
por Carmen Martín Carrasco
Jueves, 23 de octubre de 2025. Hace muy poco tuve un susto con un bulto en el pecho (spoiler, es benigno) y por eso no puede sino repugnarme, no solo la gestión de la Junta de Andalucía en este tema, sino el despotismo y la poca sensibilidad con el que lo están tratando.
Me lo noté en primavera, lo estuve palpando un par de meses y se lo dije a mi médico de cabecera a principios de junio, me mandó a hacerme una mamografía. No fue un cribado porque no tengo edad para eso. A finales de julio, mi hermana y mi madre, hartas y preocupadas de que no me llegara la cita hicieron por poner una reclamación. Aún no me habían asignado cita. Mi sorpresa fue que me llamaron para darme una cita a la semana siguiente (o sea, que citas había), pero a los pocos días me la post pusieron para un par de semanas.
Tras la mamografía, me hicieron una ecografía, vieron algo y a la semana siguiente me hicieron una biopsia y mamografía con contraste y a las pocas semanas me citaron en cirugía de mama para decirme que era benigno y que no hacía falta operarme ni tratamiento. Revisión para mayo. Carita feliz, familia feliz.
Personalmente no tengo ninguna queja, más allá de que no me dieran cita antes. Me hubiera ahorrado mucha ansiedad, muchos alprazolanes, otras tantas infusiones y sofocones que solo permití que viera mi perra. No por nada, sino porque no quería que nadie sufriera por esto. Soy mucho de decir «cuando llegue ese río ya lo cruzaremos», pero me veía a menudo hundida en el río que aún no había pasado, no podía evitarlo.
Debo reconocer que he estado todo el verano afectada por la amenaza de un cáncer de mama. Muy triste, sensible y también irritable. Creo que no se lo he dicho a nadie, pero me aterraba la idea de morirme y no llegar a los 40 o de perder un pecho. Pensaba que no iba a llegar al verano siguiente o que no iba a volver a lucir escote, aunque suene vanidoso. Que la quimio me podría dejar hecha polvo y un sinfín de pensamientos que me hicieron, por una vez en mi vida, adorar mis pechos no normativos y aferrarme a ellos. Incluso llegué a hacer planes para mi funeral, como si yo fuera María Jiménez, la reina de Inglaterra o el tito Ozzy.
Así que no me quiero ni imaginar el sofocón que deben tener las mujeres que pasaron por el cribado y que ahora saben que las instituciones las han descuidado a propósito. Todos y todas sabemos lo malas que son las incertidumbres, más si cabe en temas de salud.
Es por eso que me duele y siento plena solidaridad con esas mujeres que ahora no saben lo que les va a suceder. La palabra biopsia es dura, la espera de resultados más aún, pero las «incidencias técnicas por causa del colapso producido por la alarma de las asociaciones» suenan a patraña para salir del paso sin responsabilidad; y la excusa primera de evitar la ansiedad se la pueden… ahorrar.
Siempre se ha dicho que con los cribados cuanto más tarden en llamarte mejor, porque es señal de que no hay nada alarmante, pero este caso es distinto, es desidia de las instituciones que deben velar por nuestra salud.
Instituciones que pagamos con nuestros impuestos y que tan alegremente le regalan dinerales a hospitales concertados y de dudosa calidad, que no tienen médicos en planta por la noche y que a menudo les faltan medicinas y medios. Lo sé por (malas) experiencias propias y porque me dedico a la ayuda a domicilio y me han relatado auténticas películas de terror. Aun así, reciben miles de euros por el ingreso de una persona por noche y cientos de euros por consulta.
Además no vemos ningún tipo de preocupación por la clase política, solo dialéctica para escurrir el bulto, chulería, amenazas de denuncias falsas (dudo que si fuera por cánceres de próstata amenazaran con esto, ya que ciertos sectores están empeñados en que las demandas mayoritariamente femeninas sean «falsas») y reproches a las asociaciones que no quieren participar del lavado de cara del asunto. No he escuchado ninguna solución, teléfono de contacto ni gestiones previstas para atajar este tema. Que la gente se meta en una aplicación no es una política pública.
Quizás yo lo vea todo en términos de soluciones por mi preparación y carácter. Quizás hagan falta más y mejores técnicos en la Junta y no tanto amiguismo ni tanto nepotismo del que existe a izquierda y derecha.
Pero por supuesto lo que hace falta son más sanitarios sin contratos precarios. Creo que hasta el más liberal quiere que su doctor o doctora estén pendientes de su problema de salud y no de cómo va a pagar la hipoteca o el alquiler cuando se le acabe su contrato de tres meses o de dónde van a escolarizar a sus hijos, tal y como ha sucedido con la Unidad de Ictus del Juan Ramón Jiménez, que ya no existe por la temporalidad de contratos enlazados a la que se enfrentaban sus doctores y doctoras. O que la enfermera no esté pensando en que lo que va a ganar ese día lo va a gastar en la pernocta porque le han dado un contrato de tres días en un hospital a muchos kilómetros de su casa, cerca de la playa, con los precios de todo por las nubes.
Incluso en las empresas privadas se contempla el «periodo de adaptación» a un puesto de trabajo. No esperan que lo hagas igual de bien la primera semana que el primer año. Queremos que estén hechas a su lugar de trabajo y que conozcan los lugares, medios y compañeras, tal y como nos gusta trabajar a todos.
Hasta el señoro que ha votado a la derecha toda la vida quiere que la detección de su mujer o su hija estén correctamente diagnosticadas y tratadas «para ayer». Y que la traten en un hospital público, ya que su seguro privado no piensa ni contempla hacer nada por ellas.
La Junta de Andalucía está intentando esquivar un problema muy grave con una estrategia comunicativa que quizá les encante a la gente de Los Madriles que les gusta mucho la fruta, pero aquí, en Andalucía, nuestra dignidad no se vende a precio de caña de cerveza; se mide en calidad de los servicios públicos y, si es con amabilidad no fingida, mucho mejor.
Que parece que le quieren hacer lawfare (uso estratégico y político del sistema legal y judicial como una herramienta de guerra o combate contra un adversario) a mujeres con cáncer, con la amenaza de denuncias falsas. Pero esta vez no pueden decir que son unas feministas-histéricas-perroflautas-antisistema-proaborto-lesbianas las que protestan, ya que el cáncer no entiende de ideología, de clase social ni de orientación sexual, y no les conviene insultar ni intimidar a sus propias votantes. Aunque sus votantes más machunos y Telemadrid (por lo que acabo de leer en un artículo) estarán satisfechos con que pongan a las mujeres en “su sitio”, pero recuerden que ellos también tienen “madres, hermanas, novias, esposas, hijas y nietas” y se pueden quedar sin el brazo que les plancha la camisa de montar a caballo y cabrearse.
Así que, por favor, menos chulería y sentencias y más responsabilidades y trabajo, que para eso les pagamos, no para que se peleen como en un patio de colegio en la sede de la soberanía andaluza, ni para que escurran los miles de bultos que espero que les aparezcan en sus pesadillas todas las noches.






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