El general Qasem Soleimani era una de las figuras con más proyección social en Irán.
El aeropuerto internacional de Bagdad suspendió su actividad a última hora de este jueves después de que cuatro misiles Katyusha impactaran en una base militar cercana usada por la coalición internacional que lidera Estados Unidos y el servicio antiterrorista iraquí.
Al menos tres misiles han caído en las proximidades del aeropuerto causando una cifra aún indeterminada de civiles heridos. Hay al menos 12 soldados heridos. Las primeras imágenes difundidas tras el ataque mostraban una sucesión de fuegos. Al menos dos vehículos habían sido pasto de las llamas.
Los todoterrenos alcanzados por los cohetes en la carretera que conduce al aeropuerto pertenecían a ‘Hashid Shaabi’ (Movilización Popular, en árabe), la constelación de milicias chiíes respaldada por Irán e integrada en el aparato de seguridad iraquí. Según las fuerzas del orden locales, en uno de los vehículos viajaba Mohamed Reda, responsable de protocolo en Hashid Shaabi, y «varios invitados». Las autoridades han confirmado la muerte de todos los pasajeros.
El Pentágono reconoce el ataque
Tras el ataque, el Pentágono ha confirmado que uno de los objetivos era el general Qasem Soleimani, una de las figuras con más proyección social en Irán. El militar lideraba el ala de operaciones exteriores de la Guardia Revolucionaria, la llamada Fuerza Quds.
Soleimani había llegado a ganarse el reconocimiento incluso de detractores del poder con su imagen de hombre piadoso y combativo frente a la presión externa. Ahora, se reduce a la mínima expresión la ventaja para la diplomacia y acelera la trayectoria de choque entre Irán y EEUU. «Tendremos nuestra venganza contra América», ha tuiteado poco después de saberse la noticia Mohsen Rezai, otra de las figuras visibles de la Guardia Revolucionaria.
En un comunicado, el Pentágono ha subrayado que su ataque tenía ánimo «disuasorio», y ha acusado a Soleimani de estar planeando futuros ataques contra diplomáticos estadounidenses. Un funcionario del Pentágono ha confirmado las muertes de Soleimani y Muhandis, alegando que los resultados del test de ADN lo reafirmarán «con alta probabilidad».
«Por orden del presidente, el ejército estadounidense ha tomado medidas defensivas decisivas para proteger al personal estadounidense en el extranjero al matar a Qasem Soleimani», dijo el Departamento de Defensa de Estados Unidos en un comunicado. Minutos antes, Trump había tuiteado una bandera estadounidense. La nota responsabiliza a Soleimani y a la Fuerza Quds «de la muerte de cientos de estadounidenses y de miembros del servicio de la coalición, y de las heridas de miles más».
«Estados Unidos continuará tomando todas las medidas necesarias para proteger a nuestra gente y nuestros intereses en cualquier parte del mundo», agrega el comunicado, que precisa que este golpe «tenía como objetivo disuadir futuros planes de ataques iraníes».
Una dura venganza
«El enemigo americano e israelí es responsable de matar a los muyaidín Abu Mahdi Muhandis y Qasem Soleimani», dijo a la agencia Reuters Ahmed Asadi, un portavoz de las Fuerzas de Movilización Popular iraquíes, parte de cuyas brigadas son leales a Irán y están acusadas de hostigar a EEUU en suelo iraquí.
El líder de la Revolución Islámica de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, aseguró que quienes asesinaron al comandante se enfrentan a una «dura venganza». En un comunicado publicado por medios oficiales, Jamenei culpó a la «gente más cruel de la tierra» del asesinato del «honorable» comandante que «luchó valientemente durante años contra los males y los bandidos del mundo».
«Su fallecimiento no detendrá su misión, pero los criminales que han manchado sus manos con la sangre del general Soleimani y de otros mártires en el ataque del jueves por la noche deben esperar una dura venganza», agregó el Ali Jamenei.
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El ataque de los drones de EEUU en Bagdad este viernes no solo ha matado a una de las personas más influyentes en Irán, sino también en Siria, Líbano e Irak.
En los últimos años, Suleimani se había hecho conocido entre los iraníes como el hombre que dirigía la división Quds [Jerusalén] dentro de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica. En Irán incluso se hablaba de él como un posible futuro presidente. Fuera de Oriente Medio, donde tal vez haya sido la persona que más ha influido en su rediseño, Suleimani se había mantenido como un personaje oscuro y relativamente desconocido.
De acuerdo con Dina Esfandiary, del centro de estudios Century Foundation, Suleimani "era más importante que el presidente. En Irán hablaba con todas las facciones, tenía línea directa con el líder supremo y era el responsable de la política regional". "No hay nada de mayor importancia e influencia", añade.
En las últimas dos décadas, Suleimani cosechó un éxito notable en la misión de la opaca división Quds: ampliar la influencia iraní en el extranjero. En el ambiente caótico y letal que siguió a la invasión estadounidense de Irak de 2003 y al levantamiento de Siria de 2011, Suleimani vio la oportunidad de invertir dinero y hombres para construir una creciente fuerza proiraní en toda la región: desde el Líbano, por el oeste; hasta Yemen, por el sur.
El ascenso ininterrumpido de Hezbolá, la fuerza armada más poderosa del Líbano; el decisivo apuntalamiento de Bashar al Asad en la guerra civil de Siria; la resistencia continuada en Yemen de las milicias houthíes frente a las fuerzas lideradas por Arabia Saudí; y el ascenso de las milicias chiíes en Irak. Cada uno de estos acontecimientos está relacionado de algún modo con un bajo y canoso comandante iraní que había nacido en 1957 en el seno de una familia campesina y pobre.
En su autobiografía, Suleimani relata su nacimiento en Rabor, una ciudad del este de Irán, y su desplazamiento forzado a una ciudad vecina para trabajar y pagar, a los 13 años, las deudas contraídas por su padre con el Gobierno del Sha. Cuando cayó el monarca en 1979, Suleimani se entrega al Gobierno de clérigos del Ayatolá Ruhollá Jomeini uniéndose a la Guardia Revolucionaria, una fuerza paramilitar creada para evitar un golpe de Estado contra la recién declarada República Islámica.
En dos años lo mandaron al frente para luchar en la guerra contra el ejército invasor iraquí. Se distinguió enseguida por sus audaces misiones de reconocimiento detrás de las líneas iraquíes y lo nombraron jefe de brigada. Cayó herido en al menos una ocasión y perdió muchos hombres, pero nunca su gusto por la batalla. La guerra con Irak también fue su primer contacto con las milicias extranjeras que en décadas posteriores aprendería a manejar con efectos devastadores.
En 2003, cuando cayó el Gobierno iraquí, Suleimani era el responsable de la división Quds, acusada de respaldar a las milicias chiíes que (junto a sus oponentes militantes suníes) mataron a miles de iraquíes civiles y soldados de la coalición. En el fragor de la batalla en las calles de Irak, Suleimani libraba en las sombras otra guerra con Estados Unidos para ganar influencia sobre los nuevos líderes de Irak.
Un mensaje que envió en 2007 al comandante estadounidense David Petraeus se ha hecho trístemente célebre: "General Petraeus, usted debería saber que yo, Qasem Suleimani, controlo la política de Irán para Irak, Líbano, Gaza y Afganistán. El embajador en Bagdad es miembro de la división Quds. El que lo va a reemplazar es miembro de la división Quds". En una carta de 2008 al entonces Secretario de Defensa de los Estados Unidos, Petraeus describiría a Suelimani como "un personaje verdaderamente malvado".
Unos cables diplomáticos filtrados hace poco demuestran la influencia de Suleimani en Irak ayudando a dirigir la batalla contra ISIS, coaccionando a un entonces ministro de Transportes para que permitiera el paso por el espacio aéreo iraquí de aviones iraníes con armas para Siria y encontrándose a menudo con funcionarios del Gobierno en Bagdad. Según Esfandiary, su eficacia tenía que ver con su habilidad para las relaciones personales: "Las construía con todo el mundo, dentro y fuera de Irán, dentro y fuera del Gobierno".
El papel de Suleimani fue fundamental en el aplastamiento de las protestas callejeras iraníes de 2009. Los estallidos populares de disidencia en el Líbano, Irak e Irán de los últimos meses son una respuesta a la creciente influencia que Suleimani pasó 20 años construyendo. La violenta represión de las protestas en Bagdad también se atribuye a milicias bajo su influencia. Suleimani había dejado de operar en la sombra.
Dieciocho meses antes de su muerte lanzó una advertencia a Donald Trump que podría haber terminado confirmándose, aunque tal vez con un sentido distinto al que le daba Suleimani. "Señor Trump, se lo digo, sepa que estamos cerca de usted en ese lugar en el que usted no se imagina que estamos", decía Suleimani moviendo el dedo y vestido con su uniforme color oliva. "Usted empezará la guerra, pero seremos nosotros los que la terminaremos".
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