Vivir de la música hoy en día resulta una hazaña realmente complicada para muchos de los profesionales del sector musical, como también especialmente de otros sectores culturales. Los constantes aplazamientos y cancelaciones de conciertos a los que nos vemos obligados en la actualidad provocan una situación de continua incertidumbre que afecta a los artistas tanto económica como psicológicamente.
En los últimos meses hemos asistido a cambios sustanciales en cuanto a la organización y planificación de espectáculos musicales presenciales a medio y largo plazo, provocando la proliferación de otras vías de actuación alternativas en el campo de la música. Pero todo ello conlleva al mismo tiempo una progresiva devaluación del músico como profesional, junto con el cuestionamiento de la necesidad de la música para la sociedad en un entorno donde la cultura ya no se considera algo prioritario.
En este sentido, contamos con algunos interesantes análisis y artículos previos publicados por universidades y medios especializados como Scherzo, Mundoclasico o Retina (El País). También se han realizado encuentros digitales con expertos, como el de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), titulado Música en tiempos de Covid-19: Los fenómenos de conciertos en balcones y RRSS.
En todo el mundo, desde el inicio de la pandemia en primavera, se han producido cancelaciones absolutas de los eventos musicales. Tampoco los grandes festivales de verano pudieron resistir el fuerte golpe. En el peor de los casos, se encontraron con la imposibilidad de contar con los artistas programados debido a las frecuentes restricciones de movilidad, viéndose abocados a la completa cancelación de espectáculos, cambios sustanciales en los programas, o incluso a buscar nuevas fechas posibles para los eventos en otoño o directamente para el año que viene.
Nueva normalidad
A pesar de que siguen las restricciones para la libre circulación de personas entre países, en España, los grandes teatros y auditorios tienen ya colgadas sus nuevas temporadas de ópera y conciertos 2020-2021. Siempre, eso sí, con las debidas restricciones de aforo, y la advertencia de estrictas medidas de seguridad. A menudo viéndose abocados a la devolución de entradas por cancelaciones de última hora.
Es el caso del Auditorio Nacional de Música y el Teatro Real de Madrid, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona o el Palau de Les Arts de Valencia, por citar solo algunos de los coliseos más conocidos. Si bien las grandes entidades culturales de nuestro país pueden ir solventando la situación temporalmente gracias a ayudas públicas y privadas, el problema más importante se encuentra en cómo asegurar la pervivencia actual del artista. Las propuestas de ayudas extraordinarias, rentas básicas temporales y congelación de impuestos para profesionales del sector musical parecen ser insuficientes en una situación realmente sofocante.
A nivel internacional, la situación de caos e incertidumbre es similar. En algunos casos se ha optado por cancelar directamente toda la próxima temporada, como ya anunció el mes pasado el Metropolitan Opera House de Nueva York.
¿Cómo es un concierto virtual?
El formato de concierto o representación en directo y presencial se cuestiona, o más bien se ve obligado a convertirse en online, pues las restricciones impuestas por los gobiernos no dan tregua para actuar de otra manera: sin contacto humano alguno, sin respuesta ni aplausos del público. En definitiva, sin alma.
Se plantea también el dilema de si la crítica musical para un concierto retransmitido por internet tiene sentido.
Público apático y escaso
Además, la población, saturada de información negativa y siempre alarmante en torno al COVID-19 y, aun teniendo la oportunidad de asistir excepcionalmente a algún concierto, se queda en casa por miedo al contagio.
Ha ocurrido también durante el presente Festival Janáček Brno 2020, con conciertos realmente excepcionales pero muy poco concurridos. Llegados a este punto, habría que plantearse si vale la pena dar conciertos así, pues no sirven ni para el disfrute del público ni tampoco son rentables económicamente para los organizadores.
Para los artistas que vivimos de las actuaciones en directo, el peligro de esta situación es obvio. Los ingresos por conciertos son básicamente nulos, salvando espectáculos totalmente subvencionados con ayudas públicas o privadas, pues tampoco se puede contar ahora con ingresos directos por venta de entradas. A esta incertidumbre económica se suma la falta de motivación del artista a la hora de actuar para un público mínimo o inexistente. En este sentido, debería existir un punto medio entre el concierto presencial con la sala prácticamente vacía y la retransmisión por internet “sin público”.
Los ‘directos’ online
Las discográficas han adoptado otras vías de distribución de sus productos musicales, vía repositorios comerciales como Spotify o iVoox, o a través descargas de podcast, mp3 u otros formatos similares, pues la venta de discos físicos es un fenómeno lamentablemente en extinción.
En todos estos casos no hay que olvidar que, aunque los recursos tecnológicos actuales a nuestra disposición son muy buenos, siempre estamos perdiendo mucho acústicamente: nunca será lo mismo que asistir presencialmente a un concierto en directo.
Este tipo de “actuaciones” por internet tienen un seguimiento y rendimiento económico desigual, probablemente dependiente de la calidad y fama de los propios intérpretes, y de si estamos hablando de un gran o pequeño formato de concierto.
Aunque es pronto todavía para hacer un balance realista del éxito de todas estas iniciativas, están totalmente justificadas y son necesarias para la supervivencia cultural y quizás también económica del artista. Además, en el caso de un artista minoritario, tienen la ventaja de que el posible beneficio será casi al 100%, pues él mismo se lo puede gestionar todo desde su propia casa, sin necesidad de alquileres de sala, sin intermediarios como agencias de conciertos o discográficas.
Plataformas de retransmisiones en directo
Para intentar paliar la necesidad de disfrutar de espectáculos musicales manifestada por una gran parte de aficionados y melómanos, existen plataformas digitales que se han puesto en marcha para poder ofrecer retransmisiones en directo, al menos como sustitución –esperemos que solo temporal– de los conciertos presenciales. La forma más habitual es la retransmisión por YouTube con la etiqueta de “En directo”, o también a través de redes sociales como Instagram o Facebook. También resultan muy interesantes iniciativas más concretas para la difusión y promoción de los artistas como “Conciertosencasa”.
De momento es una buena solución para nutrirnos musicalmente, pero se corren también riesgos importantes: la pérdida de la calidad, debida a las deficiencias tecnológicas y posibles fallos inesperados durante las retransmisiones; la falta de contacto humano, o la devaluación general de la profesión del músico en términos socioculturales y económicos.
En definitiva, una situación de crisis mundial que nos obliga a explorar nuevos formatos para la música y el disfrute de la cultura en general.
Robert Ferrer Llueca es Profesor de Música en la Universidad Internacional de Valencia
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