender las causas fundamentales de la migración específica de los niños.
Propone invertir en los países de origen para mejorar el acceso a los servicios, prevenir y responder a la violencia, y crear oportunidades de educación y medios de vida para niños, jóvenes y familias vulnerables, y apoyar a los niños que permanecen en el país de origen mientras sus padres han migrado.
Además, ampliar las vías migratorias seguras y regulares para niños y familias, incluidos mecanismos de reunificación familiar, manteniendo el derecho al asilo. «Se debe permitir que los niños y las familias ingresen al territorio de un Estado para solicitar asilo y quedarse allí mientras dure el procedimiento», según Unicef.
También, fortalecer los procesos fronterizos y de recepción para que tengan en cuenta a los niños y para que sean dirigidos por las autoridades de protección infantil en la etapa más temprana posible, implementando salvaguardias específicas, preservando la unidad familiar y garantizando el acceso a servicios legales.
Y, finalmente, invertir en sistemas nacionales sólidos de protección infantil para salvaguardar a todos los niños, incluidos los migrantes y refugiados, de la explotación y la violencia, garantizando procedimientos adecuados para determinar su interés superior y promoviendo el cruce fronterizo seguro, concluye el documento.
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