Desde la declaración de la pandemia de la COVID-19, las elecciones autonómicas vascas y gallegas han sido los primeros comicios en desarrollarse en España. Estas se han visto condicionadas por las estrictas medidas sanitarias tomadas a fin de evitar cualquier tipo de contagio, tanto durante la campaña electoral (limitada y condicionada) como durante la jornada de votación dominical. Por todo ello, las consecuencias de los resultados transcienden la estricta demarcación autonómica, pues es la primera ocasión en la que ciudadanía (vasca y gallega en este caso) puede expresar su valoración respecto a la gestión de esta crisis.
Posicionando el foco sobre Euskadi, el resultado provisional (hasta el recuento definitivo de los votos provenientes del extranjero) muestra un escenario de cierta continuidad respecto a la anterior legislatura; aunque con cambios significativos de afección directa en la gobernabilidad.
La primera fuerza política es, tanto en el conjunto de la Comunidad Autónoma como por Territorios Históricos, el PNV con el 39,1% de votos (+1,5% respecto a 2016) y 31 escaños (+3) en el Parlamento Vasco. Con estos resultados ni las condenas de varios exmilitantes por casos de corrupción, ni la crisis del vertedero de Zaldibar, ni los brotes de última hora en Ordizia parecen haber afectado la fortaleza jeltzale en la política vasca.
Tras el partido jeltzale, el podio lo componen EH Bildu (27,8% y 22 escaños) y el PSE-EE (13,6%, 10 escaños). En el caso de la coalición soberanista, este resultado la consolida en la segunda posición, con una fuerza mayor que en 2016 (+6,5% y 4 escaños más) ya que es la única –hecha la excepción de VOX, producto de su irrupción– en crecer en votos absolutos (+23.000). Mientras, el socialismo vasco no ha llegado a rentabilizar la presencia en el Gobierno central, así como en el Gobierno Vasco, tanto como las encuestas apuntaban, al crecer solo un escaño.
Junto a las tres anteriores, en el legislativo vasco también tendrán representación Elkarrekin-Podemos (8% y 6 escaños), la coalición PP+C’s (6,8% y 5) y, como “relativa” sorpresa, la irrupción de VOX (2% y 1 escaño). Los dos primeros actores podría afirmarse que son los más perjudicados, pues no solo reducen su peso en la cámara, sino también su peso cuantitativo en votos. Ambas formaciones, poco tiempo antes de la primera convocatoria electoral autonómica de 2020, se vieron envueltas en cambios estructurales que pueden haber pasado factura.
Finalmente, VOX accede con una parlamentaria en Euskadi por el territorio alavés, confirmando así la excepcionalidad de este, pues ha sido la circunscripción que ha dado acceso a formaciones como Unidad Alavesa (UA) o UPyD.
Sin embargo, más allás del trazo grueso de los primeros resultados, merece detenerse en varios puntos.
La participación
En cualquier jornada electoral el primer elemento de atención se halla en el dato de la participación o su otra vertiente, la abstención. En esta ocasión el resultado se sitúa en su máximo histórico, ubicándose cerca del simbólico 50% (47%). Ese porcentaje de personas que ejercieron su derecho a voto podría verse aún más reducido cuando se sume el voto proveniente del extranjero.
El crecimiento constante en la tasa abstencionista durante los últimos 20 años se dispara en siete puntos en esta ocasión, producto de la incertidumbre generada por la COVID-19 y las medidas tomadas a tal efecto.
A falta de los correspondientes estudios poselectorales, los primeros indicios apuntan a una menor participación entre las personas de más edad, perjudicando a los partidos con mayor media de edad como PP y PSE-EE, y PNV, en menor medida.
Los Territorios, tres en uno
Dentro del entramado autonómico español, Euskadi es diferente por cuanto esta compuesta por tres Territorios Históricos con personalidad diferentes en múltiples sentidos.
Tradicionalmente el PNV era fuerte en Bizkaia, la izquierda abertzale conseguía sus mejores resultados en Gipuzkoa y Álava era la circunscripción con mayor arraigo y peso de los actores no nacionalistas vascos.
Esta jornada electoral, en cambio, muestra un esquema diferente. PNV y EHBildu se sitúan como primera y segunda fuerza en todos los territorios, a distancia del socialismo vasco, que es la tercera. Con pequeñas variaciones en cuanto a la relación de fuerzas entre las dos primeras, los dos actores nacionalistas suman más de dos tercios de la representación (15 en Álava y 19 en Bizkaia y Gipuzkoa).
Una vez más, la excepcionalidad –y casi regla en las elecciones autonómicas vascas– es Álava. El sistema electoral concede 25 diputados a cada una de las circunscripciones, sin tener en cuenta el peso poblacional. Esta lógica confederal afecta al reparto de los escaños y con ello convierte al territorio alavés en un espacio privilegiado para la obtención de un escaño para formaciones de menor peso o con implantación provincial (UA). Sin olvidar que se redujo la barrera electoral –el límite impuesto para entrar en el reparto de la representación– del 5% al 3%. Por todo ello, los 4.700 votos (3,8%) –sobre 17.500 en el conjunto del País Vasco– han abierto las puertas del legislativo vasco a VOX, como años atrás hizo UPyD (2009-2016).
Los bloques: el ideológico y el identitario
En tercer lugar, los tradicionales ejes de competición electoral en Euskadi –el identitario y el ideologico– son una de las vías más recurridas a la hora de analizar los resultados.
En el caso del eje ideológico, la confrontación izquierda/derecha salida de los comicios de 2020 se decanta hacia las formaciones más a la izquierda. Este bloque agrupa tres partidos, con una suma de 38 escaños –la frontera psicológica de la mayoría absoluta– y más del 48% de los votos entre aquellos que obtienen representación.
Durante la campaña electoral Elkarrekin-Podemos puso sobre la mesa la opción de constitución de un gobierno tripartito (EHBildu, PSE-EE y la propia Podemos) que hiciera frente a la hegemonia jeltzale, propuesta rechazada por el resto de los actores. El bloque del centro-derecha en sentido más amplio, por su parte, se queda con 37 diputados y el 48% de los votos. No obstante, este bloque esconde una supremacía absoluta del PNV (31 y 39% de votos) frente a PP-C’s y VOX (con 6 y 9%).
La tensión política derivada de la identidad territorial –un claro factor condicionante de la política vasca–, sin embargo, no tiene su mismo correlato. Las fuerzas de carácter nacionalista (PNV y EH Bildu) suman 53 escaños y dos tercios de los votos emitidos este domingo. Por lo tanto, el Parlamento vasco de la legislatura (2020-2024) está eminentemente escorado hacia posiciones nacionalistas, hasta convertirse en el legislativo de carácter más nacionalista del siglo XXI.
Por último, desde la ciencia política se recurre al índice NEPp (número efectivo de partidos parlamentarios) para entender cuál es la composición real de los parlamentos al ponderarse el peso de los diferentes partidos políticos que los integran.
Al recurrir al NEPp, y de manera longitudinal, se aprecia en las ultimas dos décadas una estabilización entorno al 3,5-4. Es decir, la Cámara legislativa vasca está compuesta por 3-4 partidos de gran tamaño. Un dato este que choca con el que presentaba el periodo 86-98. En aquellos momentos el NEPp ascendía a más de 5, en consonancia con la propuesta de un sistema de partidos de “pluralismo polarizado”.
Brevemente, con todo, y tras las sucesivas declaraciones y posicionamientos públicos de los diferentes actores, el escenario futuro apunta dos opciones que pasan por la voluntad del primer partido.
Así, el PNV podría volver a revalidar la alianza con el PSE-EE, de forma que la mayoría absoluta que suman les permita una labor gubernamental tranquila, o los jeltzales podrían optar por un gobierno en solitario con apoyos puntuales de diferentes formaciones donde el socialismo sería el actor privilegiado. Por todo ello, la variable “Madrid”, es decir, la gobernabilidad y los pactos con el Gobierno de Pedro Sánchez, jugarán un papel relevante en una Euskadi donde el PNV consolida y refuerza su posición hegemónica tras cuatro décadas de gobierno.
Jonatan García Rabadán es Doctor en Ciencia Política y de la Administración por la UPV/EHU (2016). Posgraduado por las Universidades de Deusto, UPV/EHU y el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), además de contar con el Diploma de Estudios Políticos del IEP de Burdeos (Francia). Fue becario FPI de 2007 a 2011. En la actualidad ejerce de Profesor Ayudante Doctor en el Departamento de Sociología y Trabajo Social (UPV/EHU), es miembro del equipo de Investigación Euskobarometro y colabora en diferentes medios de comunicación. Entre sus líneas de investigación destacan la relación entre política y religión, así como el comportamiento electoral y la cultura política federal.
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