Carmen Jiménez: «Después de 16 años luchando por la empresa me han despedido por reclamar mis derechos. No es justo»

por Perico Echevarría

Viernes, 17 de enero de 2020. Carmen Jiménez cumplirá este 2020 sesenta y un años. Los últimos dieciséis, según ella misma cuenta, han sido de trabajo estable. En su caso, jornalera fija discontinua de la industria de los frutos rojos. Española. De la provincia de Huelva. En su historial laboral agrícola sólo figura una empresa: Agrícolas El Bosque SL, una de las mayores productoras del sector de los frutos rojos onubenses, con una facturación anual de casi ocho cifras, y socia destacada de la patronal Freshuelva.

El pasado mes de marzo, Carmen y otros compañeros -hombres y mujeres de varias nacionalidades- decidieron promover elecciones sindicales en su empresa. Aseguran que ningún sindicato «mayoritario» les dio cobertura, y que, a pesar de no ser militantes, acabaron presentando una candidatura bajo las siglas del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT), el único que se prestó a ello. El relato de Carmen, secundado a esta revista por el testimonio de otros compañeros, cuenta que la empresa consideró aquello un acto avalado por un sindicato «comunista y revolucionario». Poco hay que extenderse al respecto.

Llegado el momento de votar, la candidatura del SAT no fue admitida. Si ese rechazo fue un acto legítimo o no, es algo que la Inspección de Trabajo y los tribunales de Justicia aún no han resuelto. La empresa sí: Carmen y sus 16 compañeros han sido, de facto, despedidos.

Carmen Jiménez

La Mar de Onuba.- ¿Cuántos años tienes. Carmen?

Carmen Jiménez Alcalá.- Tengo 60 años.

LAMDO.- ¿Y cuántos has trabajado?

CJA.- En esta finca 16 años.

LAMDO.- ¿Antes habías trabajado en otras?

CJA.- No. He trabajado en el hospital, cuidando personas de la tercera edad, limpiando portales y oficinas…

LAMDO.- ¿Y por qué te fuiste a trabajar al campo?

CJA.- Por circunstancias de la vida. No había nada. Y cogí a mi hijo para llevármelo a trabajar, ya que él ya tenía coche, y empecé cogiendo naranjas. Y a partir de las naranjas, una amiga que venía conmigo me dijo, “ostia tía, en Bonares hay un campo de moras, y yo soy de allí y conozco a gente”. Y metió a mi hijo, y me metió a mí y a ella. Y a partir de ahí…

LAMDO.- ¿Y fue bien?

CJA.- Sí, sí, sí. El jefe se portó bien. Nos daba los paquetes de navidad, nos daba la comida, nos daba un sobre con dinero…  De puta madre.

LAMDO.- ¿Qué cambió entonces?

CJA.- Fue a partir de la crisis.

LAMDO.- ¿En 2008, 2009…?

CJA.- Sí, sí. Cuando vino la crisis. El jefe se sentó con nosotros y nos dijo: “Hay un problema. Voy a cerrar la finca porque no hay mora que compre nadie. La crisis está muy mala y esto, para no cerrarlo… Ustedes tenéis que ayudarme”.

LAMDO.- ¿Y cómo era esa ayuda?

CJA.- Pues nos dijo que “el salario queda congelado, que la gasolina no podemos pagarla, y que la hora [extra] se quedaba en cinco euros”. Y así se quedó.

LAMDO.- Y aceptasteis.

CJA.- Claro, le dijimos que para no cerrar la empresa… que ahí estábamos los trabajadores dispuestos a ayudar en todo lo posible; para que esto funcionara. Pero creyendo que una vez que funcionara aquello volvería a la normalidad de lo que era nuestro medio de vida.

LAMDO.- ¿No fue así?

CJA.- Para nada. La vida iba subiendo, este hombre iba subiendo, y lo nuestro no subía.

LAMDO.- Quieres decir que la crisis sólo terminó para el empresario, ¿no?

CJA.- Eso es.

LAMDO.- Y así llevamos…

CJA.- Once años.

LAMDO.- ¿Once años?

CJA.- Sí, once años en los que hemos visto a este hombre campos nuevos, unos comprados, otros alquilados…  Todos los años un coche nuevo. Él, el hermano, el padre… como el que cambia de compresa. Y nosotros rezando para no tener un pinchazo, o que se nos escacharrara el coche, porque no tenemos cojones de asumir ese gasto, para ir a recoger la fruta de este hombre… Eso fue lo que yo le dije a este hombre.

LAMDO.- Y, por lo que me has contado, en marzo del año pasado decidisteis reclamar lo vuestro.

CJA.- Bueno, yo ya llevaba tiempo reivindicando. Yo subía todos los días a la oficina a preguntar “¿qué pasa, aquí no sube el jornal?”. Y me decían… “qué va, hemos subido un euro y hemos subido mucho”. Me decían… “A ver, Canija, qué ustedes tenéis la paga, tú eres fija discontinua, tú tienes tu vacaciones…”.

LAMDO.- ¿Y tenías tus vacaciones?

CJA.- A mí me decían que me pagaban mis vacaciones en nómina, pero yo seguía cobrando siempre lo mismo; unos ochocientos euros. Nunca he cogido “vacaciones”.

LAMDO.- Vacaciones son días sin trabajar y cobrados.

CJA.- No, eso… nunca. Yo, por ejemplo, tenía que ir un día al médico… pues ese día me lo quitaban de mis vacaciones. Tenían un problema mis hijos… pues me lo quitaban de mis vacaciones.

LAMDO.- Esas son circunstancias que recogen las leyes y el propio Convenio Colectivo. ¿No cobrabas esos días?

CJA.- No. Eso no.

LAMDO.- ¿Y cuándo se estropea tu relación con la empresa?

CJA.- Hay un momento que ya veo que esto no puede ser, que no puede seguir así, y que se incorpora más gente al trabajo. Y entre ellos hay una compañera que dice y reclama las cosas por las que llevo luchando muchísimos años, que son la que dice el Convenio Colectivo, ni más ni menos. Ella subió conmigo a la oficina, para no ir yo sola como iba siempre. “Es que tú eres la única que se queja”, me decían. “Tú eres la única que no llega a final de mes”… Y así siempre. Hasta que se incorporó esta compañera, que también lleva muchos trabajando en el campo, y se preguntó: “¿pero esto qué es lo que es? ¿Esto cómo va a ser así?”. A partir de ahí decidimos montar una sección sindical. Porque nosotros hablábamos con Pepelu, que según ellos era el enlace sindical, que nadie habíamos votado, que puso la empresa, y yo a Pepelu le decía “illo, ¿esto cuándo va a cambiar?”. Y me decía el Pepelu a mí ,“cállate la boca que el jefe nos echa”. Ya ves tú el enlace sindical. Así que cuando llegó esta compañera, metió lo que es un sindicato. Que según la empresa es “un sindicato comunista y revolucionario. A partir de ahí, todo fueron problemas.

LAMDO.- ¿Por qué?

CJA.-  Cuando yo a mi jefe le dije en la cara, delante de los rumanos, los españoles, los africanos… Le dije que ya estaba bien, que él tenía una crisis que duraba muchísimos años, pero que más nos duraba a nosotros, y que él había cambiado en once años no sé cuántas veces de coche… La crisis la teníamos nosotros, no él.

LAMDO.- ¿Qué pasó después?

CJA.- Pues hoy en día, cuando me tenía que incorporar para esta temporada, resulta que llamo a la empresa, porque veo que van pasando los meses y que este año no me llaman… Me dice la de la empresa que el jefe se está reuniendo y que ya te llamará”. Y vuelvo a llamar, gastando dinero en llamadas, y lo mismo, que ya se pondrá la empresa en contacto conmigo. Y me digo… la única alternativa que tengo es llamar al enlace sindical de la empresa, que es de Comisiones Obreras. ¿Y qué me dice? Que estoy “agobiando”.

LAMDO.- ¿Eso te dijo?

CJA.- Sí, según él, yo estoy «agobiando». Y yo le decía, a ver Antonio, ¿tú no ves que están contratando a las rumanas, a las otras y que yo estoy en el paro? ¿Tú cómo no subes a decir que qué pasa conmigo? Que yo soy trabajadora de la empresa, que no estoy trabajando y que está entrando gente nueva.

LAMDO.- Porque tú eres fija discontinua, ¿no?

CJA.- Sí, sí, yo lo máximo que he estado parada han sido dos meses. Cada año, la primera que entra soy yo.

LAMDO.- ¿Cuándo te tenías que haber incorporado?

CJA.- En octubre.

LAMDO.- ¿Siempre ha sido así?

CJA.- Sí.

LAMDO.- ¿Crees que haber reivindicado que se cumpla el Convenio es lo que te ha dejado sin trabajo?

CJA.- Claro. Es a partir de ahí que no me llaman. Porque ahí nadie habló. Él me dijo “¿qué estás diciendo, Mari Carmen?” delante de los compañeros. Y yo le dije que los compañeros opinaban igual que yo pero que no tenían bastantes ovarios las mujeres, ni cojones los tíos, para decírselo a la cara. Y yo sí los tenía. Por los años que me he llevado ahí, y porque se merecían que alguien se lo dijera. Y es que no han tenido pantalones para llamarme y decirme a la cara por qué no me ha llamado todavía para trabajar.

LAMDO.- ¿Y en qué situación estás ahora?

CJA.- Pues estoy jodida. Me queda cuatro meses de paro, que son cuatrocientos setenta y tres euros, y después puedo pedir la ayuda de cuatrocientos y poco hasta llegar a la jubilación.

LAMDO.- ¿Y qué esperas conseguir?

[Carmen se echa a llorar.  Entre sollozos, alcanza a decir…]

CJA.- Yo lo que quiero es trabajar Porque lo necesito [guarda un largo silencio y añade…] ya está. Yo lo que quiero es trabajar. Necesito trabajar. Porque me encuentro capacitada para trabajar. No para estar en mi casa limpiando el polvo. No. Llevo desde los catorce años trabajando. Y necesito trabajar. Para llevar mi vida adelante, porque tengo hijos y tengo mi casa… Pero sobre todo, como persona. Me siento joven para seguir trabajando. No para estar en mi casa sentada en el sofá.

LAMDO.- Si tuvieras enfrente al propietario de Agrícolas El Bosque… ¿qué le dirías?

CJA.- Que me mire a la cara y que me diga por qué me ha echado. Si de verdad yo merezco que, por decirle que tiene que respetar mis derechos, después de lo que le he dado a él, yo me merezco verme con cuatrocientos y poco de euros… Si yo me merezco, habiendo luchado por esa empresa como he luchado. Porque yo he visto una hierba mala y la he quitado, no la he dejado; para que no se le pudra la fruta. Yo he mirado por esa empresa. Y por eso me duele más. Porque a mí no me han pillado tirada debajo de un pino fumándome un cigarro. La pena mía es que me han echado por decirles que me están robando mis derechos. Y no les he pedido que me pague los tres mil euros que le debo al banco. Sólo que me paguen lo que me deben. Que ya me arreglo yo con el banco. Pero no me lo han dado. Once años ayudando. Y por decirles que no me roben… aquí estoy.

Carmen y los otros dieciséis despedidos de Agrícolas El Bosque SL están a la espera de que sobre la procedencia, improcedencia o nulidad de su despido de Agrícolas El Bosque se pronuncien los tribunales de Justicia.




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