Por María Gracia González, miembro del círculo de Podemos Huelva.
La mujer, más sensible y vulnerable a las consecuencias de los ciclos económicos que el hombre, en la mayoría de las ocasiones se incorpora al mercado laboral por motivos de urgencia económica de la familia. La situación de desempleo de la pareja, lo insuficiente de un solo salario para llegar a fin de mes o la fuerte presión fiscal e incremento de precios que afecta hoy más que nunca al sostenimiento de la economía doméstica, le obliga a acceder al mercado laboral, incluso asumiendo peores condiciones laborales. Hoy son más las mujeres casadas las que han optado a un empleo que las jóvenes, debido también a las insalvables dificultades que tiene la juventud en general para encontrar un empleo antes de los 24 años. En este sentido, se ha producido un cambio evidente respecto a crisis anteriores, cuando las mujeres, incluso con mejor preparación, se quedaban en casa para dejar los trabajos a los hombres.
Esta segregación, es la materialización en el mercado laboral de la división del trabajo por género, que establece una desigualdad en salarios, jerarquía y condiciones laborales. Sus causas son, por una parte, culturales, en concreto por una asignación tradicional de roles, y por otra, a una configuración preconcebida injusta y patriarcal del mercado laboral, que establece clasificaciones de los puestos de trabajo con “asignación de género”, perjudicando la inclusión de las mujeres en igualdad de condiciones.
La segregación genera desigualdades en cuatro aspectos:
1) Reduce la libre elección de empleo y refuerza estos estereotipos de género
2) Produce una segregación vertical (tendencia de los hombres a tomar trabajos mejores) y una horizontal (mujeres y hombres escogen diferentes tipos de trabajos)
3) Obstaculiza la conciliación familiar y laboral, estrechamente relacionada con el desempeño de un trabajo desigual.
4) Facilita la subvaloración de los empleos ocupados mayoritariamente por mujeres.
Además, un mercado laboral segregado restringe gravemente las oportunidades de las mujeres de cambiar la división sexual del trabajo en el hogar, debido a que nosotras tenemos menos acceso a los empleos mejor pagados y cualificados.
A pesar de que los convenios colectivos impiden la discriminación salarial pura y dura, es habitual que, a mismo trabajo, a mismo puesto, diferente salario y diferentes condiciones. Se reconocen de forma distinta empleos que tienen igual valor, según estén realizados por un hombre o una mujer, pero también porque se premian con complementos salariales unas tareas en detrimento de otras, se pagan de forma distintas las horas extras, se obtienen diferentes reconocimientos o simplemente son diferentes las opciones de promoción laboral.
Esta desigualdad no es sino el fiel reflejo de la propia sociedad que se reproduce muy especialmente en el mundo laboral, dando como resultado una mayor precariedad que se ceba más en las mujeres. O sea, si los empleos están cada vez más degradados, con salarios más bajos, peores condiciones y más inseguridad, podemos asegurar que los peores lugares de la jerarquía laboral son siempre femeninos. Así, el 72% de las jornadas parciales en España lo ocupan mujeres y la mayoría no lo ha elegido, sino que no ha encontrado otra opción –el 58%. Con estos “minijobs”, ya sabemos que no se puede vivir, es decir, tener un trabajo, en la mayoría de los casos ya no garantiza salir de la pobreza. De hecho, el porcentaje de trabajadoras pobres en España, es el más alto de la UE, tan solo superado por Rumanía.
La posibilidad de embarazo y los permisos de maternidad, todavía aportan más desigualdad y menos oportunidades a la hora de encontrar trabajo. Es otro triste récord fruto de las últimas reformas laborales del PP, que nos ha convertido en el país europeo con más trabajos temporales, de nuevo con mayoría femenina y subiendo. Casi el 80% de los contratos firmados por mujeres en España, son temporales. Temporalidad, jornadas parciales, precariedad e inestabilidad en el empleo, un cóctel perfecto para presionar a la baja los salarios y facilitar situaciones de semi-esclavismo. A los empresarios, sobre todo del sector servicios –donde más se concentran las mujeres– les beneficia claramente.
Las externalizaciones a empresas multiservicios realizadas por empresas y por la propia administración para deshacerse de trabajadoras contratadas y para burlar los convenios colectivos afectan principalmente a mujeres. Las Kellys –“las que limpian los hoteles”– han sido las que más claramente han visualizado esta situación, con un evidente éxito a la hora de denunciarla, ya que han visto descender drásticamente sus salarios mientras se aumentaban sus horas de trabajo y se precarizaban sus condiciones. Hemos comprobado cómo es tristemente habitual acudir a sus puestos de trabajo con sus bolsos llenos de pastillas y medicamentos para poder soportar el ritmo de un trabajo infernal que termina afectando gravemente a sus cuerpos doloridos.
La mayoría de la fuerza laboral femenina se concentra en aquellas ocupaciones que tienen relación con los roles y estereotipos que tradicionalmente se nos han atribuido a la mujer, como cuidar, limpiar, promoción publicitaria o todos aquellos trabajos que implican emociones. Lo más curioso es que casi todas estas labores se menosprecian y minusvaloran precisamente porque son desarrolladas por mujeres. Cuando un trabajo se “feminiza”, es decir, pasa a ser realizado mayoritariamente por mujeres, sistemáticamente se empeoran sus condiciones laborales y de reconocimiento social y sobre todo, bajan sus salarios también. (el mito del rey Midas pero al revés, todo lo que tocan las mujeres se empobrece)
Ahora mismo, estos se dan principalmente en el sector servicios –cocineras, camareras, limpiadoras, camareras de pisos, cajeras de supermercado, teleoperadoras, etc– o en el de cuidados –trabajadoras domésticas, cuidadoras, niñeras– como comprobamos en la última EPA. La creciente participación de la mujer en el mundo laboral se debe, también en parte, al hecho de que se han trasladado al mundo laboral actividades que antes las mujeres realizaban gratis o como criadas infrapagadas o simplemente a cambio de casa y comida.
Si analizamos esta misma situación pero en el sector público (maestras, enfermeras, cuidadoras, etc), vemos que igualmente son las más perjudicadas por los brutales recortes aplicados en los distintos sectores, ya que son las primeras en ser despedidas y con ello, a hacerse cargo de estas mismas labores en su propio ámbito doméstico y por supuesto, sin cobrar (cuidar de sus niños, de sus ancianos, de su limpieza, etc), labores algunas de ellas que son claramente responsabilidad del estado.
Nos encontramos también con que los trabajos que están más degradados, además, son aquellos más invisibles. El caso más evidente es el de las trabajadoras domésticas en el que todavía hoy se emplea una parte muy importante de la fuerza laboral femenina, muchas veces sin contrato, sin horarios, sin derechos. Muchas de estas trabajadoras domésticas son además inmigrantes, a las que la ley de extranjería las convierte en todavía más vulnerables. Si eres mujer y migrante, pues tienes muchas posibilidades de estar en lo más bajo de la escala social y laboral. Estas circunstancias las podemos comprobar de cerca con la trabajadoras marroquíes, desplazadas a nuestra tierra como “temporeras” para los frutos rojos, trabajadoras en las que se evidencian muy claramente tanto la desigualdad, como la precariedad, así como la dificultad para reclamar y mantener unos básicos derechos laborales. (esto se llama CADENA GLOBAL DE CUIDADOS, se van de sus países para cuidar aquí a familias, y dejan allí su familia al cargo de otras mujeres).
Además, las mujeres se ven obligadas a combinar el trabajo remunerado con el trabajo invisible en el hogar. Así, las carreras de las mujeres son más intermitentes debido a las labores de limpieza y cuidados que tienen que ejercer con niños, ancianos y dependientes.
La brecha salarial se mide como la diferencia entre el salario medio de los hombres y el de las mujeres (y ya sabemos que las medias pueden esconder situaciones muy diversas). Estas cifras, por tanto, no quieren decir que a igual trabajo cobremos un 25% menos. Aunque si tomamos por ejemplo la media por hora trabajada, sigue siendo alta: casi un 15% (dato de Eurostat). Todas las organizaciones sindicales coinciden en que las mujeres cobramos menos en la mayoría de sectores, en todos los niveles educativos, con cualquier tipo de contrato y de jornada.
La creciente precariedad del mercado laboral español ha sido además responsable del aumento de los episodios de acoso sexual. El acoso, como buena parte de los delitos contra la libertad sexual, tiene una elevada cifra negra y oculta por dos causas fundamentales. Una es el hecho de que se produzca con cierto grado de intimidad, lo que lleva a que en ocasiones resulte complejo, si no imposible, reunir pruebas para perseguir a sus autores. La otra se deriva de los efectos disuasorios que suele generar en la víctima la amenaza de una eventual represalia laboral en caso de denunciar, visibilizar o de adoptar medidas contra su acosador.
Respecto a la interinidad, las mujeres formalizan más del doble de contratos de este tipo. El SEPE describe a los contratos de interinidad de “tener por objeto sustituir a trabajadores” de forma temporal, debido a diferentes motivos como excedencias, permisos de maternidad y paternidad, jubilaciones parciales, una incapacidad temporal… Son trabajos que están presentes tanto en la empresa privada, como en la Administración Pública. Esto sucede cada vez más y el carácter precario en términos de duración alcanza el 29,6% de los empleos de interinidad —prácticamente uno de cada tres—, teniendo una duración inferior a los 15 días. La “Asociación Economistas Frente a la Crisis”, explica que ”el auge de la interinidad en España durante los últimos años se ha producido en un contexto de reducción de la convocatoria de empleo público debido a los recortes y la crisis, así como servicios necesarios como Educación y Sanidad han tenido que recurrir a la contratación de interinos para poder cubrir la falta de personal. No se sacan plazas a concurso público y se contrata a interinos, generando una temporalidad injustificable en puestos de trabajo que deberían ser permanentes y estables”
Romper el Techo de cristal, es un hecho constatable de la valía de la mujer para desempeñar los más altos cargos que se propongan. Últimamente los medios de comunicación con más relación con el poder, le están prestando una gran atención a esta discriminación laboral de la mujer. Tomando un artículo al azar, en este caso el de “El Español”, (aunque todos inciden en los mismos datos) podemos leer: “Los datos revelan que hay que seguir insistiendo en los beneficios que supone incorporar mujeres en los consejos de administración. Incluir a las mujeres en los consejos aporta una visión más completa y real del mercado y redunda en beneficio de toda la organización», insiste la profesora del IESE Nuria Chinchilla. Hay 15 empresas del mercado continuo sin ninguna consejera -todas las del Ibex tienen al menos una- y otras 47 que cuentan con una única mujer en su Consejo. (No solo hay que romper el techo de cristal por unas cuantas, hay que salir del suelo pegajoso todas.)
Por empresas, las del sector financiero son las que más fomentan la presencia femenina, con 3 mujeres de media por compañía. Le siguen las compañías tecnológicas y de telecomunicaciones (2,22 mujeres de media por sociedad) y las de energía y petróleo (2,22 mujeres). Las que menor presencia de consejeras poseen son las sociedades de servicios inmobiliarios, que de media únicamente tienen 1,19 mujeres por empresa.
Otro de los datos relevantes tiene que ver con el avance de la mujer en números absolutos y en peso relativo en los consejos de las cotizadas, que no se traduce en un aumento de las funciones ejecutivas. De hecho, tan solo el 4,76% pertenece a la tipología de consejeras ejecutivas. Aquí, existe una mayor proporción de mujeres con responsabilidades ejecutivas en los consejos de las cotizadas que no forman parte del Ibex 35. En concreto, el 5,48% de las consejeras del continuo ocupan este tipo de funciones.
Aunque la tendencia es de un «tímido crecimiento», tanto esta lejanía de puestos decisorios como la distancia en cuanto al cumplimiento de la recomendación del 30% de consejeras, evidencian que España va muy por detrás en el camino de la paridad. Queda trabajo.”
Miles de mujeres y hombres, sin empleo y con el ánimo y la esperanza de salir de su situación que les frecen los partidos neoliberales, caen en el error de creerse el falso mito de “sea usted su propio jefe y será feliz para siempre…”, consecuencia… miles de personas arruinadas o en el “mejor de los casos”, como herramienta de empresas desarrollando la función de falsos autónomos mal pagados y que, además, tienen que asumir su cuota de autónomo.
Pensar lo femenino es una práctica política, y la historia del feminismo se basa en conquistar derechos formales al mismo tiempo que perdemos terreno en el ámbito laboral. Hoy, el empeoramiento de las condiciones de trabajo de las mujeres durante la crisis, así lo indica. También sabemos con certeza que cada una de las conquistas en relación con la igualdad de género, ha tenido que ser peleada con fiereza por las mujeres. Por tanto, quizás es tiempo de poner en el centro de la lucha feminista otra vez, la cuestión laboral y su relación con la clase.
Mi propuesta para combatir esta y tantas otras desigualdades está en implantar la Renta Básica Universal como derecho irrenunciable, ya que todas las mejoras de las condiciones de trabajo de las mujeres que se hagan, vemos que claramente irán siempre en “cambiar algo para que todo siga igual”. En cuanto se les “tuerza el bigote” volverán a aplastar al trabajador. El futuro es siempre incierto por definición, y me gustaría equivocarme, pero con la excusa de la baja natalidad y baja mortalidad que existe en España, especialmente la derecha, la iglesia y demás sectores reaccionarios plantearán nuevas leyes en contra del aborto, volverá el “la mujer en casa para criar a sus hijos” etc porque de no ser así, “no se podrán pagar las futuras pensiones”.
Daniel Raventós, profesor de la Universidad de Barcelona junto con un numeroso grupo de economistas, llevan 10 años trabajando sobre la RBU y sus efectos beneficiosos para la sociedad. La RB no es una política económica, es una medida de política económica. Y más con la mirada puesta en lo que se nos avecina irremediablemente, que es la revolución del trabajo propiciado por la Robótica, donde miles de mujeres y hombres ya no tendrían un trabajo basura… ¡Ya no tendrían ningún trabajo!