
Un nuevo informe denuncia que la representación queer sigue concentrada, estereotipada y alejada de las realidades interseccionales. El estudio también revela retrocesos en diversidad racial, discapacidad y perspectiva de género.
Jueves, 26 de junio de 2025. En 2024, la ficción audiovisual española ha vuelto a presumir de diversidad sin asumir sus consecuencias narrativas. Según el Informe ODA 2025, el porcentaje de personajes LGTBIQA+ ha alcanzado el 10,11 % del total, una subida apenas simbólica respecto al año anterior. Pero más allá de los números, el estudio alerta de una calidad representativa cada vez más deficiente. Solo un 35 % de los personajes queer analizados superan el test de Vito Russo, un umbral mínimo para medir si un personaje LGTBIQA+ no es accesorio, ni estereotipado, ni descartable. En 2022, esta cifra superaba el 59 %. Dos años después, la ficción no solo no ha avanzado: ha dado pasos atrás.
Esta aparente visibilidad se concentra además en muy pocos títulos. En el cine, casi la mitad de los personajes LGTBIQA+ están repartidos en apenas seis películas, mientras 75 de las 102 producciones analizadas no ofrecen ni un solo personaje queer. La situación no mejora en televisión, donde las tramas siguen orbitando en torno a dramas de acoso, relaciones de pareja y búsqueda de aceptación, con escaso margen para otras narrativas que rompan los marcos normativos. Se visibiliza lo queer, pero se encierra. La experiencia LGTBIQA+ sigue limitada a edades entre los 18 y los 30 años, sin apenas rastro de infancias, personas mayores, ni sujetos intersexuales o asexuales. Ni rastro tampoco de pluralidad funcional ni de clase. Solo dos personajes reflejan simultáneamente la realidad LGTBIQA+ y la discapacidad.
El informe también evidencia que, aunque el volumen total de personajes con discapacidad ha crecido ligeramente hasta el 3,26 %, las ficciones continúan instrumentalizando esas identidades como mero recurso emocional para el espectador normativo. La llamada porno-inspiración sigue colonizando las pantallas, desplazando narrativas estructurales de lucha o derechos. A ello se suma la ausencia casi total de relatos interseccionales: la convergencia entre discapacidad, racialización y diversidad sexual sigue siendo una quimera en la ficción estatal.
Tampoco las personas racializadas escapan al estancamiento. Solo el 12 % de los personajes analizados no son blancos. El estudio denuncia que buena parte de estos personajes carecen incluso de nombre o relevancia narrativa, y alerta del uso constante de la inmigración como metáfora que diluye otras formas de racialización. La desaparición absoluta de personajes gitanos en las series, y su presencia residual en el cine, confirma la persistencia de una hegemonía cultural que sigue delimitando quién puede protagonizar y quién solo puede aparecer.
En cuanto a género, se mantiene la proporción cercana a la paridad, pero no así la profundidad de los papeles asignados a las mujeres. Aumentan las ficciones centradas en la violencia sexual, muchas de ellas en tono de comedia o con tratamientos que banalizan las agresiones. Y crece, además, una peligrosa corriente de deconstrucción masculina que reproduce los mismos estereotipos misóginos que dice criticar.
Frente a este panorama, algunas producciones puntuales –como Detective Touré, Dieciocho o la familiar Buffalo Kids– apuntan hacia caminos más inclusivos, complejos y respetuosos con las experiencias de quienes han sido históricamente silenciadas. Pero siguen siendo eso: excepciones.
A pesar del optimismo institucional que suele acompañar este tipo de balances, el Informe ODA 2025, elaborado con el apoyo del Ministerio de Cultura y del ICAA, retrata un ecosistema cultural que presume de diversidad mientras reproduce las lógicas de exclusión. En sus catálogos, las grandes plataformas parecen competir por el número de producciones “inclusivas”, pero no por su profundidad ni por su impacto. La inclusión sigue siendo, en demasiados casos, una operación de superficie.
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