Los orígenes de la Ilustración deben buscarse en el Renacimiento y en la Revolución Científica del siglo XVII. En el Renacimiento triunfaron el humanismo y las ideas racionalistas, mientras que la Revolución Científica fue un movimiento que cuestionaba la autoridad de Aristóteles y los antiguos, y proponía la observación y experimentación, junto con el empleo de la razón para fundamentar un método de conocimiento.
A principios del siglo XVIII comenzó a desarrollarse una crítica hacia la mentalidad tradicional en todos los campos. Autores como Montesquieu en sus Cartas Persas o Jonathan Swift en Los viajes de Gulliver fustigaron con dureza la sociedad de su tiempo. Otros criticaban a la Iglesia y los principios cristianos por considerarlos contrarios a la razón, aunque la mayoría de los autores defendían el deísmo, es decir, una doctrina que defendía la existencia de un Dios o Ser Supremo, creador del mundo, pero que no se identificaba con ninguna religión concreta y al que se llegaba a través de la Razón. Pero no solamente se criticaba a la sociedad del Antiguo Régimen o las creencias religiosas, también el sistema de gobierno comenzó a cuestionarse tomando como modelo la monarquía parlamentaria británica.
En este contexto podemos decir que la Ilustración fue un movimiento intelectual desarrollado en el siglo XVIII o Siglo de las Luces. En este sentido podemos aludir a la cita del filósofo Kant que, en 1784, expresaba que “La Ilustración es la fase histórica en la que el ser humano alcanza, al atreverse a pensar, su mayoría de edad y la autonomía de la razón”.
La Ilustración no fue una corriente homogénea, sino que en su seno convivieron figuras, instituciones, corrientes e ideas diferentes, pero que compartían una serie de rasgos comunes. En primer lugar, hay un claro acercamiento y amor hacia la naturaleza. La búsqueda de la felicidad es uno de sus principales objetivos, convertida en casi un derecho. Otra de las ideas clave del movimiento ilustrado y de gran predicamento en el futuro es el sentido del progreso del ser humano. Por fin, la Ilustración es el triunfo y la exaltación de la Razón frente al fanatismo religioso y la ignorancia.
La Ilustración, en realidad, fue un fenómeno minoritario de círculos intelectuales de cierta nobleza, clero y burguesía. Aunque puso los fundamentos del futuro pensamiento revolucionario liberal, solamente pretendía reformas sin acabar totalmente con las estructuras del Antiguo Régimen. En la Ilustración había una paradoja: por un lado criticaba la sociedad tradicional y socavaba las bases socioeconómicas del Antiguo Régimen pero, por otro lado, no se atrevió a dar el paso definitivo para romper con esas estructuras.
Las ideas ilustradas se difundieron a través de muchos medios. El siglo XVIII vivió una clara explosión publicadora de libros y periódicos. La edición de la Enciclopedia fue fundamental, siendo la obra más representativa de la Ilustración. Se trató de una empresa que pretendía recopilar todo el saber, dar soluciones e ilustrar. Entre sus autores destacaron Diderot, director de la obra, y D’Alembert, el autor del Discurso Preliminar. Las sociedades científicas, como la Royal Society inglesa, o la Academia de Berlín, fueron instituciones muy destacadas para la divulgación de las nuevas ideas, así como los salones y las tertulias. Por fin, habría que citar a la masonería, organización que nace en Gran Bretaña a principios del siglo XVIII y que defendía el deísmo y la filantropía.
En Francia se desarrolló con mayor fuerza la Ilustración por la combinación de dos factores. Por un lado, existía un desencanto surgido tras el largo reinado de Luis XIV, que dejó exhausto al país, pero también por la tradición cultural e intelectual francesa con una fuerte corriente racionalista desarrollada en el siglo anterior gracias a la filosofía de Descartes.
En la Ilustración francesa destacaron tres grandes figuras, cuyo pensamiento e ideas han influido decisivamente en la Historia. El primero de ellos fue Charles-Louis de Secondat, barón de Montesquieu (1689-1755), aristócrata y autor de las Cartas Persas (1721), Consideraciones sobre la grandeza y decadencia de los romanos (1734) y su obra más importante, El espíritu de las leyes (1748), donde defendió el principio de la separación de poderes, fundamental en la posterior teoría política liberal. Esta separación de poderes debía evitar la acumulación de poder para poder garantizar la libertad de los individuos, lo que suponía una crítica a la monarquía absoluta. El poder legislativo, es decir, el encargado de elaborar las leyes, debía residir en el parlamento; el ejecutivo, el que hace que se cumplan las leyes, estaría en manos el gobierno; y, por fin, el judicial, que administra la justicia, residiría en los jueces y tribunales.
François Marie Arouet, Voltaire (1694-1778), fue un brillante escritor, mordaz y crítico, filósofo y defensor de la libertad y de la tolerancia y enemigo casi implacable de la Iglesia. Atacó también el absolutismo y cuestionó valores tradicionales. Voltaire pensó que debía crearse un sistema político parlamentario que limitara el poder real y un sistema de impuestos que no arruinara al pueblo. Entre sus obras destacaron Ensayo sobre las costumbres y espíritu de las naciones o el Diccionario Filosófico.
Jean-Jacques Rousseau (1712-1789) defendió el libre desenvolvimiento de la personalidad frente a los excesos del racionalismo; de hecho, Rousseau fue un valedor de una visión idealista, partidaria de ensalzar lo sentimental y popular, frente al dominio del racionalismo, y que ya anunciaba el Romanticismo. En La nueva Eloísa y en el Emilio, dos de sus principales obras, exponía el deseo de retornar a la naturaleza más sencilla y defendía una nueva pedagogía que partiera del principio de que el hombre era bueno por naturaleza. En el Discurso sobre el origen de la desigualdad, Rousseau manifestaba que la civilización había corrompido al hombre. En su principal obra, El contrato social (1762), sentó algunas de las bases de la futura democracia. Acuñó el principio de que el pueblo era la fuente única de la soberanía política, expresada a través de la voluntad general. El ser humano era bueno por naturaleza, pero la sociedad, definida por la propiedad y la competencia, lo corrompía y lo convertía en insolidario. Para evitarlo proponía la firma de un contrato social entre los individuos para establecer una ley de obligado cumplimiento para todos, además de educar al ciudadano para que desarrollara sus buenos sentimientos.
En Alemania el movimiento ilustrado se denominó Aufklärung, cuyo fundador fue Cristian Wolff (1679-1754). Este movimiento fue un gran proyecto de difusión de los principios de la ciencia y de la filosofía, con una concepción naturalista y racionalista de la cultura. Buscaba, además, el renacer de Alemania.
En Gran Bretaña apareció una doble corriente de pensamiento, idealista y empirista, reflejada en obras como Robinson Crusoe, de Daniel Defoe (1719), o Pamela, de Samuel Richardson (1740). En filosofía destacó George Berkeley (1685-1753), defensor del idealismo y David Hume (1711-1776), teórico, por su parte, del empirismo.
La Ilustración llegó a España con retraso. Los reinados de Felipe V y Fernando VI no se pueden considerar mas que como una etapa previa. Este espíritu de cambio se canalizó a través de dos grupos: los proyectistas, que pretendían ofrecer remedios para los problemas del país, en línea con los arbitristas del siglo anterior; y los novatores, así denominados con un cierto tono despectivo por parte de sectores contrarios a los cambios y aplicado, precisamente, a los autores que aspiraban a la renovación intelectual en España. La gran figura de este último grupo sería Benito J. Feijoo, autor del Teatro Crítico Universal.
La Ilustración española se desarrolló, realmente en el reinado de Carlos III en estrecha conexión con el despotismo ilustrado. Los grandes ilustrados españoles fueron Campomanes, Olavide y, especialmente Jovellanos, autor de obras fundamentales como el Informe sobre la Ley Agraria (1795).
La Ilustración española realizó una serie de intentos para cambiar la mentalidad social a través de diversos medios. En primer lugar, promocionó la educación, uno de los instrumentos favoritos de la Ilustración, ya que permitiría alcanzar la felicidad y el progreso y podía ser un medio para implantar las reformas, pero no se trataba de una educación igual para toda la población sino de una educación distinta en función de la posición social del individuo y siempre con una clara finalidad pragmática, potenciando los conocimientos útiles a favor de la sociedad y del Estado. Los grupos sociales superiores debían estudiar para ejercer su papel dirigente. Es un nuevo planteamiento sobre las élites sociales. La nobleza debía demostrar su valía y mérito, ya que no era racional que sustentase su primacía social en función, exclusivamente, del nacimiento. Los grupos populares debían estudiar para adquirir una formación básica y obtener la instrucción técnica necesaria para poder mejorar la productividad del trabajo. También se hacía necesario que la mujer se educase para ser útil.
Las reformas educativas terminaron por ser parciales pero sí fue importante la creación e impulso de instituciones de investigación científica y cultural (jardines botánicos, observatorio astronómico, etc.).
Otro de los factores de difusión de las ideas ilustrado fue el protagonizado por las Sociedades Económicas de Amigos del País, corporaciones privadas pero fomentadas y apoyadas por la Monarquía y por Campomanes, su gran impulsor. Organizaron actividades de todo tipo para difundir las nuevas teorías económicas y propiciar la aplicación de nuevas técnicas en todos los campos productivos. En su seno se impartieron clases de saberes útiles en agricultura, artes e industrias, así como la nueva ciencia económica. Ofrecieron premios obras sobre temas económicos y técnicos, así como ensayos en las distintas áreas productivas. Destacaron la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País y la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País.
Por fin, fueron muy importantes la prensa periódica y la traducción de libros. La gran novedad del siglo y acogida por la minoría ilustrada con entusiasmo fue la publicación de periódicos, ya que permitía conocer novedades intelectuales, científicas, económicas y técnicas. No se trató de prensa política sino científica, económica y literaria. Con el mismo fin se tradujeron muchas obras extranjeras.
Eduardo Montagut, colaborador habitual de La Mar de Onuba, es historiador. @montagut5
Cómo podría denominarse a las eras previas la ILUSTRACION y a la era posterior?