por Susana Díaz.
Nos ha dejado Alfredo Pérez Rubalcaba, una persona clave en la historia de España, un político que ha marcado el devenir de un país al que amaba profundamente, y al que ha dedicado toda su vida como servidor público decente, intachable y ejemplar. Un maestro de cómo querer a España, todo un ejemplo a seguir en la defensa de la Constitución y de los valores democráticos. Todo el mundo conoce su extraordinaria trayectoria política, pero aún mayor era su grandeza como persona.
No solo todas y todos los socialistas, España lo echará también muchísimo de menos. Alfredo era un socialista de raza, de profundas convicciones, leal a sus ideas y a sus compromisos y que ante todo anteponía los intereses generales de su país, en una apuesta incansable por el diálogo, la convivencia y la defensa del Estado de Derecho. Son muchas las conquistas que tienen su firma en los gobiernos de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero.
Su gestión trajo mucho bueno para España, desde el final del terrorismo de ETA hasta la reducción de la siniestralidad en las carreteras. Su participación fue decisiva para que el relevo en la Casa Real fuera posible y sin incidencias. Se le admira como un animal político lúcido, sagaz e irrepetible, como un orador brillante y como un extraordinario ministro de Interior, sin embargo la gran pasión de este profesor universitario era la educación, a la que ha dedicado mucho empeño, desde la administración y desde las aulas, para sea un instrumento fundamental para la igualdad y el progreso social.
Detrás del hombre de Estado, había un ser humano entrañable. Si importante era su proyección pública, más lo era aún su persona. Para quienes lo hemos conocido, para quienes hemos tenido la inmensa fortuna de disfrutar de amistad, nos queda un gran vacío. Lo más grande era su persona. A Alfredo cuanto más lo conocías, más lo querías. Un ser humano cabal, honesto hasta el tuétano, generoso, siempre a disposición de todos, sin horas para el consejo, el aliento, el cariño, una persona inteligente, ingeniosa y siempre dispuesta a compartir.
Alfredo tenía una relación especial con Andalucía. No sólo porque fue diputado a Cortes por la provincia de Cádiz, sino porque encontró en esta tierra el calor de sus gentes y esos refugios tan necesarios para la desconexión y el descanso. Tenía dos rincones predilectos: Conil y Torremolinos. Le gustaban los paseos por las amplias playas atlánticas de la costa gaditana o también por la Costa del Sol con su inseparable Jaime Lizzavetsky, caminatas que tan a menudo interrumpía yo por teléfono siendo recibida con la mayor de las sonrisas. Son tantas las vivencias, tantos los episodios compartidos, tantos los momentos de complicidad y afecto auténtico que su ausencia duele en lo más profundo.
Te echaremos de menos. Yo, cada día. Te querré siempre, amigo.
Susana Díaz, secetaria general del PSOE de Andalucía.
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