Sábado, 2 de noviembre de 2924. Ha fallecido Eusebio Lucía. Uno de los eruditos más comprometidos de la historia del socialismo español. El hombre de los mil detalles y de las largas tardes de tertulia aprendiendo de él matices que solíamos elevar a categoría para completar una formación cuyos posos aún brillan al fondo de nuestras querencias. Y de nuestros olvidos.
Eusebio era una persona íntegra, coherente y querida. A veces duro en sus apelaciones. Le conocí en un agrio debate en la Agrupación Socialista de San Blas en el que discutimos hasta el agotamiento para conformar el primer escalón de una amistad que ha durado muchos años. Yo, un entonces joven revisionista. Él, un pablista empedernido.
Pablismo: Dícese de un compromiso vital que lleva a los socialistas a vivir como tales, más allá de la defensa de sus ideas, llevando una vida social austera y comprometida, ejemplar y solidaria. El término hace alusión a la actitud vital del fundador del PSOE y de la UGT, Pablo Iglesias Posse, cuya vida se toma de referencia en relación a la coherencia entre las ideas y el comportamiento.
Eusebio fue un pablista de actitud, comportamiento y paso. Austero y prudente, serio y riguroso, severo y parco. Sabía detectar las contradicciones en el seno del pueblo y veía no con buenos ojos que yo no le dedicara todo el tiempo del mundo a la política y a la cosa pública (sic).
Eusebio Lucía era tan erudito de la historia del movimiento obrero que bien podríamos catalogarle como uno de los mejores historiadores de una parte del socialismo español. Porque, siendo graduado social y diplomado en Relaciones Laborales, su gran aportación y por lo que sus amigos nos quedábamos boquiabiertos, era sobre la historia de la socialdemocracia española.
No en vano es el autor del capítulo sexto de la Historia del Socialismo Español, obra impulsada por Tuñón de Lara y pieza de las más consultadas por parte de politólogos y especialistas. No había conversación en la que Eusebio no matizara algún dato sobre la opinión de Fernando de los Ríos, sobre la presencia de Francisco Largo Caballero en el Consejo de Estado de Primo o sobre la dimisión irrevocable de Besteiro en febrero de 1931.
Se atrevió con la novela en Cosas Veredes (Endymion, 2009) donde transmite al lector todo tipo de detalles y hechos históricos, explicaciones en forma de relato de aquella Huelga General Revolucionaria de 1917 contra el gobierno de Eduardo Dato (título que hace alusión a una supuesta frase de don Quijote de la Mancha que no aparece por ningún lado). Una novela cuyo epicentro es la familia Medina y en la que se describen ocupaciones y desvelos. Hasta la Casa de la Moneda de sus entretelas.
Porque Eusebio estaba, sí, muy orgulloso de su Casa de la Moneda. Con harto ingenio y detallado relato me llevó a ver la primera casa de la moneda mecanizada que hubo en España, en Segovia, ceca que ordenó construir Felipe II en 1583 y cuyo Real Ingenio fue el primer centro de acuñación automática.
Eusebio fue Premio Arco Europeo de Literatura Política y asiduo colaborador de Diario Progresista. Creo que soy la última generación instruida en el socialismo teórico. Mis mayores nos hacían leer bibliografía socialista en las Casas del Pueblo. Historia, marxismo, pensamiento y fundamentos que estructuraron nuestro análisis de la historia de una forma y no de otra. Muchos años después, siendo el que escribe presidente de la Fundación Socialdemócrata me vi moralmente obligado a publicar la obra que más me impactó en mi formación política: Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia (1899) de Eduard Bernstein. Un verdadero asalto a la ortodoxia, como criticaron algunos, debate en el que nos deshacíamos en argumentos Eusebio y yo.
Aquellas lecturas echaron raíces y la mayoría de las veces me han ayudado a analizar correctamente la historia a partir de ese mecanismo imperfecto, pero mejor que cualquier otro, que el propuesto por ese vulgarizador de Hegel, llamado Carlos Marx.
Hace bien poco debatí, en la sala de autoridades del Aeropuerto de Beijing, con mi entrañable amigo de raíces maoístas y pensamiento luminoso, Marcelo Muñoz, el socialismo de características chinas, volviendo a desentrañar una vez más todos los recursos que me suministraron mis múltiples y discutidas lecturas. Lecturas de las que estoy profundamente orgulloso y que me han ayudado a conocer mejor el mundo desde el punto de vista de la solidaridad y el compromiso.
Y entre aquellos con los que debatía sobre socialismo con apasionada intensidad, Juan Antonio Barrio de Penagos o Teófilo Serrano, emerge con erudición, Eusebio Lucía. El amigo que hoy dolorosamente se nos ha ido. Aún recuerdo destripar el modelo de reproducción simple y el modelo de reproducción ampliada de El Capital como dos locos furibundos en las inmediaciones de la Plaza Elíptica de Madrid.
Fue en aquella zona donde teníamos un programa en Radio Tentación. Eusebio nos regalaba pinceladas de historia, apropiadamente parcial. Su voz singular construía un relato en función de la lucha de clases y sus detalles. Particularidades, puntualizaciones y pormenores del movimiento obrero. Fueron tiempos en el que los tres, Victoria Moreno -nuestra Rosa Luxemburgo particular-, Eusebio y yo, creíamos que tras los micrófonos nos escuchaba alguien.
Por eso su voz vuelve a mis oídos como aquel socialista científico, aplomado de sabiduría, amigo de sus amigos, compañero siempre. El último pablista.
Antonio Miguel Carmona Sancipriano (Madrid, 24 de enero de 1963) es profesor de Economía y político español, dirigente del PSOE, directivo de empresas multinacionales y emprendedor. Ha sido diputado autonómico, concejal y candidato a alcalde del Ayuntamiento de Madrid. También participó como analista de distintos programas de debate político en radio y televisión.
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