Breve historia del arte protesta: de Goya a Banksy

Carmen Martín
por Carmen Martín

 

El arte es un buen reflejo del contexto en que se creó, en particular el arte crítico o protesta: el que pretende denunciar situaciones injustas. Aunque viene de antes, su auge llegó en el siglo XX. En la primera mitad, el arte protesta se centró en las guerras mundiales o las revoluciones rusa y mexicana. El de los años sesenta estuvo protagonizado por las protestas estudiantiles o el movimiento por los derechos civiles. Y en los setenta y ochenta sentó las bases para el arte protesta actual, dando espacio a las reivindicaciones feministas o ecologistas.

El Tres de Mayo, by Francisco de Goya, from Prado thin black margin

Canciones, imágenes, símbolos o poesías han servido desde el inicio de los tiempos para reivindicar las más diversas ideas políticos. Por eso, no es extraño oír los términos “arte crítico”, “arte protesta” o incluso “artivista”. Sin embargo, este arte surgió mucho antes de lo que podría pensarse: hay quienes datan los primeros precedentes en el siglo VII a. C., con inscripciones en las que sus autores se rebelaban contra el rey en Babilonia. A estos se suman muchos otros casos a lo largo de la historia, como las pinturas críticas con la invasión manchú en la China del siglo XVII o la serie de grabados de Goya sobre la guerra en España a principios del siglo XIX. 

Más allá de los artistas reconocidos, algunas obras se convirtieron en importantes símbolos políticos. Una de ellas destaca por su antigüedad y alcance: la imagen de un esclavo negro en una plantación de azúcar mirando al cielo. Su título, Am not I a man and a brother (‘¿No soy un hombre y un hermano?’), sintetizaba las ideas del antiesclavismo ya en 1787. La claridad de su mensaje hizo que pronto se extendiera entre los partidarios de abolir la esclavitud, por lo que algunos estudiosos lo consideran el primer logo político de la historia. Aún así, habría que esperar dos siglos más hasta que esta práctica se popularizara.

Respuestas a grandes eventos históricos

El símbolo del esclavo encadenado y el eslogan se hizo tan popular entre los antiesclavistas que lo usaban para adornar brazaletes o pinzas para el pelo. Fuente: Art Institute Chicago
El auge del arte político llegó en el siglo XX, con sus adelantos técnicos. En la primera mitad primó el arte influido por los acontecimientos históricos como las guerras o las revoluciones. Un ejemplo fueron las vanguardias, varias tendencias artísticas que comparten su compromiso político y su innovación rupturista. Aunque se originaron a mediados del siglo XIX, las vanguardias tuvieron su momento álgido a principios del XX y causaron verdaderos escándalos. El pintor francés Edgar Degas, por ejemplo, es conocido por sus delicadas pinturas de bailarinas de ballet, pero lo que en realidad reflejaba era el sórdido mundo de la danza, cuando a las jóvenes bailarinas se las obligaba a prostituirse como parte de su trabajo

Con todo, la verdadera innovación de las vanguardias llegó con la Primera Guerra Mundial. Los estragos de la guerra también afectaron al arte, que se llenó de lamentos ante las pérdidas humanas y rechazo a la racionalidad. También aumentó la atención sobre el papel de las mujeres en el esfuerzo bélico. El dadaísmo, una de las vanguardias más originales, apelaba a la sinrazón y la sorpresa para criticar todo lo establecido, desde el progreso hasta el propio arte. Esto les granjeó graves críticas, pero no impidió que muchos dadaístas destacados usaran sus obras para lanzar mensajes políticos, como el alemán John Heartfield, que criticó contundentemente el régimen de Hitler. Otras vanguardias, en cambio, se mostraron mucho más receptivas hacia el fascismo, como el futurismo del italiano Filippo Tommaso Marinetti, que exaltaba la violencia y el nacionalismo.

Al otro lado del Atlántico, en México, la revolución (1910-1917) provocó el nacimiento de una corriente radicalmente distinta: el muralismo. Los muralistas, como Diego Riveradesplegaban sus obras en espacios públicos, retratando episodios de la historia y la cultura nacionales. Ello permitió consolidar la identidad nacional en un momento en el que el analfabetismo era tremendamente elevado, en México y también en otros países latinoamericanos por los que se expandió la corriente.

La Segunda Guerra Mundial volvió a atraer la atención del arte sobre el belicismo, pero esta vez de la mano de la propaganda, con imágenes que caricaturizaban a los enemigos como monstruos. Gracias a la expansión de la publicidad, algunos de los iconos más reconocibles todavía hoy provienen de esa época, como Rosie la remachadora, la obrera remangándose la camisa con el brazo flexionado. También se compusieron canciones bastante exitosas para alentar el esfuerzo bélico. Durante este conflicto, el arte —al igual que la música o el cine— se usó como un arma más para minar la moral del bando enemigo o subir la propia. Algo similar ocurriría después durante la Guerra Fría.

El arte protesta de los años 60

Haciendo referencia a un cuadro igualmente grotesco, este póster contra la guerra en Vietnam lanza un mensaje contundente contra la muerte innecesaria de soldados. Fuente: Penn State University Libraries

En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial surgieron grandes movilizaciones populares, acompañadas de una importante producción cultural. Una de las más relevantes fue el antibelicismo contrario a la guerra de Vietnam, que se sirvió de la fotografía, la publicidad y la pintura. Este movimiento destacó por hacer referencia a obras de arte conocidas para expandir su mensaje. Por ejemplo, al Saturno devorando a su hijo de Goya se le añadió el eslogan “América está devorando a sus hijos”, criticando la pérdida de vidas de soldados estadounidenses en el conflicto.

Otra obra de arte usada por el antibelicismo fue el Guernica de Picasso. El Guernica mostraba los horrores de la guerra civil española, y en concreto el bombardeo nazi de la ciudad de mismo nombre. El artista Tony Shafrazi aprovechó la fuerte connotación antibelicista del cuadro en dos ocasiones: en 1970 lo usó como fondo para una performance en la que desvelaba una litografía en la que se veían hombres, mujeres y niños vietnamitas asesinados. Sobre ella, se leía “¿Y bebés? Y bebés”, haciendo referencia a las víctimas. Cuatro años más tarde, en 1974, Shafrazi volvió a servirse de la obra de Picasso, esta vez de forma mucho más directa: utilizó spray rojo para escribir “Kill lies all” sobre el cuadro mientras este estaba expuesto en el Museo de Artes Modernas de Nueva York. La pintura pudo ser retirada sin dañar el cuadro.

El antibelicismo no fue el único gran movimiento que logró atención pública. Francia vivió en mayo de 1968 unas históricas protestas universitarias con huelgas generales y enfrentamientos con la policía que pusieron al sistema político en jaque. Los carteles y las viñetas tuvieron una gran relevancia en este movimiento. Un grupo de artistas marxistas llamado Atelier Populaire (‘taller popular’), por ejemplo, creó imágenes que ensalzaban la lucha obrera con diversos eslóganes.

Los pósters creados durante las protestas de mayo del 68 criticaban el sistema político y llamaban a la población a manifestarse. En este se lee “la belleza está en la calle”. Fuente: Biblioteca Nacional de Francia

En otros países, las protestas de esos años exigieron democracia o reformas políticas. En Chile, por ejemplo, destacó la elaboración de arpilleras. Esta actividad tradicional consiste en bordar escenas tradicionales en arpillera, un tejido grueso de lana. Las arpilleras se convirtieron en toda una forma de protesta durante la dictadura de Pinochet. Las mujeres que bordaban, o “arpilleristas”, retrataron las desapariciones forzosas y detenciones o la carestía y pobreza que sufría la población. Sus obras fueron secretamente exportadas para denunciar la situación del pueblo chileno, permitiendo además que las bordadoras recibieran algún ingreso con su venta, ya que muchas no tenían otro empleo o habían perdido a algún familiar. No obstante, debido a la censura de la dictadura, se evitaban los temas más delicados, como las torturas o asesinatos, para evitar que el Gobierno sometiera a una presión excesiva a las arpilleristas. 

Otro régimen que fue desafiado por la población y su producción artística fue la Sudáfrica del apartheid. Artistas reconocidos como Dumile Feni crearon obras como el Guernica Africano, aunque el régimen reprimió los discursos más críticos. Con todo, los artistas sudafricanos produjeron obras y organizaron centros culturales y conferencias para tratar de transformar la realidad política del país. En los años ochenta, cuando la represión aumentó, los opositores al régimen apelaron a la creatividad de los artistas para celebrar festivales, organizar exposiciones o manifestarse contra el sistema. Se produjeron carteles y símbolos sobre numerosos temas, desde el recuerdo de las víctimas de tortura, asesinato o detención, a la reivindicación de una enseñanza igualitaria, pasando por la denuncia de la brutalidad policial.

El arte persigue derechos sociales

En paralelo a la lucha por la democratización de Chile o Sudáfrica, el arte protesta puso el foco en otras reivindicaciones, como las del movimiento por los derechos civiles de los afroamericanos en Estados Unidos. Este movimiento se plasmó en importantes corrientes artísticas, impregnándolas de un alto contenido político. Incluso Andy Warhol, el famoso creador del arte pop, se sumó a esta tendencia. Otros artistas como Barkley Hendricks retrataron a hombres y mujeres negros en actitudes desafiantes, en lo que se ha denominado “realismo cool. También surgieron muchos colectivos con un marcado estilo y objetivo político que solían tener como finalidad recaudar fondos para organizaciones en pro de los derechos civiles

Una de las obras más destacadas del movimiento es la Pared del respeto, un mural pintado en una fachada de Chicago que retrataba a algunas de las figuras afroamericanas más prominentes del momento, como la cantante Aretha Franklin, el boxeador Muhammad Ali o el activista y religioso Malcolm X. La Pared se convirtió en un lugar destacado de la ciudad hasta que se quemó cuatro años después de su creación. Su legado, sin embargo, pervivió, reactivando el panorama artístico en la parte más olvidada de Chicago y extendiendo esta tendencia por otros lugares de EE. UU.

Tiempo después, apareció otra nueva temática política en el arte: las reivindicaciones LGBT y, en los ochenta, la atención sobre el SIDA. El estadounidense Keith Haring fue una figura fundamental en esto último, pintando cuadros en los que reclamaba un diálogo abierto y honesto sobre el VIH. Uno de los colectivos más importantes en la lucha contra la enfermedad en Estados Unidos, ACT UP, dio lugar al grupo Gran Fury, que hacía carteles e imágenes para dar publicidad a sus reclamos. Gran Fury usó símbolos como el triángulo rosa, asociado a la comunidad LGTB desde tiempos del nazismo, o del eslogan “silencio = muerte”, entre otros.

Las Guerrilla Girls han criticado en sus obras la disparidad entre el porcentaje de artistas mujeres expuestas en los museos y el de desnudos femeninos. Fuente: Guerrilla Girls

El movimiento feminista también creció durante esos años y se incorporó a la producción artística. Muchas artistas reivindicaron su protagonismo, pero destaca el movimiento de las Guerrilla Girls, nacido en Estados Unidos en 1985. Este colectivo permanece en el anonimato, escondiendo sus rostros detrás de máscaras de gorilas y produciendo obras provocativas. Así, por ejemplo, reivindican la escasa presencia de mujeres artistas en las pinacotecas y critican que la mayoría de fondos culturales se destine a hombres. 

El arte protesta en las luchas actuales

Colectivos como las Guerrilla Girls siguen en activo, lo que demuestra que el arte feminista sigue muy vigente. Así lo reafirman otras obras, como la canción Un violador en tu camino, que surgió en Valparaíso, Chile, de la mano del grupo de teatro “Las tesis” y se hizo viral a principios de 2020 en el contexto de las protestas ciudadanas en Chile. 

Sin embargo, también han ganado empuje otras reivindicaciones como las que resultaron de la crisis financiera de 2008, o contra la guerra de Irak solo unos años antes. De hecho, movimientos como Occupy Wall Street en Nueva York, en 2011, también criticaron el mundo del arte, lo que es paradójico teniendo en cuenta que algunos de sus carteles reivindicativos han sido comprados por museos como el MOMA de Nueva York. Aún así, imágenes como el “pulpo vampiro”, tan representado en las viñetas estadounidenses para simbolizar a los poderosos, se popularizaron entre los manifestantes. Occupy Wall Street también destacó por las señales luminosas que proyectaban los logos de la protesta contra los edificios de Nueva York. 

También en 2011, otro acontecimiento de importancia mundial provocó interesantes respuestas artísticas: las revueltas árabes. En Egipto, por ejemplo, afloraron los artistas urbanos, que plasmaban sus críticas al régimen en murales que hacían guiños al arte del antiguo Egipto y sus faraones. Estos murales compartían espacio con los paisajes que dibujaban los manifestantes en las barreras de hormigón que colocaba la policía para cortar las calles de ciudades como El Cairo. 

Pero estas paredes improvisadas no son las únicas que se han visto impregnadas del arte callejero: utilizar los muros como lienzos para las obras que se quejan de ellos es habitual en otros muchos lugares. Es lo que se ha llamado “arte de frontera”. En la frontera entre México y Estados Unidos ha habido campañas para decorar esta pared como forma de denunciar su existencia, pero también para lanzar un mensaje de esperanza a quienes intentan cruzar la frontera para llegar a Estados Unidos. 

Asimismo, en el muro que separa los asentamientos israelíes del territorio palestino de Cisjordania existen dos tipos de pinturas: del lado palestino, las que critican la segregación del muro o abogan por la paz, y, del lado israelí, las que dibujan paisajes plácidos que pretenden hacer más agradable la pared. Uno de los artistas que creó varias ilustraciones para el muro en el lado palestino fue el conocido grafitero británico Banksy. Banksy ha logrado gran popularidad gracias al misterio que le envuelve: sus críticos dibujos aparecen de cuando en cuando por todo el mundo y no se conoce su verdadera identidad. Aunque las obras de Banksy en Palestina han captado la atención del mundo sobre el conflicto, muchos palestinos las critican por considerar que se han convertido en una atracción turística y una forma de sacar provecho del sufrimiento de la población local.

Obras como esta en el muro que separa México y Estados Unidos intentan reflejar la dura situación de los migrantes. Fuente: Wikimedia

Todas estas no son las únicas luchas para las que se ha empleado el arte. Dentro del ecologismo, por ejemplo, hay colectivos que llaman la atención sobre la ingente cantidad de plásticos que se generan. El arte también se usó en las protestas de Hong Kong de 2014 o las de los chalecos amarillos en Francia en 2018. Más recientemente, han aparecido obras que apoyan el movimiento Black Lives Matter tras la muerte del afroamericano George Floyd a manos de la policía en Mineápolis (Estados Unidos) en mayo de 2020. El arte protesta tiene un papel cada vez más importante en las reivindicaciones sociales. No obstante, hay quien considera que se corre el riesgo de convertir las obras reivindicativas en piezas de museo, lo que reduciría su fuerza política. Sea como fuere, gracias al poder de las redes sociales, en el futuro el arte protesta se extenderá aún más.


Carmen MartínCarmen Martín (Madrid, 1998), analista de El Orden Mundial. Estudiante de Sociología y Relaciones Internacionales en la UCM. Interesada en temas tan variados como Oriente Próximo, la historia del arte, la incidencia de la opinión pública en la política o los procesos urbanos. Lo importante es estar siempre aprendiendo.

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