China acusa a la OTAN de haber puesto Europa «patas arriba»

Wang Wenbin, Portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Popular China
por Adrian Mac Liman

 

Sábado, 7 de mayo de 2022. ¿Conviene convertir el hasta ahora indirecto conflicto entre la Alianza Atlántica y el Kremlin en una guerra abierta entre las dos superpotencias nucleares, Estados Unidos y Rusia? Las filtraciones registradas en las últimas horas sobre el apoyo incondicional ofrecido por el establishment militar y de inteligencia norteamericanos al Gobierno de Kiev han puesto de manifiesto la incontestable preferencia de la Administración Biden por la pro occidental Ucrania, que el Kremlin tilda de mayor peligro para la seguridad de la Federación Rusa.

Al apoyo político y diplomático de Washington se sumó la ayuda financiera, el suministro de armamento pesado, el adestramiento de oficiales ucranios, las consignas enviadas a los aliados de la OTAN para incrementar su asistencia a las Fuerzas Armadas de Volodímir Zelensky. La información facilitada a diario por los mass media occidentales apunta cada vez más hacia la inevitable agravación del conflicto. En esa guerra no declarada sólo hay dos bandos: Occidente y Rusia. Dos bandos, sí; hasta la proverbialmente neutral Suiza ha optado por tomar partido. Su elección no nos ha sorprendido en absoluto…

Al poco discreto presidente Biden perece haberle molestado (y preocupado) la advertencia del Kremlin: si Washington sigue implicándose en este conflicto, Rusia tomará las medidas oportunas. ¿Un ataque nuclear? No, por Dios; tampoco queremos tensar tanto la cuerda, piensa el actual inquilino de la Casa Blanca, que inauguró su mandato con dos aseveraciones muy poco diplomáticas, afirmando que Vladímir Putin era un asesino y que los chinos, considerados por su predecesor, Donald Trump, rivales competidores, se habían convertido en… enemigos. Unos enemigos a los que se les amenazó con la aplicación de nuevas sanciones económicas si no se sumaban al boicot a Rusia, si seguían importando combustibles rusos, si utilizaban su sistema financiero para facilitar las transacciones comerciales de los bancos rusos. La respuesta de Pekín fue clara y contundente: no interfieran en la política de un Estado soberano.

Poco propenso a aceptar un no por respuesta, Joe Biden encargó a sus aliados (¿aliados?) europeos Ursula von den Layen y Charles Michel proseguir la ofensiva diplomática. China estaba a punto de firmar un acuerdo de cooperación con la UE; cabía, pues, la posibilidad de ejercer presiones. Pero el dúo de Bruselas sabía de antemano que su gestión desembocaría en un fracaso. El presidente Xi Jinping les confirmó las sospechas: China no negocia bajo presión. Quedaba, sin embargo, otra opción: la amenaza militar.

A los británicos y a la mayoría de los europeos les sorprendieron las declaraciones de la ministra de relaciones exteriores del Reino Unido, Liz Truss, quien abogó por la creación de una OTAN global, capaz de garantizar la defensa de Taiwán y la región del Pacífico, reclamando al mismo tiempo la elaboración de acciones preventivas contra los posibles agresores.

El Reino Unido, que participa activamente en el proyecto Ucrania de la Casa Blanca, no escatima esfuerzos a la hora de promocionar su apuesta estratégica del Indo-Pacífico, la AUKUS, alianza anlgo-americana-australiana destinada a robustecer la presencia militar en la región y el intercambio de información sobre tecnología nuclear para fines bélicos.

La Sra. Truss descartó la falsa elección entre la seguridad euroatlántica y la del Indo-Pacífico, argumentando que Occidente necesitaba ambas. Para garantizar la protección de Taiwán, hace falta tener una alianza militar globalmente comprometida, es decir, que la OTAN ha de expandirse hacia el Indo-Pacífico. Por supuesto, es preciso sumar a esta estructura a la Quad Alliance, compuesta por Estados Unidos, India, Japón y Australia, conocida como la OTAN asiática. Y reclamar, por qué no, la presencia de más destructores estadounidenses en el Mar de China.

En resumidas cuentas, después de su caza al oso ruso, Londres contempla también la persecución del panda chino. Esta vez con amenazas. Menos burdas que las de Donald Trump, pero…

China no seguirá creciendo si no sigue las reglas. China necesita comerciar con el G7. Nosotros – el Grupo de los Siete – representamos aproximadamente la mitad de la economía mundial. Y tenemos opciones, advierte la jefa de la diplomacia británica.

Claro que China pertenece a BRICS, la otra gran agrupación económica, que congrega a la otra mitad de la población mundial. China es – algo que las potencias occidentales parecen olvidar – un país gigantesco; un antiguo imperio orgulloso de su milenario pasado.

La respuesta de Pekín a la iniciativa de Londres fue clara y contundenteLa OTAN, organización militar del Atlántico Norte, ha venido a la región de Asia – Pacífico en los últimos años para provocar conflictos, afirmó el portavoz del Ministerio Chino de Relaciones Exteriores. Wang Wenbin.

La Alianza se ha involucrado en la confrontación entre bloques, se ha convertido en una herramienta para que ciertos países busquen la hegemonía mundial y ha creado constantemente enfrentamientos y disturbios.

La OTAN ha puesto a Europa patas arriba. ¿Estáis tratando de importunar a la región de Asia-Pacífico e incluso… al resto del mundo?

Qué duda cabe de que la OTAN no actúa por su cuenta. Aquí faltan más siglas, más nombres y, de ser posible, más apellidos, estimado camarada Wang.

Adrian Mac Liman fue el primer corresponsal de El País en los Estados Unidos (1976). Trabajó en varios medios de comunicación internacionales ANSA (Italia), AMEX (México), Gráfica (EE.UU.). Colaborador habitual del vespertino madrileño Informaciones (1970 – 1975) y de la revista Cambio 16 (1972 – 1975), fue corresponsal de guerra en Chipre (1974), testigo de la caída del Sha de Irán (1978) y enviado especial del diario La Vanguardia durante la invasión del Líbano por las tropas israelíes (1982). Entre 1987 y 1989, residió en Jerusalén como corresponsal del semanario El Independiente. Comentarista de política internacional del rotativo Diario 16 (1999 - 2001) y del diario La Razón (2001 – 2004). Intervino en calidad de analista en programas del Canal 24 Horas (TVE). Es autor de varios libros sobre Oriente Medio y el Islam radical.

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