Parece un milagro y parece mentira pero la actividad manufacturera de la República Popular alcanzó en agosto el mayor nivel de expansión en una década; y el Índice Caixin mostró un crecimiento de 53,1% (un alza por encima de 50 indica un auge sostenido), y muestra un aumento de más de 1 punto respecto a julio. La causa fundamental de esta expansión fue un alza excepcional de las exportaciones, con un salto de 10,4% comparada con el mes anterior.
Significa que la economía china, la segunda del mundo (14,1 billones de dólares/15% del PIB global), retoma los niveles de expansión que experimentaba hasta diciembre pasado, cuando fue golpeada por la pandemia del coronavirus (los 3 primeros casos se descubrieron en Wuhan, provincia de Hubei, el 27/12/2019), lo que provocó el cierre forzoso de su economía que se sumergió como consecuencia en una profunda recesión en el primer trimestre del año, con una caída de 6,9%, continuada luego por una recuperación de 3,8% en el segundo trimestre, que se expandiría al menos 1 punto en el tercero.
China es la principal exportadora del sistema global (2,4 billones en 2019) y ocupa ese lugar desde 2009, en que dejó atrás a la República Federal Alemana, tras haber superado a EE.UU 2 años antes. En los últimos 5 años, el proceso de acumulación chino se ha modificado; y ahora crece en forma prácticamente excluyente arrastrada por el consumo interno que supone el 93% del total. Esto hace que hoy China importe 3 veces más de lo que exporta; y que el superávit de cuenta corriente que la caracterizó a partir de 2001 (ingreso a la Organización Mundial de Comercio/OMC), cuando ascendió a 11% del PIB entre 2005 y 2009, se ha reducido ahora virtualmente a cero (0%), tornándose negativo a fin de año.
El resultado es que la República Popular se ha convertido en la primera nación de 150 países en importaciones de los 192 reconocidos por Naciones Unidas, y que su contribución al crecimiento de la economía global ha sido más de 35% en los últimos 10 años (EE.UU responde por 15% del alza total).
Esto es parte de una tendencia que se acelera en los próximos 15 años; y que hace que el gobierno chino prevea importar 440 billones de dólares en ese período (430 billones de productos manufacturados y 10 billones de servicios), lo que representa 60% del PIB global. Los datos convierten a China en el eje de la demanda mundial, por encima de EE.UU; y la coloca en términos de producto bruto interno en el segundo lugar en el mundo, después de la economía norteamericana.
La República Popular, a su vez, es la potencia exportadora a los EEUU con un comercio bilateral que ascendió a 540.000 millones en 2018, el mayor del sistema global, y un superávit comercial de340.000 millones en ese período. Esa disparidad tiende ahora a equilibrarse tras el acuerdo sellado con el presidente Donald Trump el 15 de enero de este año, por el que se comprometió a comprar más de 200.000 millones de productos estadounidenses entre 2020 y 2021.
El cambio fundamental experimentado por la República Popular en los últimos 10 años ha sido el vuelco de su producción a la “economía digital” (digitalización completa de la manufactura y los servicios), que abarca a más de 40% del PIB en 2020, con un alza de +12,2% anual, el doble del aumento del PIB nominal (+6,2%/+6,4% anual a partir del 2009). Esta extraordinaria transformación está encabezada por un doble fenómeno: un boom de consumo de envergadura global (6,9 billones de dólares en 2019), liderado por una clase media de 440 millones de personas con ingresos comparables a los norteamericanos (35.000/ 45.000 dólares anuales) y que estaría integrada por 750 millones en 2025, que alcanzarían a más de 1.000 millones en 2030. En ese momento China podría considerarse en un sentido estricto una “sociedad de clase media”; y en segundo lugar el hecho de disponer de la población más digitalizada del planeta con 840 millones de usuarios de Internet, que en más de 90% disponen de Internet móvil (smartphones 4-G), y que han comenzado a volcarse a la 5-G este año, por lo que tendría más de 450 millones de usuarios en 2025.
La 5-G es encabezada en el mundo por Huawei, con sede en Shenzhen, que posee ya 40% del mercado global de esta tecnología. Huawei dispone de 2 ventajas comparativas excepcionales: una inmediata economía de escala para sus productos, con un mercado doméstico de 1.500 millones de habitantes con ingresos de 10.000 dólares anuales cada uno, que crecen 8,8% por año. Luego Huawei tiene una capacidad de inversión inmediatamente disponible (líquida) de 100.000 millones, que destina en más de un 40% a la investigación y desarrollo científico y tecnológico.
China dispone de una fuerza de trabajo de 900 millones de operarios, de los cuales más de 170 millones poseen grado universitario (gradúa todos los años a 13 millones de profesionales surgidos de las universidades y los centros terciarios), que serían 300 millones en 2030, prácticamente la población de EE.UU.
El mundo en suma tiene sólo dos superpotencias: una es EE.UU y la otra es China; y la premisa de la relación entre las dos es que la República Popular reconoce la supremacía estratégica norteamericana, según quedó establecido en Washington el 15 de enero de este año.
Francisco Villanueva Navas, analista de La Mar de Onuba es economista y periodista financiero.
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