La emergencia sanitaria declarada por la expansión del COVID-19 ha cambiado nuestra forma de vida y nuestra rutina diaria de la noche a la mañana. Lo más llamativo es que, debido al estado de alarma, tenemos que quedarnos en casa el mayor tiempo posible.
La actividad educativa en las escuelas se ha paralizado. Ahora niños y niñas pasan en casa todo el día, a pesar de que muchas familias tienen que seguir saliendo de casa para trabajar, o bien intentan compaginar el cuidado del hogar con el teletrabajo. Ante esta situación anómala y difícil, lo mejor es quedarnos con la parte positiva: disponemos de un tiempo muy valioso para estar con nuestros hijos e hijas.
A lo largo del día, y en colaboración con los maestros y maestras de nuestros hijos e hijas, podemos brindarles incontables oportunidades de aprendizaje, tanto formales como informales. A continuación, proponemos algunos consejos para organizar la rutina en casa y sacarle partido educativo a la situación en la que nos encontramos a través del aprendizaje, el ocio y la actividad física:
- Limitar el tiempo que los niños y las niñas pasan frente a las pantallas (televisión, tabletas, portátiles, móviles). A pesar de que es un recurso que gusta mucho a los niños y las niñas, debemos ser conscientes de que existen muchas otras actividades que se pueden realizar a lo largo del día. Sugerimos pactar un límite de tiempo de uso, similar al que pueden tener en el fin de semana.
- Investigar y utilizar aplicaciones móviles y sitios web que tengan valor educativo. Algunos ejemplos son: Google Earth, Google Sky, visitas virtuales a museos, etc. Existen también sitios web que recopilan cuentos y juegos interactivos, muchos de ellos en sitios oficiales (Ministerio de Educación y Formación Profesional, Junta de Andalucía y otras agencias públicas que ofrecen numerosos recursos educativos).
- Ponernos en contacto, aprovechando los medios tecnológicos, con familiares, con amigos y amigas del colegio. Y, si fuese posible, también con el maestro/a – tutor/a. En situaciones de aislamiento, resulta especialmente importante buscar ocasiones para cuidar los vínculos afectivos y socializar.
- Compartir tiempo en familia. Se pueden recordar momentos vividos con la visualización de fotos y vídeos familiares, así como la creación de álbumes digitales. También es interesante conocer y compartir objetos del pasado de carácter general (antigüedades, objetos, monedas, sellos, etc.). Asimismo, se pueden hacer actividades vinculadas al medio natural desde casa, como observar aves y pájaros desde la ventana o la terraza si existe la posibilidad.
- Participar en los quehaceres del hogar, responsabilizándose sobre todo de “sus cosas” (su habitación, sus juguetes, su ropa, etc.). Es especialmente motivante para los niños y las niñas colaborar en la cocina, investigando nuevas recetas o limpiando los utensilios empleados.
- Tiempo de juego. Incluyendo juegos de mesa, juegos tradicionales (chapas, veo veo, palabras encadenadas, teléfono roto, etc.), juegos de construcción, juegos de pistas escondidas por casa, puzles, jugar al escondite, etc. También es un momento idóneo para sacar esos juguetes regalados a los que se le ha dedicado aún poco tiempo.
- Sesión deportiva en familia. Es muy importante para los niños y las niñas dedicar un tiempo al día a hacer ejercicio, sobre todo en una situación que invita al sedentarismo. Existen multitud de vídeos y propuestas divertidas para moverse en casa, sin necesidad de grandes espacios.
- Hacer manualidades, y otro tipo de actividades que fomenten el aprendizaje a través de la acción: papiroflexia, dibujos con distintas técnicas, modelado con plastilina o arcilla, confeccionar pulseras con abalorios, etc.
- Leer libros. Es una oportunidad perfecta para dedicarnos a la lectura de libros y cuentos infantiles que llevan demasiado tiempo en la estantería sin que nadie los mire. Si es posible, recomendamos leer en familia, unos a otros, incluso teatralizar el contenido del cuento, o representarlo mediante mímica. También podemos convocar asambleas para reflexionar sobre el contenido del cuento o responder a preguntas que nos surjan después de su lectura.
- Escribir un diario. Para continuar con el trabajo de las habilidades lectoescritoras, podemos dedicar un momento antes de ir a la cama a recapitular y ser conscientes de todo lo realizado durante el día, poniendo especial énfasis en lo positivo, y en lo que hace que ese día haya sido diferente del anterior.
- Colaborar con iniciativas sociales. A través de los medios de comunicación y redes sociales se proponen variadas iniciativas para contribuir a hacer más llevadero este tiempo de confinamiento en casa: cartas a enfermos o ancianos, dibujos de ánimo, aplausos al personal sanitario, etc. Es bueno que los niños y las niñas desarrollen la conciencia colectiva y el sentido de pertenencia a su comunidad.
- Por último, queremos recalcar una idea que quizás se pasa por alto en estos días: el aburrimiento es positivo. Disponer de tiempo libre, sin dedicarlo a ninguna actividad planificada, contribuye al desarrollo de la creatividad y la imaginación de los niños y las niñas.
En definitiva, este tsunami social que estamos viviendo impacta en la infancia. Desde nuestro hacer como adultos podemos reflejar, a modo de espejo, un modelo óptimo para la gestión emocional de la incertidumbre y el miedo, de forma que salgan fortalecidos y les sirva para crecer como seres autónomos cada vez más resilientes.
Rosario Mérida Serrano, Catedrática de Didáctica y Organización Escolar, Universidad de Córdoba; Adrián García Peno, Grupo de investigación Infancia, Ciudadanía y Democracia, Universidad de Córdoba; Elena González Alfaya, Profesora del Área de Didáctica y Organización Escolar, Universidad de Córdoba; Julia Rodríguez-Carrillo, Contratada predoctoral FPU en el Departamento de Educación de la Universidad de Córdoba, Universidad de Córdoba; María de los Ángeles Olivares García, Profesora del Área de Didáctica y Organización Escolar, Universidad de Córdoba y Miguel Muñoz Moya, Doctorando del proyecto Área de Didáctica y Organización Escolar, Departamento de Educación, Universidad de Córdoba
Cuando empiezas mirando a tu alrededor las señales del aislamiento y confinación de una población debido a la crisis sanitaria del coronavirus, te preguntas: ¿qué está pasando aquí? ¿Qué parte del comportamiento humano está siendo regulado o controlado? ¿Cómo funciona el poder?
El poder ha operado históricamente a través del control del espacio. Castigar con la exclusión del espacio es una idea muy antigua que forma parte de la forma de pensar del Renacimiento, la edad clásica y la edad moderna. La exclusión definitiva del espacio la simboliza la pena de muerte, reemplazable por su reversible, la cárcel o la expulsión/destierro.
La Gran peste y la gripe aviar
La crisis del Covid-19 y el aislamiento en casa ha puesto de relieve la vuelta de las viejas disciplinas para la regulación del espacio. Por ejemplo, Londres bajo la Gran peste (1665-1666) fue dividida y puesta en cuarentena. George W. Bush invocó esta idea para combatir la gripe aviar (influenza A), que se extendió entre 2004 y 2006. Donald Trump dijo lo mismo prohibiendo vuelos desde Europa al inicio de la pandemia del coronavirus. Se controla la plaga controlando el movimiento de la gente.
Históricamente, esta fue una forma de separación, pero también el comienzo de la disciplina: el principio de la organización, el ordenamiento y la disposición de los cuerpos en el espacio. Es como si se organizara a militares en regimientos y en áreas –la ciudad, el pueblo, el barrio– considerado como una maquinaria organizada y disciplinada. El pueblo acuartelado, encerrado.
La red que se organizó en Londres durante la plaga es el mismo principio de disciplina que organiza la situación actual de confinamiento: la regulación de los cuerpos en el espacio. Porque todavía estamos en una forma de disciplina que regula nuestra capacidad de movernos en el espacio. Las fábricas, la oficina, el laboratorio o los pupitres en fila de las escuelas están diseñadas para controlar el cuerpo y el comportamiento humano.
Las monjas de clausura
Es una ironía que las monjas de clausura de las Mercedarias Descalzas de Madrid digan: “se puede vivir así”, confinados por el Covid-19, porque su sistema de vida es vivir permanentemente en el encierro del convento.
Foucault subraya la evolución de las formas de control: del control de los cuerpos al control de las mentes y, posteriormente, los espacios. ¿Cómo? Susan S. Silbey lo explica: hay dos sitios de poder, los cuerpos y las mentes. Y tres tipos de poder, exclusión, disciplina y gubernamentalidad.
- La exclusión consiste en la separación y expulsión de personas, como los leprosos y lunáticos desde el siglo XVIII. La exclusión mantiene a la comunidad pura y protegida contra los miembros contaminantes, con límites estrictos de entrada y salida. Así funcionan también hoy los aeropuertos, la Barrera israelí en Cisjordania o la valla de Melilla.
- La disciplina se basa en la interiorización y control normalizador que implica un trabajo de adiestramiento y docilidad de los cuerpos, regimentando y organizándolos respecto al espacio. El modelo de la institución total sirvió como lugar de marcaje, encierro y con fronteras vigiladas para la construcción de cuarteles, presidios, asilos, fábricas.
- La gubernamentalidad es la que opera en nuestra sociedad neoliberal. Se basa en la noción de libre movilidad para el ciudadano liberal. Como individuo tienes la libertad de ir y venir, de ser disciplinado o no. Porque ya no se trata de purificar, ordenar o sujetar sujetos, sino construir un sujeto gobernable creando a su vez zonas de privacidad y de contención del riesgo con reglas de participación.
El ejemplo de los pubs y los bares
Los pubs y bares son el ejemplo perfecto del comienzo del movimiento de la disciplina a la gubernamentalidad, según Mariana Valverde. Hubo largos y complicados debates en muchos gobiernos sobre cómo regular el acceso al bar –horas restringidas– en Inglaterra. Las leyes decían lo que tenía que suceder en ese espacio: ofrecer comida, sitio para sentarse… Y así es como se trató de controlar la bebida en lugar de un acto directo como la prohibición del alcohol en EE UU de 1919. Era una regulación para que cuando entraras en ese espacio físico del bar, tu comportamiento como bebedor fuera restringido y regulado.
Lo mismo ocurre en la actualidad en un gran centro comercial. Se trata de un espacio monitorizado para un propósito de regulación y control espacial y corporal: regular la capacidad de movilidad de los cuerpos en el espacio. Y las técnicas abundan para gobernarnos a nosotros mismos en un espacio donde podemos no entrar, pero si lo hacemos hay reglas de participación para un único propósito: consumir.
Las recomendaciones, o bien el confinamiento de cada ciudadano en sus casas en la crisis sanitaria del Covid-19, operan con la noción de desmovilización, por un lado, y con el control reglamentado, por otro. Lo primero es que el ciudadano liberal, en condiciones normales, no pueda ser reglamentado: no hay pureza excluyente ni ordenamiento disciplinario que opere, sino la gubernamentalidad que se basa en la noción de una libertad que no puede regirse por limitaciones impuestas.
Ciudadanos libres
Este es el sueño de un sujeto libre, pero gobernable. La paradoja del poder liberal. Como decía Marx, “somos ciudadanos libres, obligados a vender nuestra mano de obra y que necesitan regulación moral”. Somos sujetos móviles libres, pero hay peligro en todas partes. Y lo que hacemos es crear zonas de privacidad, confianza y contención de riesgos con reglas de participación, como un gran centro comercial o un laboratorio.
Foucault argumenta que la disciplina organizó el espacio, pero también organizó las mentes. Y creó teorías de lo normal. La forma en que mentes y cuerpos se mueven en el espacio es a través del proceso de normalización. La regulación es lograda por una variedad de expertos y autoridades no políticas. Es la biopolítica: que la vida de la población florezca. Por ejemplo, expertos médicos (OMS, médicos, epidemiologos), profesores, medios de comunicación. Ellos nos dan información sobre lo que es la persona buena y normal, hermosa y productiva.
Cuando se confinan por el Covid-19 calles, barrios y ciudades el comportamiento ya está regulado por la organización del espacio. Esto es lo que se espera de nosotros, que no vayamos de viaje a la playa o a nuestra segunda residencia. Podemos tratar de ir o no, pero si vamos a la segunda residencia podría ocurrir que nos quedáramos confinados si el Estado ha decretado restricciones. Y nosotros como actores llegaremos a gobernartes a la luz de la información “experta” de lo que es bueno.
Eso es lo que significa, en última instancia, la gubernamentalidad: los sujetos que se gobiernan y se disciplinan a sí mismos. Es lo que se espera. No se trata de hacer bien nuestro trabajo en la oficina. Se trata de cumplir con lo que se espera de nosotros.
Los métodos excluyentes y disciplinarios no han desaparecido. La disciplina y la gubernamentalidad pueden funcionar simultáneamente. Cuando entramos en un espacio, nuestro cuerpo se organizará y canalizará de una forma u otra. El cuerpo y la mente, cuando están en el supermercado, la gasolinera o una puerta cerrada de un comercio con el signo de “no acceso”, “prohibido”, “de uno en uno”, “dos metros de distancia corporal”, transforman el espacio en la rúbrica gobernante: un espacio regulado.
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