Esta crisis está mostrando fortalezas y debilidades de las que no éramos conscientes. También deja a la vista de todos algunas verdades y muchas mentiras. Y, sobre todo, ayuda a distinguir mejor lo relevante de lo irrelevante.
El virus nos descubre hasta qué punto son predominantes en nuestra sociedad algunos valores encomiables que creíamos excepcionales, como la entrega a los demás, como la solidaridad con los vulnerables, como la responsabilidad colectiva…
Nos muestra la fortaleza de nuestras instituciones, a pesar de esta tormenta y de todas las tormentas previas que apuntaban al descrédito y la desafección.
Nos enseña a valorar en su importancia crucial los servicios públicos que nos curan y nos protegen, a sus profesionales, y a las políticas que los fortalecen frente a sus enemigos.
El virus también deja al descubierto muchos flancos, hasta ahora simulados u olvidados. El deterioro de nuestro sistema sanitario tras años de recortes y privatizaciones. Las deficiencias de la atención pública a los mayores y los dependientes.
La escasez de recursos que restan poder al Estado, precisamente cuando más poderoso le necesitamos. La lentitud exasperante del aparato público para hacer lo que todo el mundo sabe que hay que hacer…
La pandemia nos ha demostrado de pronto que somos comunidad. Mejor que cualquier decreto, que cualquier ensayo doctrinal, que cualquier discurso patriótico, que cualquier himno o bandera… Hemos descubierto sorprendidos que sí, que la salvación de cada uno depende de la salvación de los demás. Que saldremos de esta juntos, o no saldremos.
Se ha confirmado la verdad que sospechábamos, que las amenazas más reales que se ciernen sobre nuestras vidas no saben de territorios ni de soberanías. Llegan sin pasaporte ni nacionalidad. Pero sí saben de desigualdad, y se ceban con los más vulnerables, sea cual sea su pasaporte, su nacionalidad y su bandera.
Ahora sabemos mejor que antes que las fronteras son mentira. Ni nos ayudan a parar las amenazas, ni nos permiten defender a los más débiles, ni nos ayudan a reconstruir el futuro. También es mentira la austeridad, porque no cimenta la seguridad, sino que la reserva solo para unos pocos, para los que no necesitan de lo público.
Y ahora está más claro que era mentira aquello de que “el dinero donde mejor está es en el bolsillo de los ciudadanos”. Porque hoy sabemos que el dinero donde mejor está es en los recursos de los hospitales, en el cuidado público de los mayores, en las prestaciones para los afectados por ERTES y ERES, en la ayuda a las pequeñas empresas y los autónomos que pasan una mala racha…
Hoy somos conscientes de que lo relevante es defender la salud ante el virus enemigo. Sabemos que lo relevante es defender los empleos ante el paro enemigo. Sabemos que lo relevante es defender el Estado de Bienestar para que el Estado de Bienestar nos defienda de nuestros enemigos.
Y sabemos cuan irrelevante es casi todo lo demás.
Hoy vamos a pelear para vencer al virus. Y para que nadie se quede atrás en esta pelea.
Pero mañana no vamos a olvidar esta pelea, sus verdades y sus mentiras. Porque ya nada será igual.
Rafael Simancas es parlamentario del PSOE en el Congreso de los Diputados.
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