‘México, España y el mundo hispano’, por Eduardo Madroñal

Si un mexicano odia lo español, se está odiando a sí mismo. Es una actitud autodestructiva” (Miguel León Portilla.)

por Eduardo Madroñal

Domingo, 6 de octubre de 2024. Parece que el dignatario saliente y la dignataria entrante de México no se dejan penetrar por la desnuda sabiduría profunda de su compatriota Miguel León Portilla -fallecido en 2019- historiador, filósofo, escritor, diplomático y académico. Y eso provoca un dolor iberoamericano, un dolor mestizo, un dolor profundo. Porque la verdad es que México es el país iberoamericano con mayor población indígena -25 millones- un 19,4%; mientras que, en Estados Unidos, los pueblos originarios solo representan un 1,3% del total. Y en México, un 70% de la población es mestiza, cuando en EEUU es sólo el 2,3%.

¿España o Estados Unidos?

La historia no es una simple mirada muerta hacia el pasado. Es una manera de comprender un presente muy vivo y un futuro por construir. El imperialismo que hoy debe pedir perdón es Estados Unidos, que arrebató en 1848 la mitad de México, que hoy detiene a miles de mexicanos -y de hermanos hispanoamericanos- en su frontera amurallada, y que ahora mismo respalda el genocidio de Israel en Gaza y la extensión de la guerra al Líbano.

Entre 1846 y 1848, EEUU no solo invadió y ocupó México, sino que se anexionó la mitad de su territorio. Los actuales estadounidenses Texas, California, Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah, Colorado y Wyoming deberían ser mexicanos. El imperio español hace siglos que no existe, mientras que el imperio estadounidense -aunque sea en su ocaso- es una realidad viva que siguen sufriendo todos los pueblos hispanos, y de forma especialmente virulenta, el mexicano.

El mundo hispano, unidad democrática

La identidad y la unidad de los pueblos hispánicos se hallan reconocidas y temidas por las grandes potencias imperialistas como una fuerza a la que es necesario controlar y anular. Claro que la expansión española en América, como toda conquista, se impuso violentamente y existieron abusos y crímenes, explotación económica y opresión política. Pero no puede entenderse ninguno de los países que forman el mundo hispano renunciando a su pasado anterior a la conquista, pero tampoco sin su carácter hispano.

La unidad actual del mundo hispano no la ha impuesto ningún centro de poder, la han forjado los países y pueblos en una lucha común contra el dominio estadounidense. Y lo mejor del mundo hispano -de su cultura, de sus tradiciones populares y sus valores- se corresponde con lo más avanzado y progresista de la humanidad.

Somos iberoamericanos

No todos los españoles que llegaron a México fueron conquistadores. León-Portilla lo tenía muy presente. Recordaba a los muchos españoles que -huyendo de la miseria- llegaron a México tras la independencia. No como dominadores sino para “trabajar en tiendas de abarrotes y panaderías, o como artesanos, obreros, empeñeros y empleados de bares, hoteles y plantaciones”. Ellos “se fundieron con el resto de la población y contribuyeron al desarrollo del país”.

Somos iberoamericanos, una unidad en la diversidad, una cultura de culturas que es la piedra sobre la que se levanta nuestra hermandad, el elemento que vertebra nuestra identidad. En este tiempo actual de grandes desafíos globales el esfuerzo de todos debe orientarse hacia el presente, para así preparar la construcción de un futuro compartido.

Germen de un polo emergente hispano

La enjundia del proyecto -el mundo hispano como un polo emergente en el planeta, impulsado por sus pueblos y fuerzas progresistas, en el periodo histórico que vivimos con un imperio en su ocaso y la aparición de potencias emergentes- necesita la construcción de la más sólida unidad para desarrollar su fuerza revolucionaria.

Un sabio germen de un proyecto de futuro por un mundo hispano, por un polo emergente iberoamericano. ¿Por qué no dedicar toda esa valiosa riqueza al servicio del cambio y la transformación social? Y así España -como una más, de igual a igual con el resto del mundo hispano- tendría otro presente y otro futuro. Es cuestión de voluntad política.

Mantener los lazos existentes en el seno de nuestra comunidad hispana -en el marco de una historia común que se nos pretende robar- es una tarea primordial para todos nosotros, demócratas de España y México, y para cualquier revolucionario del mundo.

Eduardo Madroñal Pedraza, colaborador de La Mar de Onuba, nació el año 1951 en Madrid, el año 1951, de raíces andaluzas paternas y castellanas maternas. Fue velocista y jugador de balonmano. De una clase social, eligió otra práctica social. Fue, por el  artículo 191 del Código Civil franquista, «padre soltero» de una hija de madre desconocida. Estudió Psicología. Trabajó 7 meses como repartidor de codornices y 7 años como administrativo en Uralita. Acabó Psicología; fue profesor de inglés (6 años en colegio privado y 4 años en instituto por oposición. Con la LOGSE se cambió a orientador educativo. Anomalías se titula su tercer libro de poemas. Colabora en diversas publicaciones (De Verdad, Chispas…) en formato digital e impreso. Es militante de Unificación Comunista de España, miembro de Recortes Cero, e integrante de la Mesa Estatal por el Blindaje de las Pensiones. Profesor aprendiz, psicólogo inapropiado, orientador peregrino, demócrata distinto, patriota inusual, comunista extraño, padre inesperado, abuelo chocante, amante inhabitual, y alguna anomalía más

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