Alicia, todo me habla de ti

La legendaria cantante, compositora e investigadora peruana Alicia Maguiña falleció este 14 de septiembre, a los 81 años de edad.

“No sé qué Cerro te ha apartado de mis ojos
ni qué viento me arrancó de tu regazo.”

por Richard Villalón

Hablar de lo malo, consigue irremediablemente atraerlo. El dolor rasguña con sus extrañas patitas el vidrio de la tranquilidad. Él canta con voz deslenguada, justo cuando el silencio pudiera abrigarnos con lo necesario, dejándonos de doler. Las noticias oscuras dejan embarradas huellas de limo y tiempo en los pasadizos escogidos como refugio.

Ha muerto Alicia Maguiña. Hace pocas madrugadas la estaba escuchando, creyendo en su trino, incienso procesional, Coya sempiterna, zapateando huaynos, sobreviviendo a las pobrezas, las miserias de nuestro desigualado país. Cuando la conocí, fue la pared para protegerme de entrenados miedos, porque Alicia Maguiña era un faro insólito en la música peruana. Se hacía respetar en los difíciles ritmos por los que el destino hace atravesar las vidas de los artistas en nuestro país. Costa, Sierra y Selva, tres regiones naturales y una en común: La injusticia social. La música es un espacio extrasensorial, allí los nervios se calman paradójicamente, aunque también irriten a los “Poderositos”. Alicia daba rebeldía, olor a Ica, la preciosidad de la inocencia. Cargaba un fuego para destruir, a pesar de los vientos y sus extrañas autoridades, a las consignas que nos arrastraban por la corriente de las mentiras. La premisa era separar inexplicablemente a Negros, Cholos, Chinos, Diferentes… Según el baremo de un Reino descabezado y nunca coronado. Digan lo que digan, éramos un inmundo “canchón” ancho y ajeno. Con pretextos peregrinos rimbombantes, auto titulados de izquierdas y derechas, al final solo pertenecíamos a los de arriba o a los de abajo. Los que comen y los que usan poco los dientes. Quienes tocan en el baile para los demás, sin dejarlos bailar. Emigrantes del país, tragados y regurgitados por la terrible Lima y sus alas de Maldad.

Con Alicia Maguiña nos cruzamos muchas veces en Teatros populares. Su inteligencia miraba tras el balcón de sus infinitas pestañas, era dulce, misteriosa y con una alegría a prueba de apagones. Nos sabíamos distintos, pero necesarios, y hasta complementarios en un mundo donde militares, oligarcas convencidos en su piel de oveja y pueblo se enredaban imaginando luchar por un Perú cantado y llorado sin aspavientos y valentía, propia del sabor de las ollas comunes, huelgas maestras y el delirio de una revolución hecha con papel maché y desfiles surrealistas. Aun así, el país rebosaba de un amor artesano, tejido a mano, escuchando chistes malos e intelectuales escapados de un París inexistente. Un amor desconsolado, escarbando comida, sacrificando sus horas en manos de lobos uniformados y pájaros revoloteando, ansiando muertes inminentes. Alicia acercándose a José María Arguedas detuvo a la perversidad con la verdad, deshizo políticas madrastras, caridades cruentas, safios Diositos de mierda.

La disciplina, su humor ácido, el juego de las palabras, sus manos palomas, sus pasos en el escenario y sus trajes, la traían como en un altar luminiscente. La hicieron única dentro de una grandeza natural, una modestia inherente, una voz testimonial hablando por los silenciados. Para mi vida fue un puente, acercándome a la verdadera fuerza del folklore peruano. Sin ademanes forzados, sin paternalismo, sin darnos lecciones de sabiduría. Venía leída, aprendida e iluminada de sus viajes a las fiestas populares para luego lucir frente a los ignorantes su tesoro innegable, el sentido propio respecto a ser folklorista sin disfraz, tintes, o remiendos adulterados.

Hace poco Alicia presentó su libro “Mi vida entre Cantos”. Pregunté si había logrado retratar esos intensos e indefinibles segundos antes de salir al escenario. Su impecable presencia, su enramar sigiloso entre el público y los paisajes dejados en sus tierras serranas, norteñas, puna brava. Sus Huaylas aterrorizando a la pobreza para evitar hacerla virus en la vena del peruano de la calle, errante inmigrante, valiente hombre bueno. El gozo rescatado por Alicia Maguiña con sus tonderos quedará en el alma de las maderas. Su manera de parir un vals era una confesión íntima y desprejuiciada lejos de las iglesias traficantes de secretos…

Alicia, odio la idea de enviudar gratuitamente, odio los guantes blancos en época de llorar profundamente, las anécdotas para destruir la magia de la intimidad. Al cantar “La Apañadora” reconocí a esa mujer viviendo dentro de cualquier humano, deseando que viniera un hombre a rescatarla en su Pegaso. “Soledad Sola” era el resto de los cubitos de hielo en mis whiskys terrestres. “Inocente Amor” era el pago para ascender a la situación del amor físico sin cortapisas. “Indio” eran los jardineros y las empleadas sumisas de esas señoriales casas limeñas donde la luz se hacía sombra ante las desigualdades tan bien orquestadas que se dan en Perú. Tú, mi Alicia Maguiña, supiste resplandecer sin cofradías, sin cortes virreinales, alejada del miedo a decir la verdad, sin patrón ideológico marcando el ritmo de tu marinera. No sabes que sólo me dejas. No sabes cuánto mi padre era proporcionalmente opuesto al tuyo. Supiste el precio pagado por haberme casado con un hombre. Supiste del amor puro por un negro haciéndote infinitamente humana, contra estúpidas reglas y los miriñaques de la lógica de turno. Alicia Maguiña, es inútil santificar a los muertos. La humildad es un maquillaje perfecto para el Narcisismo. Tu vida de mujer cabal, capaz, licenciada en belleza natural no se puede explicar con coordenadas, discos vendidos o premios institucionales. Simplemente recordarte como verdaderamente eras, matará a la Muerte. ¡Nunca a ti!

Richard Villalon · Eternamente Vivirás José María

 


Richard Villalon comenzó muy niño a cantar en su país de origen, Perú. A los 13 años ya pertenecía al espectáculo serio, integrándose como actor en puestas escénicas atrevidas. Su país convulso lo hizo partir a Holanda y luego de estudiar canto clásico en el Real Conservatorio de Música de Amsterdam, viajó mucho por Europa, se integró al movimiento de teatro expresionista alemán y a las primeras corrientes del teatro happiness. Trabajó intensamente lo que le llevo a decir: "la técnica de actuar es inútil sino hay talento para vivir a tope". Regresó a su país a inaugurar la costumbre de cantar en teatros y centros de actividad política un mensaje trasgresor, comprometido. Esto lo llevo a cargar siempre con la obligación estética de ser propositivo. Grabó mucho en su país, emigró a México. Lugar donde desarrolló una imagen de cantante total (su voz impresionante de contratenor lo ratifica) doce años mexicanos le sirvieron para pedir más vida diaria, más encuentros con seres fantásticos. Se enamoró, vino a Sevilla por amor, a criar gallinas.Se ha casado con un hombre. Villalón es uno de los grandes hitos en la canción popular latinoamericana. Ha creado escuela con su forma de ser cantante y actor en un mismo espacio. Ha luchado mucho por ser independiente, ha crecido amando la música y el arte como un cuerpo total. Canta a los solitarios, a los solidarios. Su voz testifica alegrías, penas e ilusiones del hombre cotidiano. Dicen que es la voz más portentosa de Perú. En México lo califican de leyenda urbana
Unos inclusive creen que se lo han imaginado. Otros aseguran que nunca ha existido.

El legado de Alicia Maguiña, la gran dama de la canción peruana
Alicia Maguiña 3
La intérprete en el Teatro Municipal en 1975. Foto: Carlos Saavedra

De porte distinguido y mirada señorial, la imagen de Alicia Maguiña Málaga perdurará en la eternidad. Su obra, quizá menos conocida que la de otros grandes exponentes de la música peruana, merece todos los elogios. Nacida en Lima en 1938, la cantautora supo hacer frente a los cánones de la época y mantener vivo su romance con los ritmos costeños y andinos a lo largo de su prolija trayectoria.

Por ello, recibió distinciones del más alto nivel, como la Orden El Sol del Perú, en el grado de Gran Oficial; la Orden al mérito en grado de Gran Comendador y las Palmas Artísticas del Ministerio de Educación. Asimismo, fue declarada como una de las cinco Mujeres del Bicentenario por el Proyecto Especial Bicentenario de la Independencia del Perú. Ahora que la artista ha partido, creemos justo hacer un repaso a su carrera y sus mayores contribuciones a la cultura peruana.

Talento musical sin igual

Alicia Maguiña Óscar Avlés
Alicia Maguiña junto a Óscar Avilés Arcos, a quien ella llamaba “la Guitarra del Perú”

Hoy es posible disfrutar de sus maravillosas interpretaciones con un solo click. No obstante, el camino al firmamento musical fue largo e inició a temprana edad. Alicia aprendió a tocar piano siendo una niña, en Ica, donde transcurrió su infancia. Entonces mostró grandes cualidades para la música, que más tarde se fortalecerían al llegar a la capital y conocer de primera mano el género criollo.

A la edad de trece años, Alicia y su familia se trasladaron a Lima luego de que su padre obtuviera un alto cargo como magistrado. Ante la falta de un piano, la joven se dedicó a la guitarra. Empezó a asistir a espectáculos donde se cantaban pregones y décimas rezadas, y su gran interés por estas expresiones, la acercaría al maestro Óscar Avilés.

Maguiña persuadió a su padre para que la llevara en auto a su academia de guitarra, desde San Isidro, donde vivía, hasta el Centro de Lima. Allí presenciaría los ensayos del famoso grupo “Fiesta criolla” y conocería a una noble promoción de artistas, entre los que se encontraban Luciano Huambachano, Luis Abelardo Núñez, Panchito Jiménez y Humberto Cervantes, quienes le impartían lecciones de música cuando Avilés no llegaba por estar de jarana.

Más tarde ella confesaría quién fue la artista que marcó su vida: “Me enamoré de la música criolla por las interpretaciones de Jesús Vásquez, era mi diosa”.

Versátil compositora

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De izq. a der.: El decimista Nicomedes Santa Cruz, Manuel Acosta Ojeda, Alicia Maguiña y Doris Gibson, fundadora de la revista “Caretas”, en 1967. Foto: Archivo “Caretas”

Por aquel entonces sus padres se mostraban recelosos. Quienes sí la apoyaban eran sus compañeras del colegio Santa Úrsula, que la animaron a participar en un concurso organizado radial donde se llevó el título de Campeona de la Canción Criolla. Entre sus amistades se encontraban nada menos que Martha Mifflin y la futura Miss Universo, Gladys Zender, a quien después le dedicaría una canción. Sus padres, que no sabían del concurso, la castigaron sin saber que eso no haría más que avivar su interés por el criollismo.

Tras ese episodio, Alicia compondría su primer tema: “Inocente amor”, a la edad de 14 años. Se cuenta que en aquel momento, además, Maguiña ya tenía un compromiso matrimonial con Eduardo Bryce Echenique, hijo del dueño de un banco y hermano del futuro escritor Alfredo Bryce. Sin embargo, el destino le depararía otro compañero: el virtuoso compositor y guitarrista Carlos Hayre.

Alicia conquistó al público con piezas musicales que transitaban de la costa a la sierra peruana. Luego de su primer vals, sorprendería con el popularísimo “Viva el Perú y sereno”, el tondero “La apañadora”, inspirado en las campesinas del algodón iqueño donde creció; el festejo “El aguador” y el huayno “Perla Andina”. Cabe señalar también, que las canciones que Maguiña grabó a partir de 1956 destacan por su sentido poético-literario, estética y una técnica formal. Además de rescatar del olvido a la marinera limeña.

En 1963, compuso el tema “Indio”, considerado por muchos el más importante de su carrera y versionado en innumerables ocasiones por toda clase de intérpretes. Tres años después, ella misma lo cantó con acompañamiento de orquesta, en el Sky Room del Hotel Crillon de Lima, para la película “La Venus maldita”, dirigida por Alfredo Crevenna.

Investigadora con notable sensibilidad social

Alicia Maguiña se adelantó a toda una época eliminando las barreras sociales con su arte. En Ica forjó su sensibilidad artística y social, pues acostumbraba a departir con gente de distinta procedencia. Esto tendría gran influencia en la manera en la que se aproximaría a cada género musical. A través de la indagación y el análisis, la cantautora aprehendió el pulso de cada expresión y las hizo suyas.

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La obra musical de Maguiña recoge ritmos tanto de la costa como la sierra, desde el vals hasta la tunantada

Esto se evidencia en su estudio riguroso de las diferentes formas musicales del país y la representación de las diversas culturas a través de su obra. Aquella agudeza en la investigación se muestra claramente en su respeto por las reglas de composición e interpretación de cada uno de los géneros que cultivó. En el libro “Mi vida entre cantos” −autobiografía editada en 2018 por el Fondo Editorial de la Universidad de San Martín de Porres y el Ministerio de Cultura−, destaca además del vals, el tondero y la muliza, el profundo análisis a la métrica, la estructura, ejecución musical e, incluso, la danza y el vestuario de la marinera limeña y el waylarsh.

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Alicia Maguiña ataviada con el vestuario tradicional de las Coyas de Sapallanga, danza que venera a la Virgen de Cocharcas (Junín)

A partir de su estricto estudio, estas expresiones y la tradición oral que las atañe, han sido puestas en valor como lo que son: la representación más genuina de nuestros pueblos. Quizá por eso no extrañe que entre sus memorias se repita una sencilla frase que la pinta por completo: “Crecí entre cantos en Ica y después en todas partes”. Simplemente, admirable. Descanse en paz, Alicia Maguiña.

Fuente: cosas.pe

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