Hay flores que, entre los recodos del “callejón”, esparcen acordes de los cantes que parió nuestra tierra. Jaén, tierra de olivos y de cante; Jaén, relicario de una sierpe que, entre el olor a primavera de las plazuelas, se convirtió en Tierra Santa con el beneplácito de sus gentes.
Una noche de sábado caluroso, allá en los bajos del Palacio del Condestable, la historia siempre condenada a repetirse, acogió en el salón Mudéjar, donde antaño se encontraba la Peña Flamenca de Jaén, la voz sin igual de Carmen Gersol. Y su voz de bronce, nos trasladó amorosamente a las reuniones de aquellos intelectuales que lucharon por preservar la pureza del flamenco en nuestra tierra.
El tiempo se detuvo y, ante nuestros atónitos ojos, se posaron imágenes de principios de los años 70 cuando eran asiduos a aquel lugar personalidades como Fernando Quiñones, José Manuel Caballero Bonald, Francisco Moreno Galván o Gloria Fuertes. Antes, sus tertulias en Monterrey, en el Gorrión… toda una historia que merece ser rescatada. Aquel lugar donde tantas veces se escuchó a Rafael Romero, a Pepe Menese, a Antonio Mairena, a Canalejas, a Chari López, a Carmen Linares… Anoche, Carmen Gersol lo consiguió con una exquisita entrega a un arte que es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, el flamenco, y que tanto valor ha tenido en Jaén gracias a aquel grupo de intelectuales que fundaron la Peña Flamenca: Solís, Olivares, Porras, y muchos otros en los que no debo, hoy, incidir. Porque hoy, es el día de Carmen. Carmen Gersol, una cantaora capaz de estremecer los sentidos, humilde como persona y grande como figura del flamenco, única para quienes, además de admirar su arte, la conocemos y la queremos.
“Vete cuando tú quieras
No lo digas más
De que me vale
Tenerte conmigo
Pa verte llorar
*
Te llamara y tú no vinieras La muerte amarga Compañerito mi alma A mi apeteciera * Hijo de mi sentraña Ahí Ahi Y de mi corazón Como te acuestas Te acuestas llorando Así me acostaba yo Hijo de mi entrañas Y de mi corazón. * Y vivo yo con penas Que quien yo quiero Con mis cinco sentidos Se va de mi vera”
En aquel patio recogido que antaño apresaba olor a jazmines, mientras el artesonado mudéjar de la sala observaba de reojo, se pudo escuchar la voz de Carmen, que ensimismada en la seguiriya, con su estilo propio enraizado con la pureza de Pepe Menese y rematada por el cambio de Manuel Molina, hizo que un estremecimiento se abalanzase sobre las almas, sobre todo, sobre las almas de los que ya no están.
Hay cosas que no tienen precio, sino valor. Esa es la voz de Carmen. Esa mujer capaz de llevar el Flamenco a la mismísima Catedral de Jaén.
Gracias Carmen, por rescatar esa parte de la historia que estaba dormida. Gracias por hacer tuyo aquel patio que a muchos se nos ha quedado grabado en el corazón. El Flamenco tiene mucho futuro con tu voz y tu trabajo. La pureza del cante nunca pudo sentir más orgullo de sentirse interpretada con esa delicadeza y, a la vez, esa profundidad.
Carmen Gersol: la hondura de una voz de bronce. La voz de Jaén, la que llora en las saetas al Abuelo, la voz que despierta sentimientos de verdad.
El recital de Carmen Gersol, organizado por el Ayuntamiento de Jaén dentro del ciclo Veladas Flamencas. tuvo lugar la noche del pasado sábado en el patio del Palacio del Condestable, en cuyo Salón Mudéjar se ubicó la Peña Flamenca de Jaén desde su fundación en los primeros años de la década de los 70.
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