Entrevista realizada a dos voces por Javier Gilabert y Fernando Jaén.
Cristóbal Domínguez Durán (1993, Vejer de la Frontera, Cádiz) posee el grado en Filología Hispánica y en la actualidad cursa un Máster en Estudios Literarios y Teatrales en Granada. El próximo 21 de mayo recogerá el prestigioso premio ‘Arcipreste de Hita’ y en apenas un mes verá la luz su ópera prima, ‘Secuelas’ (Pre-Textos, 2018) con el que se ha hecho merecedor de tal galardón.
Javier Gilabert: Tu vida pasa por Cádiz, Sevilla, Varsovia, Granada… Cuéntanos con qué te quedas de cada uno de estos lugares. Si pudieras elegir, ¿en cuál vivirías? ¿Cuál crees que tiene más actividad relacionada con la literatura y la poesía?
Cristóbal Domínguez: Sí, aunque no me considere una persona especialmente errante, algunas veces las circunstancias y, otras veces, un impulso interno, han hecho que habitara y que conozca bien algunas ciudades de Andalucía y Varsovia.
Os podría decir que mucho de lo que hay en Secuelas, tiene como nacimiento Varsovia, que en mi opinión, durante el año que viví allí, fue una ciudad que me hizo. El lugar que, tras Cádiz –donde pasé mi adolescencia-, más ha hecho por conformar mi identidad. Europa del Este posee una atmósfera mágica, triste, tétrica, pero llena de cariño. Y allí la cultura es un tesoro a ojos de todo el mundo. Me quedo con esas dos cosas, con lo que sientes al respirar allí y con el cuidado que se le tiene al arte en general. Aunque también fue muy importante el descubrimiento de autores polacos como Milosz, Wislawa Szymborska y Adam Zagajewski; sobre todo éste último. Sé que tras mi marcha las cosas se endurecieron y el ambiente allí es en estos momentos políticamente irrespirable. Sin embargo, guardo un gran recuerdo de los días qué pasé en esa ciudad, de sus noches crápulas también, claro… Me gustaría volver a vivir en Polonia alguna vez.
Con anterioridad viví en Sevilla, donde me gradué en Hispánicas y pasé rachas buenas y malas, lo normal durante este período académico. De allí me llevo la amistad de algunas personas, que sé que será para toda la vida.
Luego, con Cádiz y con mi pueblo, Vejer de la Frontera, tengo una relación difícil. En él tengo a mi familia y a algunos amigos muy queridos, pero claro, he vivido en ese lugar demasiado tiempo. Mi pueblo ahora es un desastre; el turismo estacional se defiende a ultranza, lo que hace que los negocios humildes vivan con el agua al cuello o no sobrevivan, amén de que su apuesta por la cultura es nula. Ojalá, por el bien de mis seres queridos, el pueblo se recupere pronto.
Y ahora habito Granada, una ciudad que es una mezcla entre Varsovia y Andalucía, aunque parezca extraño. Aquí, cosa rara en la Andalucía occidental, se respeta la cultura, la gente se interesa por la poesía, el arte, el teatro… Por ese lado lo relaciono con Varsovia. Y luego, tiene una luz y un paisaje que acoge y que es suave.
Granada y Varsovia son las ciudades con mayor actividad literaria, sin duda, y para vivir no estaría mal pasar los meses fríos por aquí, en el sur, y los cálidos en Polonia. Nada mal.
Fernando Jaén: La poesía es un territorio arriesgado, extenso, muy explorado en algunas de sus regiones. ¿Quedan aún caminos por abrir?
Cristóbal Domínguez: ¿Quién tiene certezas acerca de lo que nos depara este arte, los surcos que puedan abrirse todavía para que fluya el verso? Particularmente, si supiera que existen territorios vírgenes, ahí estaría yo pisando como pudiera, pero eso nunca se sabe. Muy pocos poetas han tenido verdadera constancia de que están haciendo algo realmente original. Baudelaire, quizá. Nietzsche también, quien para mí es un poeta ante todo.
Lo que sí pienso es que vivimos una de las épocas más estériles para el arte en toda su historia. En nuestros días es casi imposible crear. Nos movemos en una atmósfera tan represiva, con tanta información, tanta imagen, tantos textos, tantos datos y todo tan a mano, que nuestras mentes están saturadas de banalidad. Es triste, pero está claro que hoy día llamamos arte al juego de manipular cosas ya hechas, mirar esas cosas desde otras perspectivas, ponerles una nueva carcasa y, luego, para colmo, la propugnamos y nos sorprendemos por su gran “originalidad”, palabra que hoy día es una quimera. Y seguramente lo hagamos porque en nuestro interior lo que sentimos es hastío y una necesidad imperiosa de que todo cambie o salte por los aires, porque esta forma de vivir y este mundo nos asfixia como creadores o receptores. En nuestra época toma más importancia que nunca la posición de exilio a la hora de crear, el imponerse una barrera importante que nos haga ver las cosas de otro modo. Sólo se puede hacer arte, desde siempre pero más si cabe en el momento actual, extramuros.
JG: ¿Qué supone para un joven poeta de 24 años ganar el prestigioso ‘Arcipreste de Hita’ con tu poemario ‘Secuelas’? ¿Por qué te decantaste por este premio a la hora de presentarlo?
Cristóbal Domínguez: Lo que supone aún no lo sé a todos los niveles, pues el poemario todavía no se ha publicado. Lo que sí que puedo contaros a este respecto es que, al conocer el fallo, sentí alegría y satisfacción por ver reconocida mi obra.
Lo de decantarme por este premio vino dado por la editorial que publicaba al poemario ganador, Pre-Textos, que es a la que más respeto a día de hoy, particularmente en el apartado de poesía actual. Antes de presentar el poemario reflexioné y llegué a la conclusión de que, si lo presentaba a algún concurso, sería a los que dieran una cantidad de dinero considerable, lo que en mi situación siempre viene bien, o a alguno que trabajara con Pre-Textos. Al final me decanté por lo segundo.
FJ: Los premios son un reconocimiento del esfuerzo, un espaldarazo y también un escaparate. ¿Crees que es ésta una oportunidad para poder ser más leído? ¿Qué crees que te puede aportar este premio?
Cristóbal Domínguez: Sí, aún no ha salido el libro pero creo que llegará a más gente de esta manera, a través de una tirada de 1.000 ejemplares, la publicidad del premio y de la editorial que lo publica, que si hubiera salido a la luz en otras circunstancias. Creo que eso es lo que me puede aportar el premio. Aunque, en realidad, muchas veces pienso si de verdad le van a interesar a alguien los textos que hay en ese libro, si realmente la gente va a emplear su dinero y su tiempo en leer esos poemas. Pero bueno, habrá que confiar en la inercia de estas cosas y pensar que sí.
JG: ‘Secuelas’… Sin haber podido aún leer tu libro, nos gustaría conocer el porqué de ese título. ¿El hecho de escribir poesía deja secuelas, o son las secuelas que la vida nos va dejando en las que la tuya tiene su origen?
Cristóbal Domínguez: El título es, en realidad, lo que creo que es un poema: el resto, la herida, no sólo intelectual sino física, que queda tras el viaje interior que uno emprende para poder escribirlo. Al final, hablo por mí, los poemas son la secuela fijada por escrito de una aspiración de diálogo con aquello que no está convertido en signo. Y la secuela es lo que me queda de ese viaje fallido que no me proporciona aquello a lo que aspiraba. Si extendemos el concepto, al final el poeta es una secuela andante, una cicatriz que vaga por el mundo con la pesadumbre de estar al servicio de algo, de un misterio que siempre lo traiciona, que al final no le da nada, que sólo se lo deja intuir.
FJ: En tu caso, el jurado del premio calificaba tu libro como una “obra sencilla”. ¿Consideras la sencillez una forma de hacer la poesía más trasparente y directa? ¿Es esta sencillez buscada? A veces lo más difícil es hacer las cosas sencillas, ¿cómo lo haces?
Cristóbal Domínguez: Esta es una pregunta con miga, porque muchas veces cuando me encuentro que el poema ya está listo, que “así es la rosa”, le he dado ya en mi mente tantas vueltas a la idea de la que nació que me parece no sencillo, sino simple. O pretencioso incluso, en otras ocasiones. Y tengo la sensación de que mis textos hacen equilibrios en ese alambre que salva o mata lo escrito.
Realmente pienso que el poeta no busca nada, que uno expone de la mejor manera que puede lo que necesita decir. Lo que yo digo en Secuelas ha requerido de una estructura del poemario muy clara, con tres partes de diez poemas cada una, dos poemas más que funcionan como prólogo y epílogo, y una manera de decir las cosas que, afortunada o desafortunadamente, es la que tengo. No puedo decirlas de otro modo.
JG: El jurado del calificó ‘Secuelas’ como “un libro sencillo”, pero al mismo tiempo afirma que tu poesía “tiene varios registros y trata distintos asuntos”. ¿Qué nos puedes contar tú sobre esto?
Cristóbal Domínguez: ‘Secuelas’ es un libro que habla sobre la poesía misma, concretamente sobre la idea que yo tengo de ella, sobre la muerte en varios sentidos, sobre el aletargamiento que, en mi opinión, vive nuestra sociedad, sobre el amor y sobre el trasfondo que encierran algunos momentos de la cotidianeidad. De esto se habla en poemas largos, cortos, de tono elegíaco, a veces de una forma muy intimista…
JG: ¿Hasta qué punto crees que tu formación como filólogo es necesaria/conveniente a la hora de escribir poesía?
Cristóbal Domínguez: Bueno, en mi opinión no es nada necesaria, aunque no me atrevería a decir que inconveniente, para escribir poesía. La carrera, personalmente, me organizó la cabeza en cuanto a los distintos enfoques que existen hacia la literatura y me enseñó el canon y su cronología. Para escribir, no sé, no creo que me ayudara. La escritura es algo que nace de la lectura y de un impulso irracional que toma el camino del lenguaje escrito, y esas son dos cosas que, hoy día, no tienen nada que ver con la filología. Se podría pensar que la lectura sí, pero tuve compañeros que aún siendo estudiantes de hispánicas no sabían lo que era un libro, y algunos hasta sacaban matrícula. La creación y la academia, en mi opinión, no comparten nexos significativos.
JG: ¿Es este libro tu primera incursión en la poesía? ¿Cuáles son tus planes de futuro en lo literario?
Cristóbal Domínguez: No, claro, este poemario no es mi primera incursión en la poesía. Además, yo tengo una concepción de la poesía que me conduce a decir que si alguna vez llego a incursionarme en ella, no escribiré nunca más. Si alguna vez la toco, lo que me quedaría sería el silencio.
Si hablamos de tentativa o acercamiento, tampoco este libro ha sido lo primero, antes funcioné como receptor. Mi inicio aquí quizá fuera escuchar las primeras comparsas de Juan Carlos Aragón, autor del Carnaval de Cádiz, cuyas letras fueron mi primera literatura. Recuerdo muy bien la impresión que me dio ver “Los ángeles caídos”, una comparsa suya de 2002, por la tele. Lo que ellos decían era poesía para mí, aunque yo por aquel entonces no lo supiera.
En cuanto al futuro en lo literario, lo único que se me ocurre decirte es que espero seguir disfrutando, tanto o más que hasta ahora, de mis lecturas.
FJ: Los poetas jóvenes se apoyan con frecuencia en las redes sociales. ¿Te apoyas tú en ellas? ¿Qué valor le das a esta forma de comunicación que a veces es tan efímera? ¿Puede la poesía vencer esta velocidad frenética del mero instante?
Cristóbal Domínguez: No es que la poesía deba vencer esa velocidad que impone la vida contemporánea, con todos los accesorios que ésta trae consigo, sino que está por encima de ella, tanto que la ignora o, más aún, le es indiferente. La poesía es atención, lentitud, apartarse, soledad… Conceptos que no casan nada bien con la necedad de la rapidez del mundo actual. Las redes sociales son un hijo de este mundo superficial y frenético, como mencionas, y yo no puedo relacionar una cosa y otra. Los “poetas” jóvenes (y no tan jóvenes) que usan como principal plataforma una red social, por lo que me ha llegado hasta ahora, no merecen ninguna atención.
Yo sólo tengo cuenta en una red social, y no la uso como si fuera un canal de televisión, sino para estar en contacto con personas que me importan y estar al tanto de diversas actividades.
JG: Momento “carta blanca”. Acaba la entrevista como a ti te apetezca.
Cristóbal Domínguez: Nada, deciros, tanto a Javier como a Fernando, y a los amigos de SecretOlivo, que muchas gracias por haberme ofrecido esta entrevista. Ha sido divertido contribuir con mis respuestas.
Catábasis
El dolor es digno.
Las llagas de las manos que lograron
esta penumbra dulce y tibia
cuando viene la noche
comprenden que él se encarga
de sostener a la belleza.
Desconfío de quienes no han bajado
en vida a los infiernos.
La vida es cierta
una vez que entendemos el amora lo que nos oculta el sufrimiento.
Trascendencia
Un fuego se ha extinguido.
Ya no arde pero es cierto
en la mente y el humo.
(‘Secuelas’. Pre-Textos, 2018)
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