«Aquellos días, se dañó nuestro honor personal y profesional sin reparar en consecuencias futuras, sin escuchar, sin atender explicaciones».
En estos días últimos de verano, estoy leyendo el libro Yo, Julia de Santiago Posteguillo. Magnífico, recomiendo su lectura. Una frase utilizaré con el permiso del autor: “En estos tiempos se puede pasar de enemigo público a augusto en pocos días – apuntó Sulpiciano-. Como dijimos, ya no hay valientes entre nosotros en el Senado. Te recuerdo que hay otro Emperador proclamado en Oriente, Pescenio Nigro, que también tiene seguidores entre la curia senatorial. Ya veremos que votamos de aquí a unos meses”.
Esta lectura ambientada en la Roma Imperial del siglo II d.C., permanece vigente 19 siglos después en la política. Ello unido al Auto de archivo que hemos conocido estos días, me sugiere esta reflexión aunque supongo, sé, que no le importa a casi nadie: ni a aquéllos que guardaron silencio prudente y distante ante las informaciones, ni a los que se sirvieron de ellas y mucho menos a los que las crearon y alentaron con el objetivo de mantener su situación y sus privilegios, como los que cambiaban el voto en el Senado romano en la cita.
Creo, sin embargo, que sí les importa a nuestras familias, a nuestros amigos y a un puñado de compañeros militantes. En definitiva, importará a un pequeño grupo de personas que nos creyeron y en el que incluyo a algunos periodistas (pocos) que no se dejaron llevar por la corriente del momento y prefirieron contrastar antes de publicar. A todos ellos, quizá les sirva para alegrarse de su decisión de creer en nuestra palabra. Eso me motiva para contar lo sucedido. Eso y mostrarles nuestro profundo agradecimiento.
Fueron días de acoso mediático constante, de insultos, de mentiras, de cuchicheos, de silencios cómplices, pero también de correlativo sufrimiento personal, de dolor, de sensación de indefensión y de injusticia. Aquellos días, se dañó nuestro honor personal y profesional sin reparar en consecuencias futuras, sin escuchar, sin atender explicaciones. Viniendo de gente próxima, de compañeros, nos produjo un dolor inmenso, que aún me dura cuando todo ha acabado. De estos últimos tan sólo espero que les sirva como experiencia para el futuro, aunque no puedo dejar de desearles que jamás se vean en una situación parecida.
La historia que se cierra hoy definitivamente con el archivo del Juzgado, nació en los siniestros despachos de la Puerta del Sol de Madrid dónde se diseñó una operación urdida a través de la Cámara de Cuentas Regional, cuyos miembros y dictámenes controlaba con mano férrea y sucia, el gobierno de la Comunidad de Madrid. La estrategia pretendía contrarrestar la oposición férrea que los socialistas madrileños llevábamos a cabo en la Asamblea, denunciando la corrupción (algunos de aquellos estrategas están ya en la cárcel) o peleando contra el desmantelamiento de los servicios públicos como la sanidad o la educación. Aunque lamentable, era algo que se podía esperar del adversario político. Esa estrategia fue avanzando alimentada por medios de comunicación afines y siempre al servicio de la Puerta del Sol. Hasta ahí nada anormal, lamentablemente, en aquéllos tiempos de encanallamiento de la política.
Pero esto no fue lo peor. Con igual intención, desde sectores del Partido se vislumbró aquélla estrategia de la derecha, como la única posible para doblegar la voluntad mayoritaria de los militantes del Partido Socialista de Madrid, que le acababan de volver a elegir como candidato a Tomás Gómez. El escenario de la sucia trama se trasladó de la Puerta del Sol a la sede de un medio de comunicación, que colaboró probablemente para situar en el lugar a alguien más afín a sus intereses.
Para mi, ya todo eso es historia.
El Juzgado de Instrucción nº5 de Parla ha sobreseído y archivado el mal denominado “Caso del Tranvía de Parla” mediante Auto de 28.07.2020 (seis años de calvario). Por fin, las diligencias previas que mantenía abiertas desde finales de 2014 han alcanzado la conclusión que dijimos desde el principio: la Justicia es lenta, pero llega. Ya el Tribunal de Cuentas en el año 2017 lo había dicho, pero esta resolución cierra definitivamente también la vía judicial de esta triste historia. No hay hoy, como no había hace seis años ni un delito de prevaricación ni un delito de malversación de caudales públicos. Todo se hizo con un escrupuloso respeto a la ley y a los procedimientos administrativos pensando en el interés general que es lo que nos movía entonces a ser servidores públicos.
Por no aburrir, sólo extractaré de la resolución, un párrafo de la resolución de archivo: que me parece el mejor resumen: “(…); por lo que tratándose de modificaciones contractuales permisibles al amparo del pliego de cláusulas administrativas y estando avaladas por informes técnicos que reconocen el interés público de dichas modificaciones no cabe apreciar actuación prevaricadora, (…), en quien aprueba dichas modificaciones (…)”.
Es decir, modificaciones permitidas jurídicamente y avaladas por informes técnicos que reconocen el interés público de las mismas. Es decir, lo que siempre mantuvimos.
Cerramos pues un capítulo que nunca debió abrirse: una conspiración que sufrió Tomás Gómez y todos los que formábamos parte de su equipo y sobre la que muchos deberían reflexionar y modificar en el futuro sus actuaciones. Aunque tengo poca confianza en esa posibilidad como nos enseña la Historia.
Artículo de opinión publicado originalmente en nuestro medio aliado
Rosa Alcalá fue concejala del Ayuntamiento de Parla durante el período de construcción del Tranvía y diputada de la Asamblea de Madrid (2007-2015) además de miembro de la Ejecutiva Regional de Tomás Gómez.
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