El pasado domingo tuvo lugar la presentación de la antología «de las sogas de la felicidad, el amor, por ejemplo: para no vencernos nunca», coordinado exquisitamente por Antonino Nieto Rodríguez. En esta antología participan más de cien personas y he tenido el honor de ser una de ellas, aportando un relato parido de mi propia pluma.
Hablar del amor puede resultar fácil o complicado. En ocasiones nos parece un tema demasiado recurrente. Solo si lo analizamos detenidamente, como un forense ante un cuerpo inerme tratando de desvelar todos sus secretos, el amor se convierte en algo oscuro, más aún al hablar de “sogas».
En cambio, si consideramos que el amor es la paz, el final del camino, llega a convertirte el un sentimiento suave, envuelto de claridad, intentando lograr el fin de no vencernos, no vencerse. Consumirnos en un fuego que nos delata lo más profundo nuestras entrañas.
Siendo el amor un sentimiento en sí mismo, no podemos obviar que, dentro de él, se esconden muchos otros más: pasión, cariño, amistad, complicidad, sexo, protección, apoyo.
Quise basar mi relato, no en el amor en su conjunto, sino que, del mismo modo que un forense analiza un cadáver, intenté separar parte a parte cada una de las partículas que conforman ese sentimiento universal.
“La Encrucijada”, título de mi relato, narra cómo una mujer se encuentra en un cruce de caminos sin saber qué dirección tomar. Ha llegado a esa encrucijada por el enfrentamiento entre los sentimientos antes mencionados que conforman el amor. La confusión le absorbe los sentidos por el simple hecho que todos esos sentimientos que engloban al amor no puede ofrecerlos a una persona, sino a dos. Incapaz de poder elegir, se deja llevar por su amargura y toma una drástica y desesperada decisión: “dejarse amar». Esa es la “soga» de mi relato, no asumir la propia libertad y elegir a quién amar. Es tanto amor el que siente que ya solo le sirve, dejarse caer… “dejarse amar”.
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