Los herederos de Dickens 150 años después

El sueño de Dickens (Robert William Buss, 1875). Wikimedia Commons
por Inés García Saillard

 

 

El pasado 9 de junio se cumplieron 150 años del fallecimiento de Charles Dickens, el escritor probablemente más representativo de la época victoriana. Es ésta una buena ocasión para recordar su legado en la narrativa actual.

La gran reina Victoria reinó nada más y nada menos que 64 años, desde su entronización el 20 de enero de 1837 hasta su fallecimiento el 22 de enero de 1901. Durante su reinado, Gran Bretaña no solo alcanzó su máximo esplendor económico, gracias a la Revolución Industrial, sino que se convirtió en una gran potencia colonizadora.

La época victoriana es también la gran época de la novela inglesa, cuando se publican las obras canónicas que marcarán de forma indeleble el devenir de la novela. Entre otras, Jane Eyre de Charlotte Brontë (1847), Middlemarch de George Eliot (1871), Lejos del mundanal ruido de Thomas Hardy (1874) y cómo no, las obras de Charles Dickens.

Muerte de éxito

Charles Dickens fue en su momento una figura reverenciada por sus innumerables lectores que esperaban con impaciencia sus novelas publicadas por entregas. Murió del cansancio provocado por incesantes lecturas públicas de sus obras frente a sus entregados seguidores.

Aunque, como la propia época victoriana, nuestro escritor tiene sus luces y sus sombras. Si la opulencia de la Inglaterra de la época contrasta con la miseria de la clase obrera, Dickens, aparentemente un perfecto caballero victoriano, marido y padre de familia ejemplar, escondía sin embargo a la manera del Dr. Jekyll y Mr. Hyde algunos secretos en su vida privada que distaba de ser irreprochable. Buena prueba de ello es su larga relación clandestina con la joven aspirante a actriz Ellen Ternan y la poca consideración que tuvo con su mujer, Catherine Hogarth.

Todo lo cual no quita para que la obra de Charles Dickens sea un monumento literario y aún hoy un referente y un modelo. Así, escritores como Sarah Waters, Sarah Perry, A. S. Byatt, John Irving o Michel Faber se consideran sus herederos.

Influencia dickensiana en Irving y Faber

John Irving en 2010. Wikimedia Commons / Jost Hindersmann, CC BY-SA

En este artículo, me centraré en la obra de dos escritores de distinta trayectoria pero conectados por su indiscutible admiración hacia la novela victoriana y hacia Dickens en particular. Me refiero a John Irving con Príncipes de Maine, Reyes de Nueva Inglaterra (1985) y Michael Faber con Pétalo carmesí, Flor Blanca (2002) que han mostrado cuán vigente sigue siendo el legado literario de Charles Dickens.

John Irving, escritor canónico de las letras norteamericanas, es fiel heredero de la gran tradición novelística del siglo XIX. Su temática es, en cambio, muy contemporánea y centrada en las grandes cuestiones que atraviesan nuestra época, desde su clásica novela El mundo según Garp (1978) en la que borda la cuestión feminista hasta una de las más recientes centrada en la comunidad LGTBI, Personas como yo (2012).

El tema de la orfandad

Pero John Irving también se ha interesado por una cuestión fundamental que le une fuertemente con Charles Dickens: la orfandad y cómo construir una vida cuando ha faltado desde el principio la referencia más importante en la vida de las personas.

Esto es lo que nos muestra Irving en su novela Príncipes de Maine, Reyes de Nueva Inglaterra (que más tarde adaptó al cine con el título Las normas de la casa de la sidra) en un claro paralelismo con la novela Grandes esperanzas de Charles Dickens. El huérfano de John Irving, Homer Wells, educado en el orfelinato de St. Cloud, deberá encontrar su camino en la vida al igual que lo hace Philip Pirrip, el inmortal Pip de la obra de Dickens.

Ambos tendrán un benefactor. Para Homer, Wilbur Larch, director y médico del orfelinato, que se convertirá en mentor y guía de este huérfano al que le enseñará todo lo que sabe de medicina. Pip, huérfano que vive con su hermana y su cuñado, se verá empujado fuera de su destino natural, ser herrero, al recibir una herencia de origen desconocido. Este misterioso legado le dará la oportunidad de estudiar y convertirse en el caballero que le permitirá aspirar a la mano de la bella Stella, otra huérfana también. Esta última, pupila de Miss Havisham, a quien dejaron plantada en el altar, ha educado a Stella para maltratar y humillar al género masculino. La manipulación de la infancia en su máximo apogeo, otro de los temas dickensianos por excelencia.

En estos dos Bildungsroman, tanto Pip como Homer intentarán seguir sus principios y sus convicciones. Así, cuando Pip comprende que su benefactor es Abel Magwitch, el preso al que ayudó a escapar siendo niño, intentará salvarlo de ser apresado de nuevo sin conseguirlo. Homer, por su parte, abandonará el orfelinato porque no admite los abortos que Larch practica en su clínica y evitar así un mundo lleno de huérfanos. Niños a los que nadie quiere, pero a quien devuelve su dignidad todos los días deseándoles las buenas noches como Príncipes de Maine, Reyes de Nueva Inglaterra.

La época victoriana sin censura

Michel Faber en 2019. Wikimedia Commons / Wandering Trad, CC BY-NC-SA

Michel Faber, escritor neerlandés afincado en Reino Unido, publicó en 2002 una novela que causó gran sensación: Pétalo carmesí, flor blanca. Se trata de una muy personal recreación del Londres victoriano sin obviar esos tabúes que un escritor como Dickens dejó entrever en sus obras, aunque sin nombrarlos: la prostitución, la miserable vida de la clase trabajadora, la doble vida de los caballeros victorianos, el tabú del sexo y la pujante vida comercial e industrial de la Gran Bretaña de la reina Victoria.

En esta novela encontramos los grandes temas de Charles Dickens sin filtro, ni censura. Por ejemplo, en el tema de la mujer, Dickens creó la mujer-niña, encarnada por Dora Spenlow, mujer de David Copperfield en la novela homónima de Dickens, incapaz de atender las mínimas obligaciones matrimoniales, y que en el libro de Faber es Agnes Rackham. Mujer educada a la manera victoriana, no soporta nada que tenga que ver con la sexualidad, lo que propiciará la aparición en la vida de su marido de la prostituta Sugar, quien desde los 13 años está metida en el negocio.

Se han escogido para este artículo, homenaje a este inmortal escritor a dos novelistas que han tomado como modelo a Charles Dickens, pero no son los únicos. Sarah Waters, en su neovictoriana novela Afinidad (1999) muestra a uno de los personajes con un libro entre las manos, La pequeña Dorritt de Dickens.

Por si quedase alguna duda de la vigencia de Dickens y su inmensa influencia en los escritores de hoy, 150 años después de su fallecimiento.


Inés García Saillard, Coordinadora Proyectos Instituto de Estudios Jurídicos Internacionales (URJC), Universidad Rey Juan Carlos.
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