La unidad, fármaco inesperado para Torra

por Eduardo Madroñal

 

 

 

El president de la Generalitat catalana, Quim Torra ha hecho unas declaraciones que solo pueden calificarse de naturaleza inhumana: “la Constitución no es un fármaco contra el virus”. Torra ha insistido en sus críticas a la declaración de estado de alarma y su despliegue, tras la reunión que el presidente del Gobierno de España Pedro Sánchez ha mantenido por videoconferencia con todos los presidentes autonómicos de España.

Porque no sólo ha manifestado valoraciones negativas en las que habla de insuficiencias del Gobierno de la nación para la lucha contra el coronavirus: “las medidas anunciadas ayer son insuficientes, no servirán para parar el contagio”; se permite señalar objetivos prioritarios para luchar contra el coronavirus: “necesitamos el cierre de aeropuertos, puertos y trenes de alta velocidad. Necesitamos aislar Cataluña y Madrid”.

Quim Torra -el representante máximo del Estado español en Cataluña, como president de la Generalitat- ha llegado utilizar el ingenio más siniestro, por inhumano, al afirmar que: “la Constitución no es un fármaco contra el virus”. En verdad, lo que Torra estaba expresando era su profundo desprecio y su virulento ataque al pueblo de todas las nacionalidades y regiones de España, pueblo que ya ha empezado a demostrar que siente, sabe y practica su unidad como el fármaco -inesperado para los más contumaces sectarios- básico para lucha contra el coranavirus, y también para la lucha por la libertad, la igualdad y el progreso de nuestro país.

Pero a Torra su propia inhumanidad le ha jugado una mala partida -Freud mediante- cuando al afirmar: “esto va de salud, de vidas, no de proclamas patrióticas caducas” en crítica al Gobierno de España, no era consciente de que se estaba describiendo a sí mismo. Como de hecho, Torra se ha permitido echar mano del recurso ya utilizado con anterioridad por el independentismo para pedir que el confinamiento sea una “aturada de país”, la misma consigna que se usó en la huelga tras el 1-O.

A diferencia de Torra, el lehendakari Iñigo Urkullu -como representante máximo del Estado español en Euskadi- ha ofrecido al presidente del Gobierno de España Pedro Sánchez su disposición “total” a asumir las directrices que ha marcado el Gobierno de la nación con el estado de alarma. Verdad es que también ha mostrado su disconformidad con la “invasión competencial” que acarrea las decisiones nacionales por “asumir el mando de la Ertzaintza y de Osakidetza -Servicio vasco de Salud-”, porque es una pérdida de “la eficacia práctica y profesional” del “autogobierno vasco”. Pero parece solo un caso de pobre comprensión de lo que realmente significa la eficacia práctica y profesional contra el coronavirus en España.

Lo que debemos hacer ahora es mantener la confianza. Todos debemos apoyar y llevar adelante las medidas de prevención que vaya decidiendo el Gobierno de España. Tenemos un potente sistema público de sanidad a pesar de los recortes. Todos debemos tener confianza en que ganaremos esta guerra si nos mantenemos unidos, solidarios, disciplinados y organizados. Porque la tarea de prevención y control es ardua y complicada, y exige esfuerzos coherentes y persistentes, y considerar la prevención y el control de la epidemia como una tarea colectiva de importancia fundamental.

Debemos rechazar cualquier mezquina utilización política de este nuevo y grave virus. Tanto dentro de España como fuera, tanto contra España como contra otros países. Contra el coronavirus, ni bulos ni ataques. Contra el coronavirus, apoyo y colaboración con las medidas de contención, drásticas y masivas pero justas y necesarias, como único medio de frenar la epidemia. Contra el coronavirus, unidad y solidaridad. No olvidemos que España es líder mundial, ya durante 28 años, en donantes y trasplantes, es decir, en unidad, solidaridad, disciplina y organización, con el famoso modelo español, como se reconoce en todo el planeta.

#Yomequedoenmicasa


Eduardo Madroñal Pedraza, colaborador de La Mar de Onuba, nació el año 1951 en Madrid, el año 1951, de raíces andaluzas paternas y castellanas maternas. Fue velocista y jugador de balonmano. De una clase social, eligió otra práctica social. Fue, por el  artículo 191 del Código Civil franquista, «padre soltero» de una hija de madre desconocida. Estudió Psicología. Trabajó 7 meses como repartidor de codornices y 7 años como administrativo en Uralita. Acabó Psicología; fue profesor de inglés (6 años en colegio privado y 4 años en instituto por oposición. Con la LOGSE se cambió a orientador educativo. Anomalías se titula su tercer libro de poemas. Colabora en diversas publicaciones (De Verdad, Chispas…) en formato digital e impreso. Es militante de Unificación Comunista de España, miembro de Recortes Cero, e integrante de la Mesa Estatal por el Blindaje de las Pensiones. Profesor aprendiz, psicólogo inapropiado, orientador peregrino, demócrata distinto, patriota inusual, comunista extraño, padre inesperado, abuelo chocante, amante inhabitual, y alguna anomalía más.

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