Buscando cuerpos

por Luz Modroño

 

Jueves, 18 de julio de 2024. A lo largo de las rutas migratorias se repiten los mismos caminos. Caminos en los que desaparecen seres humanos, cuerpos que alimentan cunetas o que simplemente desaparecen, perdiéndose su rastro. Los familiares, que en cualquier momento dejan de recibir noticias suyas, pasarán años buscando, cavando, abriendo fosas ante la mínima sospecha de que allí se puede encontrar algún familiar querido. Tocaran puertas, llamarán a ventanillas, intentarán buscar pistas, la mínima puede contener la clave que, por fin, abra la puerta a la respuesta. Llamarán incansables esperando que alguien pueda acercarles a la respuesta tan ansiada de ¿dónde está?, ¿qué paso con él? Hablad ríos o mares, hablad montañas y bosques, hablad alcaldes y policías, que se escuche la voz de los que sepan la verdad…

Pero solo se escucha el silencio. Como una espesa losa, un silencio sucio y cómplice sella los labios. La decepción solo queda amortiguada por la esperanza que un detalle, un renuncio, una contradicción entre dos declarantes puede volver a despertar. Y reactivará la búsqueda, un interminable periplo marcado solo por la necesidad de encontrar al ser amado, ya sea herido, mutilado o, al menos, sus restos. Solo esa respuesta traerá la paz al corazón herido.

La duda, moviéndose entre la desesperanza y esa cuerda certidumbre que impele a no renunciar, ayudará a seguir buscando. La búsqueda puede durar la vida entera, como el caso del “caravanero” Marío. Mario nos acompañó con su buen humor, su optimismo, su sentido de la justicia y su búsqueda de la verdad. Murió el año pasado sin haber logrado el objetivo por el que dio la vida: la búsqueda de su propio hermano, desaparecido en la ruta del Perú.

Por tierra y por mar, las rutas se van llenando de cadáveres. En suĺ mayoría cuerpos desconocidos que no podrán ser identificados jamás.

En los medios solo aparecen las graves y despersonalizadas cifras que informan de los cuerpos perdidos. Son cuerpos que no interesan a nadie, de nombre anónimo que estará vivo en el recuerdo de la madre y el hermano. Son muertes que podrían evitarse, y la responsabilidad recae directamente en los hombros de los que, pudiendo evitarlo, no lo hacen.

Da igual la ruta: Canarias, Balcanes, África… por cientos de miles se pierden miles de seres humanos. Cuerpos inocentes que sucumbieron en su camino de búsqueda de un lugar en el mundo donde vivir en paz. Contra el barrido de la memoria, la CAF sigue. Esta vez con la presentación del trabajo del fotógrafo Max Zirzel, artista independiente que un día se preguntó “¿Qué puedo hacer yo para no sentirme cómplice de todo esto? ¿Puedo colaborar desde mi trabajo y con mi trabajo para denunciar estas muertes? Fue el inicio de un trabajo que hoy ha presentado en el encuentro en Padua con Caravana Abriendo Fronteras.

Por la tarde, Socorro, que este año es un miembro mas de Caravana, busca a su hijo, abogado defensor de derechos humanos en Acapulco, desde 2018. Su testimonio levanta oleadas de solidaridad.


Luz Modroño, colaboradora de La Mar de Onuba, es doctora en Psicóloga y profesora de Historia en Secundaria. Pero es, sobre todo, feminista y activista social. Desde la presidencia del Centro Unesco Madrid, y antes miembro de diversas organizaciones feministas, de Derechos Humanos y ecologistas (Amigos de la Tierras, Greenpeace), se ha posicionado siempre al lado de los y las que sufren, son perseguidos o víctimas de un mundo tremendamente injusto que no logra universalizar los derechos humanos. Y considera que mientras esto no sea así, no dejarán de ser privilegios. Es ésta una máxima que, tanto desde su actividad profesional como vital, ha marcado su manera de estar en el mundo.

La Caravana Abriendo Fronteras llega a Bihac, Bosnia, última frontera para las personas en tránsito antes de alcanzar la Unión Europea

Tras su paso por la Base Militar de la OTAN en Aviano, Italia, la Caravana llega a Bihac, una localidad bosnia ubicada en la frontera con Croacia (UE). Esta pequeña ciudad fue testigo de un exterminio durante la Segunda Guerra Mundial tras ser anexionada al estado fascista croata. Asimismo, en los 90 fue el escenario de una limpieza étnica contra la población bosnia de confesión musulmana, sufrió un asedio y bombardeos durante la Guerra de los Balcanes. En la actualidad, es el último escollo de las personas que tratan de ganar Europa a través de la ruta balcánica.

La mañana del martes 16 de julio, la Caravana Abriendo Fronteras intercambió experiencias, en primer lugar, con las mujeres de los Balcanes, muchas de las cuales forman parte de la Red Internacional de colectivos de Mujeres de Negro. Compartieron los relatos de las resistencias a nacionalismos durante y después de la guerra de los 90. Sus militancias han luchado hasta la actualidad por la Memoria, la Verdad y la Justicia y Reparación por las víctimas y sus familiares. Y después, con Nihad Suljic, activista que participa en identificaciones de cuerpos en la frontera con sus fotografías y que también acoge y ayuda en la medida de lo posible a las personas en tránsito, y Socorro Guzmán, madre de un joven desaparecido en 2018 en México porque quiso, como abogado, ayudar a un amigo que estaba siendo extorsionado por su jefe para traficar con droga. Ambos desaparecieron a manos de la policía, que se niega a realizar los trabajos de búsqueda del cuerpo o a realizar una investigación. Socorro formó el colectivo “Memoria, verdad y Justicia” junto con otras madres de desaparecidos, y no ha parado de buscarlo desde entonces sin éxito, aunque sí que pudieron encontrar, con excavaciones realizadas por la propia asociación y afinidades, los cuerpos de otros jóvenes.

Los testimonios de la primera mesa redonda relataron las vivencias violentas que sufrieron durante la Guerra de los Balcanes: violaciones, limpieza étnica, exilio forzado. Todas estas vivencias, coincidieron, las llevan hoy en día a solidarizarse con las personas en tránsito que atraviesan su territorio. Especialmente emotivas fueron las intervenciones sobre búsqueda de cuerpos, ya que la asistencia pudo sentir el dolor de una madre al no poder recuperar los restos mortales de su hijo “porque mientras no encontramos a nuestros hijos, nuestro duelo es a medias” y entender cómo miles de familias sufren este dolor mientras esperan noticias de sus seres queridos. Hoy en día, según el testimonio de Nihad, Europa no permite la búsqueda e identificación de los cuerpos, los entierra en tumbas o fosas comunes anónimas o, directamente, los hace desaparecer: “aquí no solo han sido sepultados los chicos de Afganistán sino todos los valores europeos”, sentenció.

Por la tarde, la primera intervención relató cómo se ha trabajado con las infancias nacidas de violaciones durante la Guerra de los Balcanes. La asociación que realiza este trabajo ha conseguido que reciban un estatus jurídico y el acceso a diferentes derechos que les eran negados, ya que los y las niñas de mujeres violadas durante cualquier guerra a nivel mundial no habían sido hasta la fecha sujetos de derecho. También realizan acompañamiento a través del arte que permite la recuperación del trauma que puede suponer ser una o un “hijo del enemigo” a ojos de la sociedad.

Después, una refugiada afgana dio a conocer cómo fue su trayecto hasta España, cosa que permitió a la asistencia entender mejor el proceso del que se estaba hablando. Luego vino el turno de las asociaciones e iniciativas locales que trabajan a pie de calle con las personas en tránsito en las diferentes fronteras balcánicas (Serbia, Montenegro y Bosnia), que describieron, a través de testimonios de primera mano, cómo la policía croata ejerce violencia física y sexual contra las personas migrantes: les roba la ropa y el dinero y destruye sus teléfonos móviles, les golpea durante las devoluciones en caliente para tratar de desalentar sus intentos. A veces incluso les dispara. Por todo ello y por la violencia que han sufrido para llegar hasta la zona, las personas migrantes no confían en las instituciones, en muchos casos prefieren en lugar de ir a un campamento oficial quedarse en situación de la calle o en un edificio abandonado.

Estas asociaciones explicaron cómo las condiciones de los pasos fronterizos han ido evolucionando tras la apertura de la ruta balcánica en 2016: el pacto de la UE con Turquía supuso la primera limitación para las personas en tránsito, impidiendo cualquier intento de regularización de su situación, ya que las personas no llegan a las fronteras europeas. En estos años, Hungría construyó una enorme valla que controla con ayuda de Frontex, igual que ocurre en otras fronteras externas de la UE.  Asimismo, Croacia militariza su frontera, lo que en 2023 le valió la felicitación por “fortalecer” la Unión Europea a la hora de entrar en la Zona de Schengen. Últimamente, siguiendo las directrices de las políticas europeas, el gobierno serbio cerró los campos en el norte del país, aumentó el control policial, empujando a las personas en movimiento hacia las localidades en el sur de Serbia.

Así pues, en Serbia ya no hay apenas centros de acogida y los que hay están en el suroeste, cosa que obliga a las personas en tránsito a pasar directamente a Bosnia o a Montenegro. Si el intento no funciona, son llevados a “campos de acogida”, lo más alejados posible de la frontera. Una vez en Bosnia o en Montenegro, reciben todo tipo de limitaciones en estos campos, como el de Lipa. Una experiencia esperanzadora que relató Maja Nikolandic fue la de una asociación llamada Centro de Estudios de Paz, que ofrece ayuda legal gratuita a las personas migrantes para tratar de alcanzar el ejercicio de sus derechos y ha ganado un par de casos en Estrasburgo.

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