Si alguien hubiera dicho hace cuatro meses que el Consejo de la Unión Europea iba a cerrar un acuerdo como el alcanzado en la madrugada del 21 de julio en Bruselas, le habrían tachado de utópico. Pero parece que la UE ha sabido encontrar una vacuna en el terreno económico que le permitirá sobrevivir a la covid-19.
El acuerdo es importante y no solo por su cuantía. Con él se rompen dos tabúes absolutamente presentes desde la gestión de la crisis de 2008: la mutualización de la deuda y el uso, ahora por primera vez en la historia europea, de las transferencias (con mayor o menor condicionalidad ambas).
En términos económicos, será necesario ver la velocidad en su implementación y su concentración en el tiempo. No será lo mismo desplegar las medidas económicas acordadas este mismo año o el siguiente, que hacerlo en un periodo más prolongado.
Si todos pagan, todos deben hacer lo correcto
La mutualización siempre ha sido un tema de controversia política, aunque sea una opción clara desde el punto de vista del correcto funcionamiento de una unión monetaria. De hecho, todavía está por ver cómo se va desarrollar este proceso y su impacto en las cuentas europeas.
El problema de la mutualización se asienta en dos bases: la garantía y el riesgo moral.
Si la emisión de deuda tiene la garantía del presupuesto de la UE, su consiguiente amortización también tendrá que hacerse contra estos montantes. Y, como en cualquier presupuesto, el impacto de este acomodo deberá hacerse sobre los ingresos, sobre los gastos o sobre una combinación de ambos.
Entonces, los países más beneficiados por este modelo de financiación podrían tener pocos incentivos para “hacer lo correcto”, si la deuda está garantizada por el conjunto de la Unión y no hay riesgo de sufrir las presiones del mercado.
Cinco cheques sobre la mesa europea
Buena noticia: parece que el acuerdo de Bruselas no rebaja el presupuesto europeo. Pero aplaza el debate sobre su racionalización y el fortalecimiento de los recursos propios.
De hecho, los países frugales mostrarán su victoria en tres aspectos:
- Habrá menos transferencias y más préstamos (para evitar el problema del riesgo moral antes aludido).
- Condicionalidad en las políticas económicas (ha de hacerse lo que debe hacerse).
- Han conseguido mantener sus deducciones al presupuesto comunitario.
Hasta finales del año pasado era muy conocido el cheque británico, por el que la UE le devolvía al Reino Unido parte de sus aportaciones al presupuesto comunitario. Pero ha habido más cheques sobre la mesa: el holandés, el danés, el sueco, el austriaco y el alemán.
Ahora bien, las limitaciones en las aportaciones al presupuesto comunitario de estos países deberían racionalizarse en el nuevo marco financiero plurianual, pero ahora se dejarán para más adelante (o no se abordarán).
La reconstrucción europea, ¿a costa de la agricultura y la cohesión?
También está el asunto de los gastos. Está pendiente la negociación sobre las prioridades europeas para el periodo 2021-2027 y el resultado volverá a generar ganadores y perdedores.
Con el acuerdo alcanzado ahora en Bruselas, los países del sur serán los mayores beneficiarios del fondo de reconstrucción, pero todavía no se sabe a ciencia cierta las pérdidas que acarreará para las políticas europeas clásicas: agricultura y cohesión.
Decía Mafalda: “Lo urgente no deja tiempo a lo importante”. Y ¿qué es lo importante que no se está abordando? Un debate y un compromiso sobre la idea de Europa y la búsqueda de un espacio compartido para la misma.
Una Europa, muchas europas
Si se presta atención, en una cumbre todos ganan: todos volverán a casa y venderán a su electorado un relato ganador en clave nacional y muy pocos aprovecharán la ocasión para idear un nuevo proyecto europeo para el siglo XXI.
Esta no es una cuestión menor y explica, además, las tensiones norte-sur y este-oeste entre los países miembros. No hay todavía una idea clara de Europa y se necesita construir (y para esto hace falta la política), un nuevo demos europeo.
Hay dos evidencias muy elocuentes de esta necesidad. Entre enero de 2018 y abril 2019 el Parlamento Europeo acogió una serie de encuentros sobre el futuro de Europa en los que los jefes de Estado y de Gobierno se pronunciaron a través de sus discursos.
Unos países veían a la Unión desde una perspectiva funcional, ‘sirve para unas cosas muy concretas’. Otros aludían a un futuro común basado en principios compartidos.
Unos consideraban que el grueso del proceso de construcción ya estaba hecho y que ahora los Estados debían ser protagonistas. Otros argumentaban que en un mundo globalizado como el actual, ningún Estado europeo es lo suficientemente grande como para ir por libre…
Entonces había temas estrella:
- la migración, que fue el único mencionado por todos;
- el clima, señalado por el 90% de los mandatarios;
- el presupuesto comunitario para el siguiente período (85%),
- la defensa (85%).
Los menos mencionados fueron la política de desarrollo (20%), el transporte (20%), y la alimentación y la salud (5%). ¿Curioso?
Algunos gobernantes lanzaron propuestas concretas. El primer ministro holandés Mark Rutte, protagonista de la cumbre poscovid-19, declaró entonces: “«La promesa básica del euro era que
aportaría una mayor prosperidad, no una redistribución de la prosperidad».
Distintas visiones, una sola Europa
Esto permite entender las posiciones actuales y las ideas divergentes que existen sobre Europa y que se corroboran en las encuestas. También el Eurobarómetro es muy claro al respecto: el del 14 de julio mostraba unos resultados que ayudan a entender las tensiones vistas en la cumbre y los relatos en clave nacional de los resultados obtenidos.
Se podría titular: «El 68% de los europeos estarían de acuerdo con la afirmación de que la UE tendría que tener más competencias para la gestión de crisis como la derivada de la pandemia”. Pero las diferencias de opinión entre países son muy grandes. En esta pregunta, los ciudadanos de los países frugales se sitúan a la cola de la lista.
También hay diferencias cuando se pregunta en qué se debería invertir el presupuesto comunitario. Aunque la encuesta se hizo cuando Europa seguía recuperándose de la primera ola de contagios, no todos sus ciudadanos ven prioritarios los asuntos de salud. El ciudadano del norte está más preocupado por el clima o las cuestiones sociales.
El acuerdo de Bruselas es, sin duda, una gran noticia. Pero todos los dirigentes políticos hablarán de él a su electorado en términos mitológicos. Todos han raptado a Europa por amor, Zeus lo hizo transformado en toro blanco. Hoy alguno contará que se fue a lomos de un toro del sur y otro dirá que cabalga sobre lo que parece ser una vaca frisona.
Pero tenemos pendiente construir un nuevo mito: el de una Europa para los europeos del siglo XXI.
Rubén Garrido-Yserte, Director del Instituto Universitario de Análisis Económico y Social, Universidad de Alcalá. Profesor Titular de Política Económica y miembro del Instituto Universitario de Análisis Económico y Social de la Universidad de Alcalá. Sus intereses de investigación residen en el ámbito de la economía regional y urbana - análisis y políticas de desarrollo regional - y en el papel de las políticas públicas en el desarrollo regional. Además es experto en gestión universitaria. Ha sido Gerente de la Universidad entre 2010 y 2018
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