Israel y Hezbolá se dan una tregua, pero el peligro de una guerra total sigue ahí

Dron de Hezbolá interceptado por la aviación israelí sobre el norte de Israel el 25 de agosto de 2024. Jalaa Marey/AFP. Atef Safadi/EPA
por Ian Parmeter

 

Martes, 27 de agosto de 2024. Durante semanas, Israel había estado esperando un gran ataque de Hezbolá en represalia por el asesinato de Fuad Shukr, el comandante de la milicia libanesa, a finales de julio.

Ese ataque se produjo finalmente el domingo 25 de agosto. Los israelíes, que estaban preparados para una ofensiva, afirman haber frustrado lo que podría haber sido un asalto a gran escala de Hezbolá. Al mismo tiempo, el grupo chií libanés también reivindicó el éxito de la operación.

Así pues, ¿qué podemos sacar en claro de este último tira y afloja entre las dos partes y qué rumbo tomará la región a partir de ahora?

Marineros de la Armada israelí llevan el ataúd envuelto en la bandera del suboficial de primera clase David Moshe Ben Shitrit, que murió en el ataque de Hezbolá contra Israel el domingo. Ohad Zwigenberg/AP

Está claro que tanto Israel como Hezbolá han frenado ante la posibilidad de cualquier acción ulterior. Hezbolá lo ha matizado diciendo que ésta es sólo la primera fase de su respuesta al asesinato de Shukr, y que se reserva el derecho a golpear otra vez después de evaluar el éxito de la operación del domingo.

Israel, por su parte, afirma haber visto preparativos para el lanzamiento de unos mil cohetes a través de la frontera, y ha enviado preventivamente unos 100 aviones al sur de Líbano, alcanzando 270 objetivos, entre ellos lanzaderas de cohetes. Se cree que Hezbolá sería capaz de lanzar 3 000 misiles al día si estallara una guerra a gran escala.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, calificó la operación de éxito, pero matizó que Israel seguirá atacando si es necesario.

Al mismo tiempo, Hezbolá tomó represalias enviando un gran número de cohetes Katyusha hacia el norte de Israel. No son los cohetes más grandes de su arsenal –tienen un alcance limitado de hasta 40 kilómetros–, pero permiten abrir paso a aviones no tripulados. Un marino de la Armada israelí resultó muerto en el ataque.

En su discurso por vídeo del domingo, Hassan Nasrallah, el líder de Hezbolá, parecía pedir disculpas al pueblo libanés por haberles puesto en esta situación. Y es que Hezbolá es un actor tanto político como militar, y también se la juega en las urnas en el Líbano.

¿Qué está pensando Irán?

La mayoría de los analistas habían supuesto que habría un ataque coordinado de venganza tanto por el asesinato de Shukr en Beirut como por el del líder de Hamás Ismail Haniyeh en Teherán en julio. Esto podría haber incluido misiles y cohetes de Irán, ataques de Hezbolá en Líbano y, posiblemente, también de los rebeldes hutíes en Yemen y grupos militantes chiíes en Siria e Irak.

Componente de un misil balístico iraní interceptado que cayó cerca del mar Muerto en Israel el 20 de abril de 2024. Itamar Grinberg/AP

Pero nada de esto ha ocurrido. Y eso podría significar varias cosas.

En primer lugar, es probable que Irán siga tratando de encontrar una respuesta al asesinato de Haniyeh. En abril, envió más de 300 misiles, aviones no tripulados y cohetes a Israel en represalia por el bombardeo de un edificio diplomático iraní en Damasco en el que murieron varios miembros del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC). Pero prácticamente todos fueron derribados y no se produjeron daños graves.

Al mismo tiempo, Irán tampoco querría lanzar un ataque de represalia mayor porque eso podría desencadenar una guerra más amplia. Y Teherán no quiere dar a los estadounidenses o israelíes una excusa para lanzar un ataque concertado contra sus instalaciones nucleares.

Por tanto, es probable que Irán esté tratando de encontrar un punto intermedio entre su ataque de abril y una respuesta algo más contundente. Está claro que esto lleva tiempo.

También puede indicar que hay un debate en curso dentro de Irán entre los partidarios del recién elegido presidente, Masoud Pezeshkian, que es conocido por ser una especie de moderado (en términos iraníes), y la IRGC, que ha estado amenazando con una respuesta de línea muy dura a Israel durante algún tiempo.

Es posible que Irán haya decidido simplemente que sólo responderá a Israel a través de sus aliados: los ataques limitados de Hezbolá y los hutíes son todo lo que está dispuesto a hacer en este momento. Pero esto no significa que el peligro haya pasado, porque siempre existe la posibilidad de que se malinterpreten los mensajes entre antagonistas tan hostiles.

Netanyahu bajo presión

Netanyahu también está sometido a la presión continua del ala derecha de su gabinete, que desde hace tiempo aboga por acabar con la amenaza de Hezbolá en la frontera norte de Israel, a pesar de que se trata de una tarea muy difícil. Israel ya lo intentó una vez en 2006 y básicamente fracasó.

Además, unos 60 000 israelíes han tenido que evacuar sus hogares en el norte de Israel y viven en alojamientos provisionales debido a la amenaza de Hezbolá. Quieren que Netanyahu haga más seguro su regreso.

Responder a amenazas militares en dos frentes es difícil de sostener para Israel. El ejército israelí lleva ya casi 11 meses luchando contra Hamás en Gaza y, en cierta medida, protegiendo el norte de Israel de los ataques de Hezbolá.

El ejército israelí permanente tampoco es tan grande. Sólo tiene unos 169 000 soldados regulares, lo que significa que debe contar con hasta 300 000 reservistas para cubrir sus necesidades actuales.

Y el problema de incorporar reservistas afecta a la economía porque les obliga a dejar sus puestos de trabajo. En las dos últimas semanas, la agencia Fitch Ratings rebajó la calificación de Israel de A a A menos, reflejando el hecho de que la economía no funciona tan bien como debería, además de los mayores riesgos geopolíticos. El país está en pie de guerra perpetua, y los militares quieren tomarse un respiro.

Sin embargo, Netanyahu desconfía de cualquier tipo de pausa en los combates porque eso podría alterar su coalición y desencadenar unas elecciones, que probablemente perdería.

Toda su estrategia desde el asalto de Hamás del 7 de octubre ha consistido en restablecer sus credenciales de seguridad. Tiene que demostrar que puede contrarrestar cualquier amenaza contra Israel para que la opinión pública vuelva a confiar en él. Para ello, debe restablecer la confianza de quienes viven en el norte de Israel y detener los ataques de Hezbolá.

Parece que esto podría prolongarse durante bastante tiempo, pero Hezbolá también ha dicho que detendrá sus ataques si hay un alto el fuego en Gaza. Así que, en ese sentido, estamos atrapados en un bucle que no se detendrá hasta que se produzca un avance en las negociaciones de alto el fuego entre Israel y Hamás.

Y dados los obstáculos que siguen existiendo por ambas partes, es difícil que eso ocurra pronto.

Ian Parmeter, Research Scholar, Centre for Arab and Islamic Studies, Australian National University. Trabajó durante 37 años en el Departamento de Asuntos Exteriores y Comercio, el Departamento del Primer Ministro y el Gabinete y la Oficina de Evaluaciones Nacionales. También fue embajador de Australia en el Líbano. Actualmente es investigador en el Centro de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Nacional Australiana.

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