Uno de los episodios más graves dejó un hombre fallecido y dos personas gravemente heridas.
La escalada de violencia en la abandonada barriada onubense moviliza a las autoridades mientras la vecindad exige medidas más efectivas.
Martes, 22 de octubre de 2024. La barriada de El Torrejón, en Huelva, se ha convertido en el epicentro de una serie de cuatro tiroteos, con un fallecido y dos personas heridas, en poco más de un mes. El último este mismo lunes. A pesar de que los disparos más recientes se han dirigido principalmente contra inmuebles y no han causado víctimas, el miedo y la sensación de inseguridad entre los vecinos siguen en aumento. Los residentes denuncian que, aunque las autoridades han intervenido, las respuestas no han sido suficientes para contener el clima de violencia que parece haber arraigado en el barrio.
Cronología de los tiroteos
10 de septiembre de 2024: En la plaza Violeta, un tiroteo mortal dejó un hombre fallecido y dos personas gravemente heridas. Este incidente, que sacudió a la comunidad, fue atribuido a un conflicto entre familias del barrio. El presunto autor, conocido como «El Baba», fue detenido días más tarde en Gijón y se encuentra en prisión preventiva.
15 de septiembre de 2024: Apenas cinco días después, se escucharon disparos en la calle Gladiolo. Aunque la Policía Nacional acudió al lugar, no encontró pruebas concluyentes del tiroteo, dejando a los vecinos con más preguntas que respuestas. El suceso, sin embargo, dejó claro que el ambiente de violencia no se había detenido tras el primer incidente.
17 de octubre de 2024: La violencia volvió a golpear la plaza Violeta con un tercer tiroteo, en el que se recuperaron más de 30 casquillos de bala. Afortunadamente, no se reportaron heridos, pero el uso de armas automáticas y la magnitud del incidente preocuparon a los residentes y encendieron las alarmas de las autoridades locales y nacionales.
21 de octubre de 2024: El último tiroteo registrado tuvo lugar de madrugada, nuevamente en la plaza Violeta. Aunque los disparos impactaron en inmuebles y no dejaron víctimas, consolidaron la sensación de inseguridad entre los vecinos, que exigen medidas más contundentes para frenar la escalada de violencia.
Reacciones
Tras el tiroteo mortal de septiembre, las autoridades locales y estatales intentaron reaccionar rápidamente. La Subdelegada del Gobierno en Huelva, María José Rico, aseguró que la Policía Nacional mantendría un operativo continuo en el barrio para recabar pruebas y detener a los responsables. Destacó que ya se han mantenido varias reuniones sobre el tema, subrayando la «colaboración impecable» entre las fuerzas de seguridad, el Juzgado de Instrucción y la Policía Local. Rico añadió que se está trabajando «con mucha intensidad» para rodear las áreas conflictivas y tranquilizar a la población.
Además, la Subdelegada envió un mensaje de tranquilidad y calma a los vecinos de El Torrejón, afirmando que las investigaciones continúan y que la situación está siendo «monitorizada de cerca». Rico destacó que se ha intensificado la vigilancia en la barriada y en «otros barrios conflictivos de la ciudad».
Por su parte, la alcaldesa de Huelva, Pilar Miranda, solicitó una reunión con «urgencia» de la Junta Local de Seguridad, que se celebró el pasado 24 de septiembre. Participaron, además de la propia Miranda, la Subdelegada del Gobierno e integrantes de Policía Nacional y Policía Local, así como representantes de otras administraciones con competencias en seguridad ciudadana y servicios sociales. En la reunión se discutió la situación, acordándose un dispositivo de vigilancia continuo, aunque vecinas y vecinos insisten en que las medidas tomadas hasta el momento no han sido suficientes para frenar los frecuentes episodios de violencia.
El Torrejón, tejido social bajo presión
Los tiroteos registrados las últimas semanas, a falta de mayores avances en las investigaciones abiertas, parecen estar vinculados a enfrentamientos entre “familias rivales”, posiblemente relacionadas con redes delictivas. El uso de armas semiautomáticas y el carácter intimidatorio de los disparos —dirigidos principalmente a inmuebles— refuerzan la idea de que estos actos buscan enviar un “mensaje de poder” más que causar más daño físico directo. Sin embargo, el temor entre los residentes es evidente, y la posibilidad de que la situación se agrave no puede ser descartada.
El Torrejón no es un barrio cualquiera. Su historia está indefectiblemente marcada por la exclusión social, el desempleo crónico y la falta de inversión pública en infraestructuras.
Desde hace décadas, administraciones de todo los signos políticos prometen y anuncian una y otra vez (sobre todo en periodos electorales) mejoras para las condiciones de vida en la zona, pero muchos residentes ya no creen en estas promesas. A pesar de algunos esfuerzos recientes, como el refuerzo de la vigilancia policial, las causas estructurales que alimentan la violencia en el barrio —la pobreza, el desempleo y la falta de oportunidades— siguen sin ser abordadas de manera efectiva.
El Torrejón vive en constante alerta. Tras cada tiroteo, las redes sociales se inundan de vídeos y mensajes que amplifican el miedo y la incertidumbre. Algunas personas residentes reportan episodios de ansiedad y estrés. Las asociaciones vecinales convocan reuniones para exigir más presencia policial y una intervención más efectiva por parte de las autoridades locales y nacionales. Y poco cambia.
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